Como muchas ideas sobre las últimas innovaciones, la «Creatividad Calculada» no es nueva. Motivos superiores a los artísticos, como el poder o el beneficio económico, han dominado la creación cultural desde la antigua Mesopotamia, donde los reyes encargaban esculturas a su semejanza para cimentar su autoridad, inspirar adulación y fomentar la sumisión.
La historia de las artes visuales, la música, la literatura y el entretenimiento ofrecen un sinfín de estudios de casos de «Creatividad Calculada». Los artistas del Renacimiento fueron fundamentalmente para aumentar el prestigio y el estatus de los poderosos comerciantes y líderes religiosos, más allá de la expresión artística.
En el campo de la música, una vez que irrumpió el modelo de la boyband (primero con los Beatles, aunque fueron los Monkees los que explotaron descaradamente su potencial), la industria musical se deleitó reproduciéndolo por los beneficios garantizados que reportaba en todo el mundo, hasta el día de hoy. La génesis del entretenimiento televisivo en los años 50, la telenovela (soap opera en inglés), surgió como un formato para vender precisamente jabón (soap en inglés).
Ahora nos encontramos en un momento en el que un nuevo participante – la inteligencia artificial – se ha unido al antiguo baile entre la creatividad y el interés comercial en todo el espectro cultural. Algunos la consideran una nueva y poderosa herramienta creativa, mientras que otros lamentan que alterará y destruirá irreparablemente la cultura. Sin embargo, la IA continuará manifestándose como creadora de cultura de múltiples formas en el cine y la televisión, en el arte, en la literatura y en la música.
Optimización de la cultura
La IA, fundamentalmente, tiene como objetivo la optimización y eficiencia. En sectores como el de la salud o el manufacturero, se aplica para hacer más, mejor, más rápido -y, muy importante, por menos- de lo que los humanos son capaces de hacer. Las industrias culturales que están siguiendo este ejemplo están explorando actualmente aplicaciones de la IA que pueden mejorar tanto los procesos de creación como los de consumo.
¿Qué sucede entonces cuando se aplica una tecnología que busca optimizar, de manera rápida y barata, las industrias culturales que, también (aunque no exclusivamente), fabrican ideas profundamente enriquecedoras, conmovedoras y que invitan a la reflexión? ¿Qué creará? ¿Cómo? ¿Será buena? ¿En qué condiciones puede existir legítimamente? Y, más importante aún, ¿qué harán de ella los que la reciban (es decir, el público o los aficionados)?
Antes de intentar responder a estas preguntas, veamos primero cómo se manifestará exactamente la IA en la creación y consumo de entretenimiento.
Manifestaciones de la IA en la creación de cultura
1. Motor de descubrimiento
Las plataformas dedicadas a los contenidos culturales (principalmente música y entretenimiento) buscan constantemente mejorar sus motores de descubrimiento alimentados por algoritmos. En el proceso, fragmentan las audiencias en nanoclusters, grupos lo suficientemente maduros a los que dirigirse con contenidos de acuerdo con gustos, modos y estados de ánimo muy específicos.
Estos motores cada vez más sofisticados no sólo permiten al público encontrar contenidos culturales, sino que también han animado a millones de creadores a salir de subculturas pequeñas/especializadas/obscuras, permitiéndoles encontrar, nutrir y monetizar, de repente, un público considerable.
2. La mentalidad del creador
Esto se relaciona específicamente con la creación de imágenes, de vídeos musicales en plataformas como YouTube, Spotify e Instagram, cuyos respectivos algoritmos favorecen los contenidos más consumidos de forma sostenida. Esto ha dado lugar a que dichos algoritmos posiblemente secuestren la mentalidad colectiva de los creadores, impulsándolos a optimizar su producción para obtener el máximo rendimiento y captar así la atención de los usuarios.
Populares artistas, guionistas de cine o televisión de éxito y productores de música pop han actuado seguramente en condiciones similares durante décadas, aunque sin las ventajas de los sistemas de medición en tiempo real disponibles en la actualidad o la motivación de los grandes beneficios derivados de la publicidad a los que los creadores nativos digitales tienen acceso hoy en día. Una consecuencia notable de la mentalidad algorítmica es el despliegue de temáticas extremas para obtener los mayores beneficios.
Las expresiones creativas que entrañan peligro, arrebatos psicóticos, indignación, belleza extrema, hiper-sexualidad o muestras de una riqueza ostentosa son las monedas más valiosas, dada su capacidad para desencadenar respuestas emocionales más intensas y, por lo tanto, enganchar más a los usuarios.
3. Herramientas de optimización
En el cine, la música y la literatura a través de internet, los datos se han convertido en un ingrediente crucial en los procesos de creación (House of Cards de Netflix es un ejemplo notable de esta tendencia).
Actualmente está surgiendo toda una nueva industria para facilitar este enfoque a la creación cultural. Estas iniciativas, basadas en IA, suponen una forma de proporcionar a productores, creadores y distribuidores el máximo retorno de la inversión, confiando a los datos todos los aspectos de su producción creativa.
En el sector del entretenimiento, empresas como Script Book y Cinelytics están a la cabeza, posicionándose como una interfaz entre la creatividad y la tecnología, proporcionando análisis en tiempo real en torno a presupuestos, géneros, clasificaciones, recaudación en cines de directores y miembros del reparto, y temáticas. Si al algoritmo no le gusta algún ingrediente, puede alertar a los creadores para que lo cambien por otro que tenga más probabilidades de garantizar el éxito.
4. Catalizador creativo
Los artistas y creadores que experimentan con la IA han descrito unánimemente la tecnología como un catalizador creativo que los empuja más allá de su zona de confort provocando que sus cánones evolucionen de nuevas maneras. Entrenados con palabras, melodías, movimientos o imágenes creadas o seleccionadas por los artistas/creadores, la IA (en forma de software generativo) puede generar nuevas expresiones de su creatividad, todo ello mientras el artista sigue teniendo el control y decide qué hace justicia a lo que quiere expresar.
Con el desarrollo de tecnologías como las resonancias magnéticas portátiles o los GAN (Generative Adversary Networks o Redes Generativas Antagónicas en español), será posible que los creadores puedan dar vida a sus creaciones simplemente pensando en lo que quieren expresar, sin tener que aplicar su destreza, tiempo o herramientas en ello.
5. Narración de historias con capacidad de respuesta
A medida que evolucionan las tecnologías de la IA que rastrean el instinto, la personalidad y la emoción (lo que puede ayudar a los creadores a anticiparse a las decisiones de su público en tiempo real), la producción cultural se adaptará cada vez más a las necesidades del público en tiempo real.
Las reacciones de los usuarios y su significado cobrarán mucha importancia para los narradores y animadores virtuales, ya que les permitirá alcanzar nuevas cuotas de implicación de los usuarios, más allá de los confines de la pantalla. Los sensores de movimiento y emoción, así como la visión por computadora pueden facilitar experiencias ambientales convincentes, tentando la expresión física y provocando respuestas atractivas.
6. Creador autónomo
Varios experimentos están llevándose a cabo en torno a muchas formas de cultura, gracias a que la primera generación de creadores de cultura autónomos basados en IA ya están siendo entrenados.
No obstante, existe una concepción ligeramente errónea sobre la noción de autonomía: los pintores robots, los escritores de ficción basados en software y los compositores sintéticos todavía tendrán que formarse a partir de los datos existentes del contenido generado por los creadores humanos para poner en marcha su proceso de creación.
Mientras esperamos al momento en que podamos consumir algo más que los experimentos que salen de varios laboratorios, es un buen momento para empezar a preguntarse qué papel o papeles pueden asumir en la cultura las historias creadas de forma autónoma, y más importante aún; qué papel queremos que asuma.
¿Producirá la IA el equivalente a los nuggets de pollo de las historias, es decir, un relleno con pocos o ningún nutriente que termina dejándonos vacíos e insatisfechos? Esta sería la analogía más clara para entender la capacidad de la IA de producir grandes cantidades de forma barata para obtener el máximo beneficio, como si de comida rápida se tratara, y que podría generar como resultado una división entre aquellos que pueden permitirse historias más «nutritivas» que tienen un precio más alto, y aquellos que no tienen otra opción.
¿O producirá cambios de humor funcionales que pedimos y consumimos cuando queremos sentirnos de forma diferente? ¿Producirá falsificaciones promedio y baratas que parezcan ser lo suficientemente buenas y por lo tanto de mejor valor – el equivalente cultural de un bolso de Chanel falsificado? ¿Podría demostrar que los escépticos están equivocados y producir un «nuevo subgénero de la cultura» aclamado por la crítica (Hito Steyrl, Possible Minds, 2019)?
La respuesta a todas estas preguntas probablemente sea afirmativa, pero queda por ver cuáles son las preguntas que serán la base de la transición entre lo que hoy son experimentos impulsados por la tecnología a lo que serán las historias más demandadas con las que la gente se implicará y que, con el paso del tiempo, más anhelarán.
La posibilidad tecnológica frente a las verdades humanas
Sin embargo, hay una verdad humana en particular que no puede ser ignorada por aquellos que intentan empujar los límites de la creación dirigida por la tecnología. La mayoría de las veces, la familiaridad con la vida de un creador de cultura, sus valores, influencias creativas y puntos de vista enriquecen la experiencia de sus creaciones, en todo el espectro cultural. Esto plantea la cuestión de si la cultura puede todavía conectar con nosotros a un nivel profundo y satisfactorio cuando se saca de ella la humanidad del creador (incluyendo sus experiencias procesadas de forma única).
El cineasta Alfonso Cuarón se basó en sus experiencias y el fuerte vínculo materno con el ama de llaves de su familia para escribir Roma, y a su vez creó algo que resonó profundamente (contra viento y marea, y a pesar de los subtítulos) en una popular plataforma de streaming.
El trabajo del músico Nick Cave conecta en momentos de desesperación porque su música se inspiró en la pérdida personal del amor y la familia con la que se identifica su oyente. El pianista y compositor Chopin vivía perpetuamente enfermo de amor (y físicamente de sífilis), lo que le privó de su fuerza física y emocional y dio lugar a algunas de las melodías más delicadas compuestas para el piano. Este contexto no es clave para el disfrute o la resonancia – pero para los aficionados, lo amplifica, amplificando así sus vínculos con él.
Tal vez sea la reciente victoria de Parásitos en los Oscars (y el impacto general que tuvo en las audiencias de todo el mundo) lo que atestigua la importancia del arte, la imaginación y la creatividad en un mundo que busca que la tecnología haga más con menos. De ahí la importancia de protegerlas y defenderlas para no perder en ningún momento la profunda riqueza de sensaciones y la satisfacción que obtiene el espectador.
Baila con cuidado
Está claro que la IA se está estableciendo rápidamente como un nuevo actor en la creación de la cultura y la narración de historias. Tiene el potencial de acelerar la creación y la distribución, pero también de eliminar la toma de decisiones humanas. Podría hacer que la aportación humana al arte, el cine, la literatura o la música fuera redundante, y se optara por soluciones antes que por enriquecimiento, anteponiendo un mayor volumen y mejores rendimientos.
Por otro lado, también podría dar lugar mientras tanto a la aparición de nuevos géneros fascinantes de cultura e historias, y cambiar fundamentalmente la forma en que nos involucramos con ellos. Podemos señalar con cautela que a medida que una parte de la industria se obsesiona con un gran volumen de historias muy rentable, la otra se esforzará por crear historias de calidad excepcional.
Cuando se trata de crear cultura, los creadores de contenidos, sus industrias afines y los órganos de gobierno (instituciones culturales, gobierno, fundaciones, sindicatos, etc.) deben considerar tres implicaciones para el impulso responsable (aunque no menos original) de la creación de cultura basada en la IA, a fin de minimizar la amenaza de dejar que una fuerza impulsada por la optimización de los beneficios disminuya la capacidad colectiva de la cultura para enriquecer nuestras vidas.
1. Intención
Esto concierne principalmente a la relación del creador con su público. Lo ideal sería que la creación comenzara con el deseo de contar una historia convincente o de expresar una idea convincente, antes de averiguar cómo se conectará la gente con ella, en lugar de utilizar las historias simplemente como una forma de comprometerse a cualquier precio y de aumentar el resultado final, especialmente si se hace a expensas del bienestar emocional del público, lo que debe considerarse por adelantado.
2. Experimentación en colaboración
Equipos multidisciplinarios, equilibrando el espíritu emprendedor, la destreza en la ingeniería, las habilidades de análisis de datos y los creadores que saben cómo contar simplemente historias increíbles, poderosas o interesantes.
El ingenio de estos últimos reside en el ingrediente más importante de todos: la comprensión del público. Ser libre de probar cosas, en diálogo con su público, ayudará a establecer intenciones culturalmente relevantes y responsables.
3. Regulación
Al igual que las políticas de «Excepción Cultural» de Francia (por ejemplo, el 40% de la música en la radio debe ser de artistas franceses, de los cuales el 20% debe ser nuevo), los departamentos culturales y los órganos de gobierno de la industria de contenidos deben considerar el establecimiento de parámetros para la cantidad de producción que utiliza la IA en el entretenimiento y la producción de contenidos, así como advertencias que garanticen que la audiencia sea consciente de por qué está viendo lo que está viendo, y ofrecerles otras opciones.
Imagen de cabecera por Pierre Hughye, UUmwelt, 2018.