¿Puede nuestro cerebro ser hackeado? Cuando la memoria – el refugio final de la información confidencial y, a fin de cuentas, de la personalidad- no puede defenderse a sí misma, ¿qué queda? Mecanismos de ‘seguridad intelectual’ y passwords en pastillas.
Hubo un tiempo en el que nuestra identidad era un asunto íntimo, de perímetro corto. En el mundo rural, aún sin metrópolis y estados, solo nuestra familia, algunos amigos, vecinos y uno que otro representante de la autoridad sabía nuestro nombre y con qué nos ganábamos la vida.
En nuestra era estos asuntos son de consumo abierto. Más aún, son de difusión pública. No toda nuestra identidad va “cargada” físicamente sobre nosotros. Está online, es exhibicionista y come clics y likes. Y está, por supuesto, expuesta a ser hackeada, algo mucho más sencillo que entrevistar a vecinos, amigos, familia y autoridades sobre ti.
También es más fácil que forzarte a dar información. Antes, solo con la tortura o el uso de estupefacientes -deleznables por obvias razones- era posible conseguir información clave, profunda y confiable sin consentimiento de la otra parte. Hoy parece que hackear personas, o evitarlo, será una profesión y un campo comercial inmenso.
El laboratorio del profesor Jack Gallant, de la Universidad de Berkeley, California, parea pensamientos con imágenes y palabras (un ‘Diccionario del cerebro’). Con máquinas donde el magnetismo es protagonista, obtiene IMAGENES que alguien PENSÓ. Chris Berka investiga atletas en su pico de rendimiento, con el fin último de que en algún momento podamos hackearnos y producir el más alto rendimiento a voluntad.
Son investigaciones con increíbles perspectivas y posibilidades: ubicar y eliminar fobias, adiestrar a mayor velocidad, estimular a pacientes con Síndrome de Down. Pero asimismo, podrían representar un camino abierto a la reprogramación forzada, al espionaje ubicuo, a un escenario distópico que ni Vonnegut ni Huxley imaginaron siquiera.
Recientemente la agencia publicitaria BBDO Düsseldorf logró hacer un anuncio que solo tú puedes escuchar. ¿Es acaso una especie de hackeo psíquico primitivo? El artilugio consiste en ventanas de vagón de metro que vibran y transmiten el sonido a través del cráneo de quien se recueste (o se duerma) en ellas.
En otro ámbito, una curiosa mezcla de criptografía con hacking: el Dr. Bojinov, de la Universidad de Stanford, puede programar a cualquier persona con patrones que el mismo individuo no reconoce, para ser el portador de información confidencial que no conoce. Es como la serie Chuck, pero de verdad.
Queda esperar que el azar y las demandas del mercado, equilibren los poderes. Motorola, por ejemplo, trabaja en una píldora que almacena y recuerda por ti los passwords y un tatuaje que los autentifica. Unas de cal, otras de arena.
¿Será que a fin de cuentas el gorro de papel aluminio siempre fue la mejor solución?
Aquí les comparto una charla del neuro-científico Moran Cerf acerca del ‘mind hacking’
Imágenes vía Wikimedia