Este 20 de marzo se celebra el Día Mundial de la Felicidad, una fecha marcada en el calendario que bien merece dedicarle unos minutos a conocer y averiguar cómo nace, y cómo incrementar este estado y sentimiento en el día a día. Y es que, si el ser humano es pura química, la felicidad no podía sino tener su origen en un pequeño pero importante componente biológico.
Felicidad, ¡qué bonito nombre tienes! Y es que, esta frase no es solo el nombre de una famosa canción. Se trata de todo un alegato de gracias hacia ese sentimiento que hace ver la vida de otro color e inunda los días de filosofía positiva. Bonito, ¿verdad? Tanto que hasta la misma Asamblea General de la ONU decidió decretar una fecha anual para celebrarlo. Así, desde el año 2013, el Día Internacional de la Felicidad se celebra cada 20 de marzo, coincidiendo con la llegada de la primavera.
Tratar de reconocer “la relevancia de la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos y la importancia de su inclusión en las políticas de gobierno” fue el objetivo con el que nació este Día Internacional cuyas implicaciones psicológicas y biológicas van mucho más allá de tan solo 24 horas.
La hormona de la felicidad
Si el ser humano es pura química, la felicidad no podía sino tener su origen en un pequeño pero importante componente biológico: las endorfinas. Estas pequeñas cadenas proteicas se liberan a través de la médula espinal y del torrente sanguíneo para saciar el cuerpo de felicidad. Actúan a modo de opiáceos naturales, almacenándose en el hipotálamo y haciendo que todo se vea de color rosa.
Haciendo deporte, saltando en un concierto, o de risas con los amigos se liberan toda una serie de endorfinas destinadas a incrementar la felicidad a base de mejorar el humor, reducir el dolor, promover la calma o crear un estado de completo bienestar. Pero no es todo biología lo que reluce, y la psicología también quiere llamar a la puerta de la felicidad.
“El bienestar es una habilidad”
El experto en neurociencia afectiva, Richard Davidson, lo tiene claro. La biología no lo es todo en la búsqueda de la felicidad. El afamado investigador concluye que existen una serie de factores psicológicos directos que influyen en el mayor o menor bienestar de la persona, dependiendo de lo que se practiquen.
Disfrutar de las emociones positivas, ser altruista, la resiliencia, la empatía, la generosidad, el cuidado por los demás, una atención refinada y la reflexión mental son los componentes perfectos para mejorar el estado de felicidad personal, según Davidson.
Finlandia, el país más feliz del mundo
Toda una serie de factores que los finlandeses deben de llevar a rajatabla, ya que, tal y como refleja el último Informe Mundial sobre la Felicidad de 2018, elaborado por la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de la Organización de Naciones Unidas (SDSN), Finlandia encabeza la lista de los países más felices del mundo.
Sin embargo, España cae hasta el puesto 36 de los 156 países encuestados y preguntados, entre otros temas, por su Producto Interior Bruto (PIB) per cápita, el apoyo social, la esperanza de una vida sana, la libertad social, la generosidad y la ausencia de corrupción.
Un instituto dedicado a la felicidad
Pero, ¿por qué unas personas son más felices que otras? ¿Cómo se puede medir la felicidad? Y, lo más importante, ¿cómo se puede mejorar la calidad de vida para conseguir ser feliz? Toda una serie de cuestiones que Meik Wiking se ha propuesto resolver a través del Instituto de Investigación sobre la Felicidad.
Junto con la ayuda de economistas, sociólogos, filósofos, psicólogos, antropólogos y politólogos, Wiking trata de llegar a conclusiones sobre cómo se puede hacer más felices a las personas a través de los actos más sencillos del día a día, como, por ejemplo, dar un paseo o disfrutar de un café.
Estudio, aprendizaje, psicología, ciencia, biología… Todos participan y todos conforman este optimista término que tan bonito nombre tiene.