A pesar que ya lo profetizaban los grandes gurús tecnológicos de las décadas de los sesenta y setenta del pasado siglo, no ha sido hasta la oleada, o más bien el tsunami, de los medios sociales en los últimos años en que podemos hablar realmente del concepto de identidad digital, o lo que es lo mismo, de la existencia de nuestro otro yo en las redes. Todo lo que escribimos, expresamos y comentamos en Internet; todos los contenidos que cargamos en distintas plataformas abiertas; todo lo que dicen los demás de nosotros, configuran la proyección de nuestra imagen en el ciberespacio.
En este marco, surgen definiciones tan poéticas y sugerentes como la de “identidad mosaico”, que hace alusión a cómo se dibuja nuestra personalidad en las redes a través de los fragmentos de contenido, propio o ajeno, que seleccionamos, exponemos y combinamos en nuestros distintos espacios públicos digitales (por ejemplo, un post en un blog, un “me gusta” en Facebook, un retweet, un vídeo embebido de YouTube…). Este concepto está directamente asociado a la cultura fragmentaria mediática actual, definida por el filósofo Abraham Moles , que fragmenta la lógica tradicional del modelo lineal humanista anterior seguida por los medios de comunicación respecto a los contenidos.
De esta forma, el mundo digital nos refleja como un espejo roto, fragmentado en añicos, que ofrece una versión atomizada de nosotros a través de pequeños trocitos que combinados configuran quiénes somos en las redes.
Otro factor que destacan los sociólogos es la fascinación que nos produce el reflejo propio en las redes, el nuevo narcisismo de ver nuestra identidad reflejada en la tecnología, que McLuhan ya hace décadas definía de la siguiente manera:
“Lo que el mito [de Narciso] pone en relieve es que el hombre queda inmediatamente fascinado por cualquier prolongación de sí mismo en cualquier material distinto de su propio ser.”
La tecnología nos ha permitido reconstruirnos en el entorno digital, exponernos públicamente como en un tablado de marionetas, y guiar desde el mundo “real” una representación dramática de lo que somos. El problema es que no somos los únicos que mueven los hilos de las marionetas; nuestra identidad digital también la construye nuestra interacción con los otros.
Se puede profundizar en el tema de la identidad digital en el último número de la revista Telos , que le dedica su dossier central a través de varios artículos de distintos autores, como Miguel Pérez Subías o Genís Roca.