Hora de devolver la naturaleza a las ciudades

Tras la antropización del territorio por la mano del hombre y el crecimiento incontrolado de las grandes ciudades a costa del ecosistema natural y el paisaje, es hora de devolver la naturaleza a las ciudades.

A mediados del siglo XX se produjo un extraordinario crecimiento de la población urbana como consecuencia del éxodo rural a los centros urbanos y que influyó de forma decisiva en la posterior transformación del paisaje urbano. Como consecuencia de estos procesos migratorios auspiciados por las perspectivas económicas de una industrialización emergente concentrada en las áreas urbanas, ocurrió una profunda transformación sin precedentes de los centros urbanos, y un abandono paulatino y generalizado de los entornos rurales. Pero estos procesos provocaron un fenómeno de crecimiento urbano sin precedentes como consecuencia de la industrialización.

Con el tiempo las ciudades se han transformado profundamente incrementando sus límites más allá de lo urbano y con el desarrollo imparable de las infraestructuras del transporte, podemos decir que no existe casi ningún lugar del planeta que no haya sido antropizado por la mano del hombre. Pero, la planificación del territorio y su gestión con base en espacios naturales protegidos y espacios urbanos o urbanizables, ha puesto en jaque la supervivencia de otras especies y ecosistemas próximos a las grandes megalópolis.

Los desarrollos urbanos, las áreas industriales, las infraestructuras del transporte, la explotación de recursos naturales y los procesos urbanizadores incontrolados en entornos naturales de costa y montaña, entre otros, han colaborado de forma decisiva en los procesos de gentrificación de especies y ecosistemas hacia espacios naturales protegidos, definidos y acotados por el hombre. En cambio, estos entornos naturales, a pesar de estar protegidos, siguen siendo una fuente subsidiaria de recursos naturales para la ciudad como: las grandes extensiones de tierras de cultivo, la explotación de bosques para la industria maderera, la explotación de recursos naturales por parte de la industria minera  o petrolífera, la pesca, etc.

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Estos desequilibrios entre lo urbano y el paisaje, se acentúan en las inmediaciones de las grandes ciudades y sobre todo, en la práctica de determinados desarrollos urbanos. La disciplina urbanística gravita entre dos modelos de desarrollo urbano claramente identificados y cuya experiencia a marcado ciertas diferencias desde el punto de vista de la sostenibilidad del sistema. Me refiero al  modelo de ciudad compacta frente al modelo de ciudad extensiva.

El primero permite concentrar un gran número de personas en una determinada área urbana,  pero con la integración del concepto smart city, se están alcanzando cotas de sostenibilidad y de impacto de la huella ecológica muy interesantes. El segundo se basa en los modelos suburbanos de baja densidad importados de Estados Unidos e Inglaterra, que bajo la atractiva imagen de hábitats integrados en un espacio natural, se consumen grandes extensiones de territorio a costa del paisaje natural, con una inversión en infraestructuras y servicios que no siempre está justificada desde el punto de vista de la sostenibilidad del sistema urbano.

La dicotomía campo-ciudad se diluye a lo largo del siglo XX y el urbanismo expansivo iniciado en la década de los 60 y de forma mucho más acentuada en los últimos 20 años, empieza a pasar factura al paisaje y al territorio. El experto Robert Krulwich hace en NPR una interesante comparativa entre estos dos modelos urbanísticos. Si toda la población mundial se concentrara en una sola megaciudad, esta sería tan densa como la ciudad de París y ocuparía una extensión similar a la de tres estados de los Estados Unidos con unos 350.000 kilómetros cuadrados. Este sería un ejemplo de modelo de desarrollo urbano basado en la densificación llevada al extremo. Pero si por el contrario, se optara por un modelo de desarrollo urbano expansivo de baja densidad, similar a los producidos en los ámbitos rurales, serían necesarios hasta cuatro planetas como el nuestro para satisfacer esta demanda.

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Paradójicamente, mientras los países emergentes en desarrollo denominados BRIC, apuestan por la expansión suburbana de baja densidad y por la construcción de densas ciudades ex novo como en el caso de China, en otros lugares del planeta encontramos ciudades en proceso de degradación irreversible, fruto de un modelo de desarrollo urbano y económico insostenible y en perpetuo declive. En esta última tenemos casos paradigmáticos como la Motor City en Detroit, considerada como el epicentro de la industria automovilística americana durante la década de 1940 con un modelo de ciudad extensivo, y que tras la deslocalización de fábricas y la crisis de 1980 la transformó en un continuo edificado de ruinas y decadencia. O también el impactante caso de la ya desaparecida ciudad amurallada de Kowloon en Hong Kong, un pequeño enclave que fruto del descontrol urbanístico y una densificación sin precedentes, derivó en unos de los enclaves urbanos de mayor densidad de población del planeta con 1.900.000 hab/km² en sus escasos 0,026 km² de extensión.

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Encontrar una solución intermedia no es nada fácil, pero es cierto que muchas de las personas que optan por la vida suburbana en insostenibles urbanizaciones paradisíacas en medio de la nada, lo hacen huyendo de la crudeza del hormigón y el acero de la gran ciudad y buscando el ansiado reencuentro con la naturaleza. Por tanto, la clave está en apostar por un modelo intermedio, la regeneración urbana y la introducción de la naturaleza en el ecosistema urbano de la ciudad. En este sentido, cabría destacar la apuesta de la ciudad de Vitoria-Gasteiz y su anillo verde, declarada European Green Capital en 2012 por su equilibrio entre lo urbano y el sistema de espacios verdes que tiene la ciudad.

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Pero existen numerosos ejemplos para incorporar parques y espacios verdes de forma creativa e innovadora en la ciudad y recuperar así el vínculo del urbanita con el paisaje natural existente más allá de sus límites. Con el auge de lo smart aplicado a la ciudad y la incorporación de sistemas bioclimáticos basados en el uso de sustratos vegetales para la captación de agua de lluvia, mejorar la calidad del espacio público o incrementar los niveles de confort y eficiencia energética en los edificios, encontramos numerosos ejemplos de integración creativa de lo natural en el ámbito de lo urbano. Por ejemplo, el hotel Marina Bay Sands de Singapur es un ejemplo de cómo integrar el mundo natural en un entorno eminentemente urbano, con un jardín, un lago en altura y un bosque de árboles en altura, permitiendo las vistas lejanas sobre la ciudad.

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Otro ejemplo de integración de elementos del ámbito rural en la ciudad es la puesta en marcha de granjas verticales en la ciudad, a pesar de que la energía necesaria para su riego y mantenimiento para la producción de alimentos a gran escala las hace poco prácticas. En cambio, son muchos ciudadanos los que han apostado por las huertas ecológicas para autoconsumo en las azoteas y terrazas de edificios o los jardines verticales. Una práctica que, lejos de ser una excentricidad, está ganando muchos adeptos en poco tiempo e incluso se está extendiendo a solares en desuso para la producción de huertos urbanos colectivos o a la colonización de medianeras obsoletas con jardines verticales en muchas localizaciones de la geografía española.

Pero cuando antes hablamos de regeneración urbana, hacíamos referencia a la reutilización de espacios obsoletos de la ciudad en espacios de oportunidad para transformarlos de forma creativa en espacios lúdicos y colectivos. Sirva de ejemplo el antiguo trazado en desuso del ferrocarril de Nueva York, transformado ahora en uno de los jardines urbanos elevados más interesantes de la ciudad, el High Line Park.

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Actualmente, las áreas urbanas cubren alrededor del 2% de la superficie terrestre del planeta, pero en 2030, podrían incrementarse hasta casi el 10% de la superficie terrestre. Esto se traduce en la pérdida aproximada de 1,2 millones de kilómetros cuadrados de paisajes ricos en biodiversidad. Esta preocupación de los científicos por mejorar el ecosistema de la ciudad y reintegrar hábitats naturales en peligro de extinción en las ciudades, para garantizar su pervivencia, ha derivado en nuevos campos de estudio centrados en la investigación de la ciudad y sus interacciones con los ecosistemas tradicionales. Un ejemplo de ello es la gran cantidad de especies que han abandonados sus hábitats naturales y se cobijan en espacios de la ciudad por la falta de alimento o la desaparición de dichos hábitats, constituyendo ecosistemas únicos, como el caso de las gaviotas, zorros, ardillas y halcones, entre otros. Por tanto, es hora de devolver la naturaleza a las ciudades.

Imágenes | wikipedia, David Berkowitz, Joe Nuxoll, wbayer y jvdlaton

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