La educación digital es aquella que emplea contenido, plataformas o herramientas digitales para lograr su propósito. No es incompatible con la educación tradicional. Al contrario. Ambas pueden convivir, ya que comparten los mismos objetivos y algunas dinámicas de trabajo. Sin embargo, el salto a lo digital resulta inevitable si nos atenemos a la realidad que nos rodea como sociedad digital. No es de extrañar que hasta la Unión Europea se preocupe por este propósito, lograr la transición de lo analógico a lo digital dentro de sus fronteras.
Precisamente, la Unión Europea, a través de la Comisión Europea, puso en marcha un Plan de Acción enfocado a la Educación Digital. O mejor dicho, a lograr que la educación digital sea una realidad en las escuelas, institutos y centros educativos europeos. Un plan que abarca el periodo de tiempo 2021-2027 y que pretende dos cosas, principalmente: “fomentar el desarrollo de un ecosistema educativo digital de alto rendimiento” y “mejorar las competencias y capacidades digitales para la transformación digital”.
En resumen, la educación del futuro, o mejor dicho, del presente más cercano, debe aprovechar los recursos y herramientas que le brinda el ámbito digital. Y a la vez, debe enseñar a usar las herramientas digitales que los alumnos encontrarán a lo largo de su vida profesional pero también personal.
Cifras que dan que pensar
Aunque hay quien se lo ha tomado como tal, la educación digital no es una moda. Es un recurso importante que los educadores pueden y deben aprovechar para transmitir el conocimiento a sus alumnos. Y para ello hay mucho trabajo por hacer, según los datos que recopila la Comisión Europea y que explican el por qué de este Plan de Acción de Educación Digital.
Para empezar. Según un estudio de la OCDE de 2018, menos del 40% de los educadores de la Unión Europea se consideraban preparados para utilizar tecnologías digitales en la enseñanza. Precisamente, es algo que se ha visto durante la pandemia. Profesores que han tenido que aprender a marchas forzadas el uso de las videollamadas y de otras tecnologías para dar clases a distancia.
Pero los palos también se los llevan los alumnos. Les presuponemos conocimientos en tecnología porque manejan smartphones y ordenadores. Pero, en realidad, más de un tercio de los jóvenes de entre 13 y 14 años que participaron en un estudio internacional en 2018, no tenía el nivel básico de competencias digitales. En el estudio participaron 46.000 estudiantes y 26.000 profesores.
Y desde el punto de vista económico y social. Según el Eurostat, en 2019 una cuarta parte de los hogares de bajos ingresos no tenía acceso a ordenadores ni banda ancha. Lo que impide el acceso a servicios, ayudas o recursos de la Administración así como conocimientos y oportunidades para niños y jóvenes en esa situación.
Un ecosistema educativo digital
No se trata de sustituir las pizarras tradicionales por pizarras virtuales o interactivas. O de cambiar el libro de papel por libros electrónicos, vídeos y recursos interactivos. Ni tan siquiera de traer ordenadores o tabletas a clase. La transición hacia la educación digital implica actualizar los métodos y herramientas que emplean los educadores para transmitir el conocimiento.
Y para ello, los centros educativos deben facilitar una infraestructura en forma de conexiones de banda ancha, dispositivos conectados, plataformas que faciliten la organización del día a día y la comunicación física y a distancia… Por su parte, los educadores deben recibir formación para contar con las mismas competencias digitales que luego deberán transmitir a su alumnado. Y, finalmente, los educadores deben disponer de contenido adaptado que facilite el aprendizaje de las temáticas regladas empleando las herramientas digitales.
Hace años que escuelas, institutos y universidades han ido incorporando la tecnología y las prácticas de la educación digital a su día a día. Pero no todos a la misma velocidad ni con el mismo éxito. Y precisamente, para ayudar a que la migración sea útil para todos, familias, alumnado y profesorado, la Unión Europea quiere promover herramientas de ayuda y asesoramiento gratuito. Hace poco vimos un ejemplo, SELFIE.
Competencias digitales para la transformación digital
Como hemos visto, el binomio educación y tecnología tiene dos caras. La primera ya la hemos visto: usar la tecnología para educar, lo que se conoce como educación digital. Pero la segunda es igual de importante, educar en la tecnología. O dicho de otra forma, enseñar a usar la tecnología. Algo que damos por hecho pero que genera muchos problemas y que puede impedir que los ciudadanos del mañana tengan las mismas posibilidades de acceder a determinados puestos de trabajo o que puedan realizar tareas tan rutinarias como comunicarse con la Administración pública.
En este aspecto, se habla de alfabetización digital, un aspecto que solo se saca a colación cuando se habla de personas de cierta edad, pero que también incumbe a los más jóvenes. Como decía, damos por hecho que los jóvenes saben usar las tecnologías que han nacido a la par que ellos. Pero que sepan ver vídeos en un smartphone o publicar una fotografía en Instagram no les hace dominar una tecnología.
La educación informática es clave en las aulas. Por un lado, prácticas como la ofimática, una parte de la informática que se da por conocida pero que conviene enseñar igualmente. Y al mismo tiempo, fomentar áreas más amplias como la edición de vídeo, el retoque fotográfico o saber moverse por Internet. Precisamente, en este último tema entra una novedad en la que la Unión Europea hace hincapié desde varios ámbitos: la lucha contra la desinformación.
Todos tenemos acceso a Internet, en mayor o menor medida. Pero conviene educar desde pequeños cosas que creemos básicas como saber buscar algo, diferenciar entre fuentes fiables y no fiables, contrastar la información, nociones de privacidad y seguridad en redes sociales, etc.