A lo largo de la historia, la fotografía ha sufrido múltiples revoluciones tecnológicas que nos han ayudado a capturar y compartir nuestros mejores y más especiales momentos. No imaginamos nuestras vidas sin fotografías pero ¿hacia dónde se mueve ahora este formato?
Ha llovido mucho desde aquel mítico ‘Usted aprieta el botón, nosotros hacemos el resto’, que sirvió como eslógan al primer fabricante de cámaras de fotos para las masas, allá por 1.888. Tanto, que la fotografía ha pasado a convertirse en un formato clave y omnipresente en nuestras vidas.
Pongamos un ejemplo: sin fotografí,a nuestra memoria colectiva e histórica sería mucho más débil. Antes de su llegada, disponíamos sólo del medio escrito (y la pintura, esa fotografía artesana) para reflejar los grandes episodios de la historia. Es una parte primordial de muchos otros ámbitos: la prensa escrita, la moda, la publicidad… y hasta de nuestro propio recuerdo. De acuerdo, según algunos estudios somos capaces de almacenar unos 2,5 petabytes de información, algo así como 3 millones de horas de vídeo, pero no nos viene mal una ayuda. Y ahí la fotografía juega un papel primordial.
Todos y cada uno de nosotros guardamos mil recuerdos fotográficos. Recuerdo mi primera experiencia fotográfica, hace ya unos cuantos años, el día en que mis padres, después de mucho insistir, me dejaron coger la cámara de fotos por primera vez para hacer una foto de grupo de toda la familia. El resultado no pudo ser peor, y desde entonces una foto de los pies de mis progenitores se ha convertido en tema de conversación en las comidas y cenas en familia.
Todos nos hemos sentado a ver las fotos familiares, descubriendo en ellas mil formatos y tamaños. Desde las que se hicieron con las más clásicas cámaras de casi 1 kg. de peso hasta las compactas, pasando por las míticas Polaroid. Cambian los formatos, cambian las fotografías y cambian incluso las formas de consumo una vez realizadas: si antes disponíamos de trescientos álbumes familiares que se convertían en una auténtica losa cuando tocaba mudanza, ahora sólo necesitamos una memoria digital. Lo único que no cambia es la voluntad de conservar y compartir todos los momentos de nuestras vidas que no queremos que se nos escapen.
Con la llegada de la fotografía digital y, más aún, con la integración de las cámaras en nuestros smartphones, la fotografía volvió a reinventarse, a crear nuevas formas de uso y a llenarnos de posibilidades. Podemos compartir, retocar y hacer mil experimentos.
Sin embargo, sí existe una constante en lo que a fotografía actual se refiere es la ocasional pérdida de naturalidad. A veces, y gracias sobre todo a la función más ‘social’ de la fotografía actual, nos olvidamos de vivir y nos preocupamos más por el ‘mostrar’, lo que provoca que incluso lleguemos a perdernos de alguna manera esos momentos que queremos capturar y guardar con nosotros para el futuro. ¿No es irónico?
Esa fue, precisamente, una de las ideas que estuvo más presente durante la fase de creación de AudioSnaps, nuestra particular aportación a la compleja historia de la fotografía. Después de muchos experimentos y pruebas intentando dar con ese ingrediente secreto lo encontramos: el sonido ambiente, añadido a esa imagen, era capaz de erizarnos la piel, de devolvernos esa sonrisa que ya no siempre conseguíamos al hacer una fotografía. Y así surgió nuestro proyecto: una aplicación para móvil capaz de generar fotografías con audio, un archivo fotográfico al uso con cinco segundos de sonido ambiente en su interior.
El objetivo estaba claro: hacer todavía más vívidos y realistas nuestros recuerdos, captar aquellos matices que, muchas veces, se quedaban atrás al capturar solo una imagen. Todo, sin ningún tipo de intervención extra por parte del usuario, sin cambiar su forma de realizar las fotografías ni añadirle complejidad. Porque al fin y al cabo, lo importante es vivir esos momentos. El capturarlos y guardarlos es nuestro privilegio añadido.