Era un miércoles soleado de agosto en Barcelona. Aquel día, el destino había decidido cambiar el rumbo de mi existencia. Lo que tenía que ser una analítica rutinaria se convirtió en la noticia más impactante de mi vida: era positivo en VIH.
Unas semanas antes, había contraído una gripe que me había dejado agotado y sin poder trabajar. Los medicamentos que me habían recetado no hacían efecto y empecé a sospechar que lo que me estaba pasando no era normal. Era un joven de 26 años que rara vez se enfermaba y pocas veces me había sentido debilitado de tal manera. Decidí por lo tanto hacerme unas analíticas para quedarme tranquilo.
Incapaz de imaginarme la noticia que me iban a dar, tuve la fantástica idea de ir a recoger los resultados durante mi pausa del medio día. Tenía una hora para comer y me escapé del trabajo para ir a la clínica en cuestión. Tras un corto diálogo con el doctor, la noticia cayó, sin que pudiera creerme lo que me estaban diciendo:
– “Tus resultados han dado positivo en VIH» (Virus de la Inmunodeficiencia Humana).
–»¿El VIH? ¿Yo? Imposible, creo que se han equivocado. ¿Podemos repetir la analítica?”
Son fascinantes los mecanismos que tiene el cerebro para protegernos en ciertas situaciones. En mi caso, mi cerebro optó por la negación. Al negar, obviar y pretender que esto no me estaba ocurriendo, mi inconsciente me protegía de algo que no estaba listo para afrontar.
La segunda analítica también dio positivo y los meses que siguieron fueron una montaña rusa emocional. Tardé varias semanas en hablarlo con mis amigos y casi dos años en contárselo a mi familia.
La tecnología, fuente de información y recursos
Durante mi proceso de aceptación, la tecnología tuvo un rol fundamental para ayudarme a conectar con personas que estaban pasando por lo mismo que yo. Pocas semanas después de mi diagnóstico, encontré por Internet una red de asociaciones y grupos de autoayuda para personas con VIH. Pude escribirles de forma anónima y unirme a sus reuniones semanales para intercambiar experiencias, miedos y retos. Incluso durante el confinamiento por la pandemia de Covid-19, nos seguimos reuniendo telemáticamente y pude beneficiarme de ese apoyo que fue clave en mi proceso de mejora.
Además, las redes sociales me permitieron seguir páginas de noticias y personas que trabajan los temas relacionados con el VIH. Podía ver a diario videos y testimonios de personas visibles y empoderadas. Eso contribuyó de forma muy positiva a reducir el propio estigma interiorizado que tenía sobre la enfermedad. En 2022 se organizó por primera vez el “Pride Positivo” en Madrid, una manifestación para visibilizarse y reivindicar los derechos de las 150.000 personas que vivimos con VIH en España. Esa fue la culminación de años de trabajo personal, que había conseguido en gran parte gracias a la tecnología.
La tecnología y el amor
Hoy en día, una persona con VIH que es diagnosticada rápidamente y toma su medicación adecuadamente, tiene la misma esperanza de vida que el resto de la población. Sin embargo, el estigma relacionado con esta enfermedad que surgió a finales de los años ochenta sigue muy presente en el inconsciente colectivo. La falta de educación sobre los tratamientos actuales hace que poca gente se atreva a tener relaciones con alguien que vive con el VIH.
En los últimos años, han surgido nuevas aplicaciones y plataformas de citas especializadas para personas con VIH e ITS (por ejemplo “Positive Singles”, “Hope” o “Poz Match”). Otras aplicaciones como Grindr también permiten que las personas con VIH se visibilicen (mencionando su estatus) y aportan información de sensibilización sobre el tema para los demás usuarios. La educación es clave para saber que una persona que toma su medicación adecuadamente por más de seis meses es “indetectable”. Ser indetectable significa que la cantidad de virus en la sangre es tan leve, que el virus ya no se puede transmitir (indetectable = intransmisible).
La importancia de la investigación y la educación
Las personas diagnosticadas con VIH en los últimos años nos hemos beneficiado de los avances espectaculares que han hecho la tecnología y la ciencia. Estos avances han mejorado nuestra esperanza y calidad de vida. La tecnología ha mejorado el acceso de los pacientes con VIH a la información y a redes de apoyo. Muchas personas que pensaban no encontrar nunca más el amor lo hicieron. Gracias a la investigación, es probable que la vacuna para el VIH se comercialice dentro de pocos años y que se encuentre una cura en la próxima década. Hasta entonces es necesario seguir desarrollando soluciones para mejorar la vida de las personas afectadas y seguir educando para reducir el estigma existente.
Me gustaría agradecer a todas las personas que trabajan en los sectores de la investigación científica y las nuevas tecnologías por hacer posible que esté todavía aquí para contarlo.
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