Tercera brecha digital: ¿es conocimiento todo lo que reluce en internet?

No toda la  información que circula por la red es válida ni todo contenido es conocimiento. Existen malas fuentes de información (falsa o errónea) que a menudo encabezan las listas de resultados de búsqueda de Google.  Otro ejemplo de desinformación puede ser los bulos y noticias sin confirmar que se viralizan por redes sociales como Twitter, y que posteriormente son desmentidas. Y lo peor es que muchas personas no saben discriminar lo que vale en Internet de lo que no. Es por ello que se habla de la tercera brecha digital.

El termino “brecha digital” fue acuñado por Lloyd Morrisett para referirse a aquellos que no tienen acceso a las tecnologías de la información y las comunicaciones, o lo que es lo mismo, acceso al mundo digital. Desde el advenimiento de Internet se han identificado distintas brechas digitales; una primera que hacía referencia a las limitaciones de acceso a la tecnología del mundo en desarrollo, que establecía un serio obstáculo de cara a que los ciudadanos de esos países gozasen de las ventajas de un mundo hiperconectado. Por otro lado, se alude a segundas brechas digitales, esta vez relacionadas con colectivos específicos de personas que no saben o no pueden hacer uso de las redes, sea por limitaciones en su educación, formación, por razones de exclusión social, desarraigo e incluso por motivos de genero, entre otros factores. Finalmente, se ha detectado una tercera brecha digital, y esta vez dentro de la propia sociedad en red.

La tercera brecha está relacionada con la diferencia entre el conocimiento experto y el denominado conocimiento social, es decir, entre las aportaciones que existen en la red de especialistas y toda la información de escaso valor que circula por Internet, impulsada últimamente por las redes sociales. El catedrático de Periodismo Javier Fernández del Moral lo define de la siguiente manera: “¿Cómo se identifica entonces la tercera brecha? Pues justamente con la huida del navegante del conocimiento especializado, con la separación de los mensajes complejos; y ocurrirá indefectiblemente que esa nueva brecha se irá abriendo más y más precisamente a medida que usamos la Red.”

Efectivamente, el problema es, y aquí deberían tener precaución todos los expertos que defienden nuevas formas educativas basadas en las redes, que el usuario se decanta hacia ese conocimiento social huyendo de la complejidad que implica el conocimiento riguroso de calidad. Se abre una brecha entre los que saben acudir a la información de calidad y los que picotean de fuentes de diversa índole que no saben discernir contenidos valiosos de la basura, de la inexactitud y de la mentira.

Aquí cobra relevancia el concepto de alfabetización digital. Tradicionalmente se ha concebido la alfabetización digital como el aprendizaje del uso de dispositivos y programas (por ejemplo, los que ya tenemos cierta edad recordamos procesadores de texto como Wordperfect y WordStar o la suite Open Access,  infinitamente más complejos de manejar que los que usamos ahora, que requerían cursos de formación). Sin embargo, hoy en día la tecnología se ha vuelto transparente dado que el uso de terminales y aplicaciones es mucho más intuitivo que antaño, y los interfaces resultan muy cercanos al usuario.  Todos aprendemos a manejar los aparatos digitales y sus funciones solamente a base de trastear con ellos.

De esta forma, la alfabetización digital cobra una dimensión distinta en el momento actual. Los autores del libro “Alfabetización digital y competencias informacionales”  (Colección Fundación Telefónica/Ariel) aportan una nueva definición de alfabetización acorde con lo expuesto anteriormente: “la alfabetización debe ser un aprendizaje múltiple, global e integrado de las distintas formas y lenguajes de representación y de comunicación –textuales, sonoras, icónicas, audiovisuales, hipertextuales, tridimensionales– mediante el uso de las diferentes tecnologías –impresas, digitales o audiovisuales en distintos contextos y situaciones de interacción social–“.

A pesar de que la  sociedad avanza hacia la plena cobertura de la infraestructura doméstica y escolar de TIC para los menores, los denominados “nativos digitales”, es decir los nacidos en la era digital, manejan la informática, pero no se forman en competencias informacionales.

La citada publicación hace reposar las competencias informacionales en factores como la mejora de la responsabilidad, la participación, el emprendimiento, la capacidad crítica y deliberativa, la comunicación y expresividad, la interacción con el mundo y la mirada global. En suma, se trata de encuadrar el uso cotidiano de la tecnología en el marco de una cultura digital que nos permita llevar a cabo una explotación óptima de ella, minimizando los riesgos de todo tipo derivados de las redes.

Por lo tanto, más que de alfabetización digital deberíamos hablar de alfabetización en la sociedad digital, de cara a contribuir a cerrar esa tercera brecha que nos aleja de la sociedad del conocimiento.

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