Bacteria Jardinería Tierra Felicidad

La jardinería te hace feliz debido a una bacteria

Estamos acostumbrados a beneficiarnos de la naturaleza a través de multitud de fuentes. Recientemente se ha descubierto que la tierra es una de ellas. El suelo es el hogar de una bacteria muy beneficiosa, llamada Mycobacterium vaccae.

Que te guste dedicarte a la jardinería tiene una explicación científica. La razón de que nos sintamos felices cuidando un huerto es una bacteria.

Y es que, el contacto con la naturaleza es vital para la felicidad humana. Sus beneficios incluyen la práctica de ejercicio, socialización o exposición a luz natural. No es casualidad que los niños disfruten tanto jugando con barro y corriendo en el parque. De hecho, se establece una clara conexión entre una buena salud mental y haberse criado en una zona rural, rodeada de zonas verdes.

David Strachan corroboró la hipótesis de la higiene en 1989, donde validó que las personas que viven lejos de lugares verdes con presencia de animales de granja tienden a sufrir problemas en su sistema inmune que ocasionan alergias y asma.

La Universidad de Colorado descubrió una bacteria que tenía efectos en las personas con depresión. Su nombre es Mycobacterium vaccae, una bacteria no patógena que puede encontrarse en la tierra.

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En su estudio comprobaron que la Mycobacterium vaccae aumentaba notablemente los niveles de serotonina y norepinefrina en el cerebro de ratones. El efecto de la bacteria es equivalente a fármacos como el Prozac, utilizado comúnmente para controlar la depresión. El contacto con la tierra sería, por tanto, un antidepresivo natural.

Los beneficios de la bacteria también incluían efectos antiestrés. No solo una mayor tolerancia, sino también una respuesta más lenta al mismo.

La Mycobacterium vaccae se ha utilizado en estudios relacionados con la quimioterapia, mejorando la calidad de vida de los pacientes. La bacteria paliaba las náuseas y el dolor, mejorando su sistema inmunitario. Los autores del estudio afirmaban desconocer los mecanismos moleculares que consiguen que la bacteria tenga efectos antinflamatorios.

Lowry y su equipo han presentado un estudio recientemente que confirma el responsable de las cualidades de la bacteria: un ácido graso.

Al conseguir aislar este ácido graso será posible utilizarlo a modo de vacuna para volver a las células inmunes a la inflamación.

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