La humanidad siempre ha vivido de lo que la naturaleza le ha proporcionado. A diferencia de otros seres vivos, hemos logrado adaptarla a nuestras necesidades y convertir espacios naturales en campos de cultivo, ciudades o infraestructuras que nos hacen la vida más llevadera. Y, aunque por el camino hemos dañado el medio ambiente, todavía estamos a tiempo de ayudar al planeta y fomentar la sostenibilidad. O, más que ayudar al planeta, aprender a convivir con la naturaleza de manera que nuestro impacto no sea nocivo o dañino para la supervivencia de animales, plantas o ecosistemas enteros.
Obviamente no es fácil decidir por dónde empezar o a qué tenemos que renunciar. Además, no causa el mismo impacto un individuo que una gran empresa. Ni tan siquiera contaminan lo mismo dos personas que viven en países diferentes y tienen un nivel de renta distintos. O incluso en el mismo país, pero en diferentes ciudades o barrios.
El principal problema cuando se trata de ayudar al planeta está en la lentitud. Los daños que causamos, sus consecuencias y las soluciones que aplicamos para reducir nuestro impacto tienen un recorrido temporal muy lento. Así que, al ser situaciones a largo plazo, actores tan importantes como los políticos o las empresas no siempre se implican tanto como debieran. Y lo mismo le ocurre a millones de individuos que necesitan ver las consecuencias de sus acciones de manera inmediata.
Pero lejos de curarnos las heridas o de caer en el miedo o la desesperanza, vayamos al grano. ¿Qué podemos hacer, como personas de a pie, para ayudar al planeta? Puede que no lo salvemos nosotros solos, pero, sumando las acciones de todos, poco a poco cambiaremos una dinámica y unos hábitos que, de seguir así, nos llevarán a un futuro poco esperanzador para el planeta y, en consecuencia, para el propio ser humano.
Viajes y movilidad para ayudar al planeta
Según la Agencia estadounidense de protección ambiental, los gases de efecto invernadero vienen causados, por orden de más a menos, por el transporte, la generación de energía eléctrica, la industria, comercios y residencias y, finalmente, la agricultura. Así que empecemos por lo primero: el transporte.
Para el día a día: dejar el automóvil en casa y usar el transporte público. Si no queda otra que usar un automóvil privado, compartirlo con otros y procurar recurrir a opciones eléctricas es una forma de, al menos, reducir su impacto. Otra idea beneficiosa es priorizar la bicicleta y otros medios de transporte similares en zonas urbanas.
Obviamente, no es lo mismo vivir en una zona urbana que en un pueblo aislado. No es lo mismo trabajar al lado de casa que hacerlo a kilómetros de distancia. Cada caso es particular. Y, también, cada uno sabemos qué podemos o no cambiar.
Reducir nuestro impacto ambiental
Como explica el bioquímico y divulgador científico José Miguel Mulet, autor de varios libros, entre ellos Ecologismo real, “vivir mancha”. Es decir, por el mero hecho de estar vivos tenemos un impacto en el medio ambiente. Nosotros y cualquier ser vivo. A partir de ahí, que ese impacto sea aceptable o excesivo dependerá de nuestra forma de vida.
No es lo mismo vivir en ciudad que en un pueblo, hacerlo en una casa o en un apartamento, trabajar cerca o lejos de donde vivimos, desplazarnos a kilómetros de distancia en vacaciones o movernos poco, vivir solos o en familia…
Una de las claves para ayudar al planeta, por lo tanto, consiste en reducir esa huella ambiental. Esta es una de las tres erres a las que habitualmente se hace referencia. ¿Y cómo conseguirlo? Por ejemplo: comprando menos y, también, comprando bien; consumiendo menos agua y electricidad y, cuando se haga, haciéndolo con eficiencia; o reduciendo la generación de basura mediante, por ejemplo, una compra más sensata (solo aquello que se va a consumir), evitando tirar lo que todavía está en buen estado, etc.
Reutilizar y reciclar
Las otras dos erres de la regla de las 3 erres son, justamente, reutilizar y reciclar. Además de reducir, ayudará al planeta el darle una segunda vida lo que tenemos en casa. Por ejemplo: alargando la vida de ropa, utensilios, electrodomésticos o muebles También donando aquello que no necesitamos o vendiendo de segunda mano para quienes tal vez puedan darle una segunda vida.
Y, si no queda más remedio y no se puede reutilizar algo, la mejor opción es reciclarlo. Lo orgánico se emplea para compost o para generar energía con su quema. Envases como papel y cartón se emplean para fabricar más envases de estos materiales. Lo mismo con el vidrio. El plástico es un tema más peliagudo, ya que hay muchos tipos de plástico y algunos salen más rentables que otros. Es decir, que no todo el plástico se recicla. De ahí la necesidad de reducir su consumo y reutilizarlo antes que enviarlo a reciclar o tirarlo directamente a la basura.
Electrodomésticos, electrónica, pilas y baterías son también elementos que contaminan por su mal o nulo reciclaje. Por nuestra parte, debemos alargar su vida al máximo. Y, si no queda más remedio, dejarlo en instalaciones especializadas en su procesado.
Ayudar al planeta con el autoconsumo
Además de reducir nuestro consumo de electricidad, cada vez se apuesta más por el autoconsumo. Las empresas generadoras de energía optan por las instalaciones eólicas y solares para generar energía de manera sostenible. Y los particulares y empresas en general podemos hacerlo también para nosotros mismos a través de placas solares.
En función de dónde vivamos, podemos plantearnos el instalar placas solares. Puede que no cubramos el coste total de energía, pero sí una parte del mismo. La oferta de este tipo de solución va en aumento. E incluso empresas como Telefónica lo ofrecen.
En concreto, a través de la marca Solar360, gestionada por Repsol y Movistar. El objetivo es ayudar a los particulares a saber si este tipo de instalaciones se pueden instalar en sus domicilios, su coste y qué les supondría de cara a reducir su consumo eléctrico y/o a generar suficiente energía para su propio hogar. El servicio incluye asesoramiento, instalación y mantenimiento.