La tecnología como aliada de la vida cotidiana en el autismo

En primer lugar, hay que subrayar que no hay dos personas autistas iguales, de la misma manera que no hay dos neurotípicos con las mismas características; todos tenemos capacidades y puntos débiles diferentes. Sin embargo, sí que es cierto que el autismo suele presentar unas dificultades comunes: los comportamientos repetitivos, las particularidades en la comunicación, la frustración ante la imprevisibilidad del ambiente. Pero actualmente, gracias a la tecnología, podemos obtener recursos que nos ayuden a transitar la vida de una forma más cómoda, agradable e incluso placentera.

Desde la infancia, los niños y niñas autistas reciben bullying por ser diferentes, por no hablar como los demás -o por no hablar en absoluto, según el grado de autismo-, por tener meltdowns o colapsos debido a la sobreexposición sensorial. En este sentido, es entendible que busquemos herramientas tecnológicas y aplicaciones para adaptarnos al ambiente que nos rodea.

No obstante, debemos recordar que el autismo no es una enfermedad o una patología, sino una condición del neurodesarrollo, y que la ayuda externa que nos brinda la tecnología debería orientarse a mejorar nuestra calidad de vida, a poner límites, a reforzar nuestra autonomía, y nunca a “corregir” taras o defectos individuales, como si hubiera algo roto o defectuoso en nosotros -el esfuerzo de convivencia debería ser recíproco, y no solo nuestro-.

Aplicaciones para mejorar habilidades básicas

En términos generales, y si hablamos de necesidades de apoyo elevadas, existen aplicaciones para comunicarse de maneras alternativas -a través de herramientas de eye tracking, por ejemplo-, incentivar el desarrollo del lenguaje, estimular las capacidades organizativas y la autonomía personal -secuenciando, paso a paso, diferentes actividades- o trabajar la psicomotricidad y la respiración -aprender a gestionar la ansiedad, es, en muchos casos, fundamental para evitar colapsos-.

Las TIC también nos ayudan a encontrar espacios de ocio accesibles y entretenidos -sin tener que socializar en persona, con el estrés que eso puede conllevar para una persona autista-, a trabajar las emociones -tanto las propias como las ajenas- y a poner en contacto a cuidadores y a personas autistas a través de pulseras inteligentes y otras herramientas tecnológicas, que avisarán a los tutores en caso de crisis.

Las aplicaciones, en resumen, son especialmente útiles para las personas autistas porque crean entornos predictibles, intuitivos y precisos, en detrimento de la arbitrariedad de las situaciones sociales; son personalizables para cada caso concreto; son atractivas, multisensoriales y estimulantes -y esto es especialmente importante en personas autistas hiposensibles, que necesitan estímulos atractivos a su alrededor-, y son un instrumento ideal para continuar las sesiones de terapia desde casa, a través de actividades realizables de forma autónoma.

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Imagen de Brand Factory.

Herramientas tecnológicas para la gestión de tareas

Todo el mundo conoce las limitaciones físicas de ciertos espacios -muchos de los cuales, aún hoy en día, son impracticables para personas con problemas de movilidad física-, pero existe un concepto más desconocido y que afecta especialmente a las personas autistas: la accesibilidad cognitiva. Son incontables los procesos y los entornos pensados exclusivamente por y para personas neurotípicas, y, a pesar de nuestra buena voluntad, no solemos encajar en ellos -lo cual nos condena a la exclusión social-.

Para las personas autistas, puede llegar a ser muy complicado comprender cómo están estructurados los diferentes espacios, asumir trámites burocráticos, calendarizar actividades, gestionar el tiempo que necesitaremos para llevar a cabo un proyecto, entender cuándo debemos entregar una tarea -ya que las indicaciones suelen ser sutiles, implícitas-, enfrentarnos a trámites burocráticos eternos e inabarcables, o socializar incontables veces en un día para pedir información, aclaraciones, normas explícitas. Todos estos ejemplos hacen referencia a barreras cognitivas de la vida cotidiana.

En estos casos, la tecnología también puede ser una gran aliada. El diseño wayfinding, por ejemplo, se propone mejorar la legibilidad del entorno y la navegación por la ciudad, a través de mapas interactivos, recorridos temáticos, indicaciones fáciles e intuitivas para llegar a un destino concreto o pictogramas de señalización. El objetivo es claro: mejorar la accesibilidad cognitiva de los espacios, y acercarnos a una accesibilidad universal -aunque aún estamos muy lejos de que esto sea una realidad-.

Además, debido a la disfunción ejecutiva, muchas personas autistas tienen problemas relacionados con la planificación, la organización y la gestión del tiempo. En este ámbito, también existen aplicaciones para calendarizar actividades y tareas pendientes, para enviarnos recordatorios a nosotros mismos -a través de melodías concretas, por ejemplo-, o para ayudarnos a comprender el tiempo de una forma más concreta y medible -con temporizadores visuales, por ejemplo, o con timbres y sonidos programables-.

Diagnóstico, activismo y comunidades autistas

Por último, debemos hablar de las oportunidades que nos ha dado la tecnología a la hora de conectarnos en remoto a formaciones o reuniones de trabajo -el teletrabajo, para personas autistas, puede ser mucho muy cómodo y agradable-, de acceder a informaciones e investigaciones que, de otra manera, nunca hubiéramos conocido, o de conocer a otras personas similares a nosotras a través de las redes sociales.

Gracias a esta conexión en red, motivada por los avances tecnológicos, muchas mujeres -las cuales sufren un infradiagnóstico preocupante- se están viendo reconocidas en vídeos y canales de divulgación de activistas autistas, y están iniciando los trámites para recibir su propio diagnóstico. Sin esta democratización de la información, muchas de ellas seguirían pensando que están rotas, que no encajan en el sistema, que no existe nadie en el mundo como ellas. Y, gracias al diagnóstico, pueden empezar a reconstruir su autoestima y mejorar su calidad de vida.

Además, las redes sociales nos permiten conocer a otras personas autistas, crear grupos de WhatsApp o Telegram con compañeros afines a nosotros, hacer activismo para transmitir al mundo nuestros deseos y necesidades, y, en definitiva, crear y/o encontrar comunidades de otras personas autistas con inquietudes similares y con las que podemos ser nosotros mismos en plenitud.

Imagen de Brand Factory.

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