Los tiburones son una amenaza para los cables submarinos de fibra óptica, pero no la única. ¿Por qué lo son? ¿Qué supone la rotura de éstos?
La fibra óptica es uno de los elementos tecnológicos con mejor percepción y apreciación. Es la forma más rápida que tenemos al alcance de descargar y cargar contenidos a Internet, su precio no es nada prohibitivo y en general es un producto apreciado. Android, iOS o Windows pueden tener detractores. ¿Quién rechaza a la fibra óptica? Bueno, hay alguien que se ha convertido en su principal enemigo. Pero vive bajo el agua. Se trata de los tiburones, que por algún motivo tienden a atacar los cables submarinos, y los de fibra óptica se están llevando varios de estos ataques.
No es que sea nada nuevo, desde la década de los 80 existen casos documentados de cables submarinos dañados por culpa de estos ataques, por mordiscos de tiburones, como señalan en Wired. ¿Por qué? La razón es que estos cables submarinos emiten impulsos eléctricos que confunden a los escualos. Interpretan estos impulsos como señales de vida, es decir, presas cercanas a las que atacar. No obstante, no son ni mucho menos el único peligro que corren los cables, que registran varias decenas de problemas al año derivados de las duras condiciones a las que se encuentran bajo el mar, incluso contando con su elevada protección.
Cualquiera que tenga conexión de fibra óptica en su hogar recordará las palabras que todo técnico suele pronunciar una vez hecha la instalación: «la fibra es muy sensible y frágil, manipular el cable sin cuidado puede provocar su rotura». Así que es fácil imaginar las consecuencias de un ataque así. Esto acabó siendo un problema, y Google, uno de los propietarios de estas infraestructuras submarinas, acabó teniendo que recurrir al uso del kevlar para recubrir los cables y protegerlos de los colmillos de los marrajos.
En el fondo de mares y océanos hay dos tipos de cables: los que conducen electricidad, y los que se encargan de transmitir comunicaciones, bien sea por vía telefónica, por Internet o hasta por fax. A principios de los 80 comenzaron a fabricarse todos utilizando fibra óptica, y en 1983 se sustituyó el último cable que quedaba usando tecnología coaxial a nivel mundial por el de fibra. En ese mismo año, Telefónica desplegó también el primer cable submarino en España, el OPTICAN-1, que tenía más fines experimentales y de ensayo (reparaciones, por ejemplo) que de utilización en sí.
Esto nos lleva al siguiente punto: ¿qué ocurre cuando un tiburón, o cualquier otro de los peligros que habita el fondo del mar, rompen un cable y hay que repararlo? No es nada fácil. Para empezar, estos cables pueden llegar a estar a 8.5 km de profundidad, más de diez veces la altura del Burj Kalifa, el edificio más alto del mundo. Cuando se detecta una rotura, se desplazan hasta el tramo de cable a reparar uno de los llamados «barcos cableros», que izan hasta su cubierta dicho cable para arreglarlo y volver a dejarlo en el fondo del mar.
Hace un tiempo os contamos el proceso exacto de reparación de los cables submarinos contado por Agustín Gutiérrez, uno de los encargados del mantenimiento del cable SAm-1, propiedad de Telefónica, con una capacidad de hasta 2 Tb/s. Cubre prácticamente todo el continente americano con una longitud de 27.000 kilómetros, 24.000 de los cuales están en aguas profundas y 3.000 están en la superficie terrestre. Los dos barcos cableros que están asignados para su mantenimiento están listos las 24 horas del día, 365 días al año, para zarpar en cuanto sea necesario y llegar hasta el tramo dañado. De hecho, están ubicados en posiciones estratégicas para optimizar el tiempo de llegada. Y en ese momento, repararlo y garantizar que las comunicaciones siguen su curso.