Por algún motivo probablemente no casual, se están acumulado en mi buzón de lectura bastantes textos sobre robótica y su impacto en la sociedad. Que los robots se incorporarán a nuestras vidas lo sabemos desde hace muchísimos años. Sin embargo, el proceso está siendo tan paulatino que está dando tiempo a que nuestras mentes se acostumbren poco a poco e incluso a que, de vez en cuando, el cine de ciencia ficción le dedique alguna muestra sobre el tema con películas como «El hombre bicentenario» o «Yo, robot».
Acaba de aparecer un eurobarómetro de la Comisión Europea que pregunta a los ciudadanos cuál es su actitud hacia los robots, los que hay y los que vendrán. La lectura resulta extremadamente curiosa, sobre todo, cuando se pone en contexto con los últimos acontecimientos ocurridos tanto en el terreno tecnológico como en el social.
Lo primero que me llama la atención es que las personas identifican los robots con las máquinas que se utilizan en las fábricas para realizar tareas mecánicas de producción. Pero tampoco son pocos los que ya asocian este término con asistentes que ayudan en las tareas domésticas. A continuación, el singular plantemiento utilizado para realizar esta pregunta:
No es extraño que el uso industrial sea el que más se relaciona con los robots. Llevan muchos años presentes en las fábricas y, además, se están generando muchas expectativas vinculadas a los cambios geopolíticos que se puedan desencadenar. E incluso se cree que es posible construir fábricas más eficientes, gracias al uso intensivo de la robótica junto a una optimización de los procesos de fabricación. De esta forma, se conseguiría que estas industrias fuera económicamente rentables y regresara la fabricación a muchos países de los que tuvo que emigrar.
La tecnología necesaria para hacer esto posible está mejorando día a día. Este artículo del Technology Review muestra un robot, cuya principal característica es su capacidad para aprender a hacer nuevas tareas de forma razonablemente sencilla. Este es un paso clave ya que las cadenas de producción tradicionales siempre adolecían de la falta de flexibilidad. Por eso se utilizaban para realizar grandes series de producción ya que solo cuando existían grandes volúmenes de demanda su uso se hacía rentable.
Volviendo al informe de la Comisión Europea, los encuestados sienten una cierta preocupación por el aumento en el uso industrial de la robótica. Sobre todo, por la perdida de puestos de trabajo que esto puede conllevar. Y mas curioso aún resulta la segmentación por países. Mientras en Holanda y Finlandia el sentimiento es moderado (alrededor del 50%), en Portugal, Grecia y España este sentimiento se encuentra muy acentuado (alrededor del 85%). Una situación nada extraña si consideramos la situación económica presente en cada uno de ellos.
Este nuevo modelo de fabricación podría traer más empleo si las fábricas comenzaran a regresar y se acercaran más a los consumidores. Esto requeriría menor número de trabajadores pero con mayor formación, con un perfil medio-alto. Lo que me lleva a pensar en la necesidad de hacer un esfuerzo formativo, máxime cuando ya conocemos algunos datos sobre el nivel educativo que tienen aquellas personas que no consiguen encontrar un puesto de trabajo.