Los desperdicios no reciclables se queman y el calor se utiliza para hervir agua. El vapor resultante mueve una turbina generando cantidades de energía nada desdeñables.
Las plantas avanzadas que Noruega ha construido para gestionar sus residuos tienen capacidad para procesar basura a gran escala: hasta 300.000 toneladas al año. De estos desechos se obtiene energía, quemando la materia y después usándola para hervir agua. Los responsables de coordinar este reto aseguran que la energía que se saca de cuatro toneladas de residuos es equivalente a la que produce una tonelada de combustible fósil. El resultado es combustible más barato, menos desperdicios y menor contaminación, una solución ecológica al problema de los vertederos.
Las plantas noruegas no queman residuos que puedan ser reciclados. Éstos se separan y en los incineradores sólo quedan los desperdicios no aprovechables, que se queman a 800 grados. El calor resultante sirve para hacer hervir agua y el vapor que se desprende va a parar a una turbina, cuyo movimiento se transforma en electricidad, almacenable y transportable. Al agua hirviendo también se le saca partido, pues se canaliza hacia hogares y escuelas a lo largo de Oslo.
La última escuela pública de Oslo que utilizaba combustibles fósiles para calentarse en invierno dejará de hacerlo este año para adoptar la energía procedente de los residuos. Una planta en la capital a pleno rendimiento podría surtir de energía a todos los colegios de la ciudad y a 56.000 hogares. De esta forma se emplea menor cantidad de hidrocarburos, emitiendo menos CO2 a la atmósfera y a la vez se practica una gestión eficaz de los residuos.
Los responsables calculan que en 20 años las emisiones de Noruega se podrían reducir a la mitad utilizando la tecnología de estas plantas. Se utiliza muy poca energía para transportar la electricidad acumulada mediante el tratamiento de residuos, por lo que sale rentable llevarla a otras localizaciones. Los autobuses de Oslo son un reflejo patente del éxito del programa, pues la línea 144 funciona con biogás, creado a partir de desechos orgánicos.
No todos están de acuerdo con la política: desde la organización Friends of the Earth Norway, su presidente Lars Haltbrekken señala que el objetivo debería ser reducir la cantidad de residuos y después reutilizarlos. Si esto no es posible, el siguiente nivel debería pasar por el reciclaje y, sólo en última instancia, se tendría que recurrir a la quema para obtener energía.
Haltbrekken alerta sobre la gran capacidad de las plantas noruegas, y no como algo positivo. Cuentan con espacio y recursos para una mayor cantidad de residuos de los que genera el país escandinavo, con lo que se genera una paradoja: Noruega importa basura del exterior. Las ciudades británicas de Leeds y Bristol pagan a Oslo para que se ocupe de la gestión de los desperdicios y convierta su basura en energía.
Imagen: Vertigogen