Si queremos lograr algo, solo hace falta que mezclemos una pizca de empeño con nuestra creatividad. Como ejemplo, basta citar la restauración de un sarcófago en Cambridge, proceso realizado gracias al imaginativo uso de piezas de Lego.
A menudo, cuando hablamos de innovaciones tecnológicas, nos afanamos en pensar en complejos diseños de ingeniería que puedan revolucionar nuestra vida diaria. Sin embargo, la innovación no se basa exclusivamente en la creación de un nuevo producto. A veces basta con adaptar lo ya existente y darle nuevos usos de interés.
Un ejemplo de esta idea se encuentra en una original iniciativa llevada a cabo en el Museo Fitzwilliam, asociado a la prestigiosa Universidad de Cambridge. En sus dependencias se encuentran bustos romanos, obras de Cézanne o incluso manuscritos de Haendel y Virginia Woolf.
Allí también se custodiaba el sarcófago de Hor, una pieza egipcia única, a la que sin embargo, el paso de los años y las condiciones de humedad habían afectado sobremanera. El sarcófago había sido hallado en 1896 en Ramesseum, el templo funerario construido por Ramsés II, y situado en la necrópolis de Tebas. Una vez trasladado a Reino Unido, llevaba 50 años siendo guardado en Cambridge.
Como se puede observar en la imagen, el mal estado del sarcófago provocó que los trabajadores del Museo de Cambridge decidieran iniciar el proceso de restauración de la momia. Pero esta iniciativa no fue llevada a cabo de manera tradicional, sino que el equipo de conservadores del Museo Fitzwilliam se planteó contar con la ayuda de David Knowles, un estudiante de ingeniería de la Universidad de Cambridge.
La restauración del sarcófago de Hor fue realizada utilizando piezas de Lego, los exitosos bloques que marcaron buena parte de nuestra infancia. David Knowles construyó un armazón para poder situar el sarcófago boca abajo, de forma que los conservadores pudieran realizar su trabajo de manera adecuada.
A continuación, usó seis estructuras de Lego para «rellenar» la cavidad, de forma que facilitaran el proceso de restauración del sarcófago. Como explican en la noticia recogida en International Business Times, la utilización de estas piezas no fue algo totalmente innovador, ya que además de en esta restauración, habían sido usadas de manera anterior para la reconstrucción de una pierna prostética.
Como vemos, las posibilidades para innovar son infinitas. Sólo hace falta una buena pizca de creatividad para que aquello que veamos factible sea realidad. Al igual que la restauración de Cambridge o el uso en rehabilitación de las piezas de Lego, la imaginación nos ayuda a generar cambio. En otras palabras, la innovación es posible si queremos.
Imágenes | Alan Chia (Wikimedia), International Business Times, Smithsonian Blog