El industrial norteamericano Henry Ford, fundador de la famosa compañía automovilística y padre de las conocidas como «cadenas de producción modernas» utilizadas en la producción en masa, dijo una vez que «el verdadero progreso era aquel que ponía la tecnología al alcance de todos».
Los avances que nos proporcionan las nuevas tecnologías están presentes en diferentes facetas de nuestra rutina diaria: la educación, la comunicación o la producción industrial. La medicina es también un campo en el que las nuevas innovaciones tienen mucho que decir.
La utilización de las redes sociales virtuales o la presentación de gadgets novedosos pueden facilitar el cuidado de nuestra salud, para que podamos mantener un estilo de vida sano. Las aplicaciones móviles también aportan beneficios en el ámbito de la medicina, facilitando una mejor relación entre los profesionales sanitarios y los pacientes.
eHealth: cada vez más cerca
Transformar un área tan «tradicional» a la vez que innovadora como la medicina no es tarea sencilla. Pero sin duda la irrupción de los dispositivos móviles ha marcado un punto de inflexión en el futuro de los sistemas sanitarios. Hoy existen miles de aplicaciones móviles que podemos utilizar a través de nuestros smartphones o tablets. Algunas de ellas permiten monitorizar algunas constantes vitales, facilitando su registro y envío a nuestro médico personal.
Según un estudio de Research2Guidance, en 2015 más de 500 millones de personas usarán aplicaciones médicas en sus teléfonos móviles. De estas apps, no sólo encontramos las que miden constantes vitales, sino que en las principales tiendas de aplicaciones, como Google Play o App Store, se distribuyen apps relacionadas con la gestión y control del bienestar y la alimentación o los atlas y las consultas médicas. También existen aplicaciones que nos recuerdan cuándo debemos tomar un determinado medicamento, o que nos ayudan a conocer factores externos que pueden afectar a nuestra salud (por ejemplo, los niveles de polen en pacientes asmáticos).
Este ‘boom’ en el desarrollo de aplicaciones, bien por parte de multinacionales farmacéuticas, bien por parte de desarrolladores externos, ha supuesto un desafío importante para las agencias reguladoras, como la norteamericana FDA o la europea EMEA.
Estas entidades, que son las encargadas de autorizar la producción de medicamentos, podrían jugar un papel importante en la generación y distribución de aplicaciones móviles sanitarias. ¿Deberían estas ser reguladas con base en la protección de la salud pública, o por contra, dejar que el mercado sea libre?
En este sentido, la mHealth Regulatory Coalition identificó en el Libro Blanco sobre la Regulación de la mHealth por la FDA tres lagunas importantes para ser discutidas, en torno a la creación y regulación de aplicaciones sanitarias:
- Por una parte, debería discernirse bien cuál es la intencionalidad de uso de la propia app, diferenciando si son productos dirigidos únicamente al bienestar del ciudadano o por contra, se utilizan como herramientas de manejo y diagnóstico de determinadas enfermedades.
- Por otra parte, también es interesante saber si los accesorios conectados y la propia configuración de los componentes deberían ser supervisados de algún modo por estas agencias. ¿Deberían ser regulados los dispositivos móviles por su uso dando servicios de productos sanitarios? El debate, sin dudas, está servido.
- Lo mismo ocurriría con el software utilizado, ¿tendría que ser controlado por entidades como la FDA o la EMEA? El diseño de estas aplicaciones instaladas en smartphones, ordenadores, servidores o en la nube cambiaría radicalmente si tuviera que pasar por un proceso de supervisión.
La tecnología avanza cada vez más deprisa
Como bien explicaba Daniel Plana, CEO de Morning Labs, una start-up dedicada al diseño de apps sanitarias, en el seminario sobre las posibilidades del móvil en el ámbito de la medicina, que tuvo lugar en el Parc Cientific de Barcelona, el pasado viernes 22 de marzo, «la tecnología avanza a pasos agigantados».
El conocido como core business de las aplicaciones móviles relacionadas con la salud es el marketing, y en torno a él destacan las posibilidades y servicios que podamos ofrecer a través de las apps diseñadas.
La ventaja evidente que presenta la utilización de dispositivos móviles es la transmisión en tiempo real de la información entre médicos y pacientes (por ejemplo en el caso de aplicaciones para monitorizar constantes vitales), aunque entrañe cierto riesgo de seguridad y privacidad debido a la transmisión de los datos.
Sin embargo, explicaba Plana que «la seguridad al 100% no existe, por eso se trataban de utilizar los mejores códigos criptográficos posibles». Un ejemplo en este caso era MediCom, un microchip de 14 mm implantado en los pacientes, a través del cual se podían realizar análisis de sangre, y cuyos resultados se enviaban directamente al profesional médico de forma inmediata.
Y aunque existen dudas respecto a la evidencia científica de algunas de estas aplicaciones, lo cierto es que la FDA cuenta con un protocolo de aprobación de apps móviles, mientras que la EMEA sigue con un registro más estándar. Probablemente en el futuro la oferta de las aplicaciones siga aumentando, y cada vez ofrezcan más servicios especializados.
Pero las start-ups encargadas de desarrollarlas y comercializarlas, gracias a su rapidez y a que cuentan con nichos de mercado muy específicos, deben generar negocio no sólo a través de estas apps. La idea es que alrededor de las aplicaciones se creen una serie de servicios (como hardware o elementos auxiliares asociados), sobre los que realmente se produzcan los beneficios económicos derivados del uso de la aplicación. Este es el caso de una app destinada a realizar análisis de orina mediante una especie de «tiritas», en la que como explicaba el CEO de Morning Labs, «realmente el negocio se generaba gracias a la venta de estos elementos y no de la propia aplicación».
Existen una infinidad de usos de las apps, como MedScape, que sirve para conocer online los prospectos de un determinado fármaco por parte del paciente (incluyendo posibles interacciones con otros medicamentos) y otras novedades médicas.
También algunas aplicaciones están dirigidas a un determinado sector de la población, como las que se encargan de medir la hipertensión crónica, enfermedad que afecta al 30% de la población mundial (especialmente en los usuarios de entre 50 y 60 años). En este último caso, se usan en ocasiones dispositivos móviles especializados, en lugar de smartphones, para facilitar su manejo por las personas más mayores, y que así se transmita toda la información a su médico para evitar complicaciones.
Como vemos, existen infinidad de usos de la tecnología móvil, pero en todos los casos suponen grandes avances para la medicina. Seguro que en el futuro la utilización de estas apps se generalizará, de forma que junto con nuestros medicamentos tengamos nuestro dispositivo móvil, que nos ayudará a cuidar mejor nuestra salud. Como decía Ford, es posible que gracias a estos nuevos avances podamos conseguir progresos importantes para todos.