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Inesperado hallazgo: nuevas especies en un hábitat no tan virgen

En un contexto de crisis ambiental donde los recursos naturales escasean y muchas especies animales y vegetales enfrentan la extinción, hay noticias esperanzadoras. Un grupo de investigadores de la ONG Conservación Internacional ha descubierto en Perú casi una treintena de especies nuevas para la ciencia. Esto supone un sorprendente hallazgo para los exploradores por la cantidad y variedad de ejemplares encontrados en una zona en contacto con la actividad humana.

Un ratón anfibio, un pez de cabeza abultada y una salamandra trepadora son algunos de los hallazgos. En total, se han documentado más de dos mil especies, de las cuales 27 eran desconocidas para la ciencia. La expedición tuvo lugar en el Paisaje Alto Mayo, que comprende desde los Andes hasta la Amazonía peruana. Se trata de un «mosaico complejo de ecosistemas y comunidades, que incluye territorios indígenas, pueblos y ciudades», explica el comunicado. Precisamente, este aspecto ha sorprendido a los investigadores pues es una zona altamente poblada para un hallazgo de tal relevancia y cantidad de especies animales.

El hallazgo: 27 especies nuevas para la ciencia

La expedición de Conservación Internacional estuvo compuesta por un equipo de 20 personas entre científicos y guías locales, y duró 38 días. El balance fue de 2.046 especies animales y vegetales documentadas: 27 de ellas nuevas y 49 en peligro de extinción. Los biólogos destacan que cuatro de los 27 son mamíferos, uno de los grupos de animales más estudiados, algo que aumenta el asombro de encontrar nuevas especies de esta categoría. También resulta sorprendente el hallazgo de un ratón semiacuático (adaptado para vivir en tierra y agua) en una zona pantanosa. Se trata de un roedor semiacuático, un grupo de animales sumamente inusuales.

No solo impresionó la cantidad de especies encontradas, sino también el lugar donde fueron avistadas algunas de ellas, como es el caso de la rana arlequín, catalogada en peligro crítico de extinción por la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). «Casi no me lo creo. Esta especie no es que esté solo en peligro, sino que nunca se había encontrado en esta parte baja de la montaña. Fue nuestro primer descubrimiento y el presagio de más cosas por venir», afirmó Trond Larsen, biólogo de Conservación Internacional.

Momentos antes de encontrar a la rana arlequín fuera del área a la que le tenían asociada, se toparon con las huellas de un carro cargado de madera y tirado por un burro. La zona del Alto Mayo alberga numerosos asentamientos humanos. Esto implica presiones agrícolas o de deforestación. Ahora bien, frente a la riqueza de este hallazgo y la gran cantidad de especies, los científicos concluyen en que la naturaleza y los seres humanos han podido prosperar juntos. «Encontramos que áreas cercanas a pueblos todavía sostienen una biodiversidad increíblemente alta, incluyendo especies únicas que no se encuentran en otros lugares», afirmó Larsen. «Estos hallazgos subrayan que la biodiversidad puede persistir en áreas influenciadas por humanos, pero solo si los ecosistemas se gestionan de forma sostenible«.

Un área «resiliente e interconectada»

Conservación Internacional colabora con las comunidades locales de Alto Mayo para fomentar una convivencia sostenible con su hábitat, ya que estas comunidades se han visto obligadas a recurrir a prácticas agrícolas que han derivado en la deforestación. Para conseguir sustento económico sin perjudicar a su entorno ambiental, han optado por el cultivo de plantas medicinales, como la camomila, y sistemas agroforestales. La agroforestación o sistemas agroforestales consiste mezclar intencionalmente árboles y arbustos con cultivos para obtener beneficios ambientales y económicos de manera sostenible.

La expedición se enmarca en este esfuerzo para que las comunidades gestionen sus recursos de manera respetuosa con el medio ambiente. También se busca conservar los «parches» restantes de «gran biodiversidad» y los resultados de la expedición parecen prometedores. «Para proteger la naturaleza hay que saber primero que hay. Comprendiendo donde vive la vida silvestre, podemos hacer una mejor gestión de tierras e identificar las mejores áreas para la conservación y actividades sostenibles como el ecoturismo, la tala selectiva y la agricultura sostenible», dice Diego Dourojeanni, líder de la colaboración entre Conservación Internacional y las comunidades indígenas de Alto Mayo.

La tecnología utilizada en la expedición

Es bien sabido que la tecnología es un gran aliado para muchos campos, especialmente en el ámbito de la investigación. En el hallazgo y documentación de estas nuevas especies, los investigadores complementaron los métodos tradicionales de muestreo con los siguientes tres, entre otros:

  • Cámaras trampa. Son dispositivos con sensores de movimiento que permiten, mediante fotos y vídeos, el registro especies animales que circulan un área concreta. Estas cámaras, también conocidas como cámaras de fototrampeo o cámaras de rastreo, se suelen instalar en troncos de árboles.
  • Sensores bioacústicos. La bioacústica es el estudio del comportamiento comunicativo de los animales a través de señales sonoras. Los sensores bioacústicos capturan y analizan los sonidos producidos por organismos vivos en su entorno natural.  
  • ADN ambiental (eDNA). Se trata del material genético que los organismos dejan en su entorno (células desprendidas, como piel, pelo, heces, saliva, mucosa…) y se encuentra disperso en el agua, el suelo, el aire o el hielo. En el caso de esta expedición, se recolectó ADN en el agua. Es una práctica que ha abierto mucho camino además de ser poco invasiva para monitorear la biodiversidad. 

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