Si uno piensa en el impacto de las máquinas sobre el medioambiente, es difícil no llegar a imaginar escenarios distópicos donde el afán económico de las empresas acaba por destruir la naturaleza en la que vivimos. Es un tema ampliamente tratado en el cine, y una constante en las noticias. No podemos contemplar impasibles la destrucción de nuestro hogar. No obstante, no todas las máquinas trabajan para extraer materias primas o construir edificios. Algunas de ellas, como la Inteligencia Artificial, están trabajando para su conservación.
Gracias a los algoritmos de inteligencia artificial, cada vez son más las organizaciones, empresas y Gobiernos que pueden acelerar sus medidas para frenar el impacto de la actividad del ser humano sobre la Tierra.
Podemos comenzar por la agricultura, principal y más importante industria desde que el hombre es hombre. A principios del siglo xx, en Estados Unidos, se necesitaba un granjero por cada cinco personas a alimentar, mientras que hoy, gracias a la tecnología, los agroquímicos y las variedades actuales, un solo granjero puede alimentar a unas 130 personas. El costo de esta productividad pasó de ser principalmente humano a energético, ya que se gastan grandes cantidades de combustibles fósiles. Y sembrar cada vez es más complicado y menos rentable. El área cultivable se encoge cada año, y las sequías son cada vez más comunes en ciertas partes del planeta.
El problema de una agricultura cada vez más necesaria
Por si fuera poco preocupante lo expuesto, hay que considerar también que la agricultura es una de las actividades que más emisiones de efecto invernadero genera, y una de las principales responsables de la paulatina deforestación del planeta. Pero necesitamos comer. Así que, de la misma forma que los tractores nos ayudaron hace cien años a disparar la producción agrícola, los algoritmos de inteligencia artificial podrían volver a hacerlo de nuevo.
De los grandes cultivos se pueden extraer miles de datos valiosos que serían imposibles de recolectar, tratar e interpretar para las personas. Sin embargo, con la ayuda de varios sensores y cámaras, las máquinas pueden analizar el cultivo en tiempo real. Las condiciones meteorológicas, la temperatura, la fertilidad del suelo o el volumen de agua necesario para su riego son datos clave para mejorar la eficiencia de la siembra y recolección de los grandes huertos. Gracias a esta inteligencia, se puede atrasar o adelantar la colecta, ahorrar agua o determinar la variedad de semilla más apta para el clima y tipo de tierra del cultivo.
También ayudan en la cosecha detectando enfermedades a tiempo para erradicar la plaga y que no se extienda o evitar que los insectos arruinen las plantas. De esta forma se evita tener que emplear grandes cantidades de pesticidas que acaben deteriorando la comida y generando un daño considerable al medioambiente. Para las pequeñas explotaciones en los países en vías de desarrollo, estas herramientas podrían incrementar la producción agrícola considerablemente y aliviar el desabastecimiento de otras explotaciones más eficientes gracias a la tecnología y la experiencia de los agricultores.
Inteligencia Artificial para salvar nuestros bosques y animales
La agricultura es una de las principales responsables del aumento de la deforestación, pero los bosques necesitan ser protegidos porque son pulmones de la Tierra. Hasta ahora, el estudio de estos se hacía a mano. Los profesionales se desplazan hasta los grandes bosques, y miden los diámetros de las especies de árboles que allí se encuentran. Este método, además de costoso y tedioso no es muy exacto, porque las muestras suelen ser muy pequeñas comparadas con la inmensidad de los bosques cuya conservación es prioritaria. Gracias a proyectos de startups, y grandes tecnológicas como Google o Microsoft, ahora la catalogación se puede hacer por software para reducir el trabajo humano. El objetivo es crear mapas de alta precisión actualizados y estudiar su biodiversidad, impacto en los niveles de CO₂ o su regeneración tras una catástrofe o deforestación ilegal.
En la India, la conservación de los tigres no es una tarea sencilla. Los más de tres mil ejemplares que todavía existen están repartidos entre las más de 50 reservas que existen, y que engloban más de 74.000 kilómetros cuadrados. La inmensa extensión del terreno, y la ardua vida de estos animales presa de la caza furtiva hace que la tarea sea casi inabarcable para los humanos. Pero gracias a casi 30.000 cámaras, los encargados de proteger a estos animales han logrado avances significativos. Las imágenes tomadas son analizadas constantemente para detectar movimiento, y luego identificar si es un tigre u otro animal. Una vez detectados, la inteligencia artificial diseña rutas para que las patrullas sean más rápidas y eficientes. De esta forma, se vigilan más tigres.
Sistemas parecidos se están empleando en Australia para proteger a los koalas. Su vida es más difícil que nunca tras los desastres naturales ocurridos en el continente, así como la reducción de su espacio habitable por la expansión de las poblaciones. Para aliviar la situación, una compañía ha instalado sensores que ofrecen información en tiempo real a las autoridades gracias a la inteligencia artificial. Estos sensores miden y predicen como mitigar los efectos del cambio climático, la mala calidad del aire o posibles incendios que afecten a estos animales.
A pequeña escala, la inteligencia artificial también está ayudando a que los edificios sean más eficientes. La arquitectura verde permite maximizar el número de horas de luz solar dentro de las estancias, reducir el consumo energético y evitar el desperdicio de agua. Estas pequeñas contribuciones, multiplicadas entre las miles de viviendas que conforman las ciudades pueden ayudar a aliviar o revertir el impacto del desarrollo humano en el medioambiente. El progreso no tiene por qué ser siempre dañino para la naturaleza, y su conservación y el aumento de calidad de nuestras vidas no tiene por qué estar enfrentado. Todo depende de la responsabilidad de Gobiernos y empresas, y de la ayuda de las máquinas.