Una nueva investigación ha creado un método más eficiente para almacenar hidrógeno, de manera que requiera menos energía.
El principal problema del hidrógeno es su almacenamiento y transporte. Estos dos factores son las razones que impiden la disminución de su precio, a pesar de que la tecnología actual ya es capaz de utilizarlo eficazmente como combustible.
En su forma natural el hidrógeno es un gas, con lo que los tanques donde se conserva deben ser muy grandes, dado que ocupa un gran volumen. En estos contenedores, además, se debe mantener una presión alta con el fin de comprimir lo máximo posible el combustible y ahorrar espacio. Ni qué decir tiene, estas condiciones necesitan de un aporte de energía externo para lograrse.
A la hora de almacenar hidrógeno otro de los inconvenientes son las fugas de gas. No en vano se trata del elemento de la tabla periódica más ligero y se escapa fácilmente de los tanques en pequeñas cantidades. Hoy en día se han encontrado fórmulas para reducir estos escapes y hacer que sea factible como combustible, pero queda un largo camino para resolver de una manera eficaz este problema.
La investigación que ha llevado a cabo un equipo de la Universidad de California, en San Siego, aborda estas cuestiones. El trabajo forma parte de un proyecto financiado con 1,2 millones de dólares, en el que colaboran la National Science Foundation de Estados Unidos, la Alfred University, la Universidad de Nevada (en Reno) y la mencionada universidad de la costa oeste.
El objetivo ha sido buscar materiales que puedan almacenar hidrógeno de forma sencilla y eficiente. Para esto han puesto su atención en el proceso de fabricación de la cerámica, más rápido y también más barato que el que se usa normalmente para producir los materiales que componen los tanques de combustible.
Los investigadores han mezclado hexaborato de calcio, estroncio y hexaborato de bario para crear una caja de boro con cerámicas de estructuras cristalinas dentro. Los investigadores mezclaron boro con nitratos de diferentes metales y combustibles orgánicos como la urea en una celda, sometiéndolos a temperaturas algo inferiores a 400 grados centígrados. El resultado es que estos compuestos prenden y generan calor. De esta forma los contenedores que almacenen hidrógeno no necesitarán un aporte externo de energía para mantener su carga.
Imagen Derrick Coetzee