Cuando Santiago Ramón y Cajal recibió el Premio Nobel de Medicina o Fisiología en 1906, su trabajo había revolucionado (¡y de qué manera!) el conocimiento en biología y neurociencia de la época. Cajal fue un verdadero pionero en la investigación, cuyas ideas marcaron un antes y un después en la ciencia en general, y en el estudio del cerebro en particular.
Cajal había nacido en 1852 en un pequeño pueblo de Navarra, Petilla de Aragón, desde donde se mudó por el trabajo de su padre a varias localidades aragonesas. Siendo aún un niño, demostró sus enormes habilidades dibujando, cualidad que emplearía siendo ya un científico de renombre. Cajal estudiaría en Huesca, aunque se desplazaría a Zaragoza para cursar estudios de medicina. Tras terminar la carrera, ejercería unos años como médico militar, aunque su verdadera pasión, la investigación en neurociencia, terminaría por cambiar totalmente su vida personal y profesional.
Realizó su tesis doctoral en Zaragoza, y tras una mala época, donde llegaría a sufrir incluso una tuberculosis, fue nombrado catedrático en Valencia. Cajal también trabajaría como docente en las Universidades de Barcelona y en la Complutense de Madrid. Sería en 1889, en el seno del Congreso de la Sociedad Anatómica Alemana en Berlín, en donde Ramón y Cajal expondría las ideas que cambiarían el conocimiento que se tenía hasta el momento del cerebro.
Un congreso que valió un Premio Nobel
En aquel congreso en Alemania, Cajal expondría la investigación que le llevaría a ganar el Nobel en 1906. Hasta aquel momento, se consideraba que todos los tejidos estaban formados por unidades independientes, llamadas células, con excepción del tejido nervioso. En este último caso, al hacer las observaciones microscópicas solo se veía una red enmarañada, pero no se podía visualizar en ningún momento células independientes.
Cajal fue extraordinariamente hábil al aplicar el conocido como método de tinción de Golgi, una técnica novedosa de la época desarrollada por el italiano Camilo Golgi, que a la postre también ganaría el Nobel junto con el español. Gracias al uso de esta tinción, Cajal demostró que el tejido nervioso no era una excepción, y que donde antes se observaba una red difusa, se podía en realidad ver claramente un inmenso conjunto de células, llamadas neuronas, como unidades independientes, pero tremendamente interconectadas.
Ramón y Cajal, además de ser un completo innovador en la época, pudo dibujar sus descubrimientos, dando muestras de una capacidad extraordinaria para las habilidades artísticas, como vemos en la imagen. Un trabajo sin duda formidable, que cambió para siempre la Historia de la neurociencia.
Proyecto CLARITY: un siglo después de Cajal
Cuando ha pasado algo más de un siglo después de la concesión del Premio Nobel a Ramón y Cajal, un nuevo descubrimiento parece revolucionar de nuevo la ciencia en general, y la neurobiología en particular. La construcción de un cerebro transparente a través del proyecto CLARITY ha marcado un precedente importante en la investigación biológica.
Pero, ¿un cerebro transparente es posible? Igual que hace algo más de cien años, los investigadores en la actualidad tienen difícil «ver» el cerebro, ya que se trata de una enmarañada y compleja red neuronal, casi apelotonada en cierto modo, que complica muchísimo observar las conexiones nerviosas.
Con el objetivo de superar estas condiciones, investigadores de la Universidad de Stanford han sustituido la materia opaca del cerebro (constituida principalmente por membranas lipídicas) por una sustancia denominada hidrogel. Este polímero fue introducido en el cerebro de ratones pequeños, mediante la inmersión de sus órganos en grandes cubetas que contenían esta sustancia. Así el hidrogel fue abriéndose paso en el interior del cerebro, para que a continuación los científicos retiraran por un proceso electroquímico las capas de materia opaca. El hidrogel, transparente, ocupó el lugar que antes rellenaba la sustancia lipídica, permitiendo una visualización completa de la red nerviosa del cerebro.
Una aventura apasionante, sin lugar a dudas, que se une a otras investigaciones fascinantes, como el Human Brain Project, que prometen cambiar para siempre la neurociencia, igual que Cajal hizo un siglo atrás. Lo que está claro es que el cerebro, sin duda, sigue siendo un misterio increíble para los investigadores. El reto de seguir conociendo cómo funciona ocupará gran parte del trabajo científico de los próximos años.
Imágenes | Flickr, Wikipedia, La Noche de los Investigadores