La creatividad se trabaja. Sí, así es. Es cierto que hay personas más y menos creativas, pero con práctica todo se consigue. Normalmente, la creatividad se asocia a actividades más relacionadas con el arte, pero va mucho más allá.
Convertirse en experto en una materia es sencillo si esto implica lo que se conoce como práctica deliberada. Esta conlleva un conjunto de técnicas específicamente diseñadas para aprender algo concreto. Es decir, los expertos aseveran que, si se quiere destacar en algo, el mejor camino es hacerlo a partir de este tipo de praxis.
La práctica deliberada consiste en establecerse objetivos claros, minimizar un gran problema en otros menos complejos, salir de la zona de confort y conseguir tener retroalimentación continua. Siguiendo esta técnica y dedicándole unas 10.000 horas de trabajo, se puede llegar a tener un nivel elevado de conocimiento en cualquier disciplina.
Este procedimiento de aprendizaje funciona muy bien en campos donde las reglas están establecidas desde hace siglos. Pero, ¿qué ocurre con las actividades o profesiones donde la creatividad juega un papel fundamental?.
Para las personas creativas sus metas y procesos cambian constantemente. Por ejemplo, un jugador de ajedrez sabe qué estrategia ha de seguir para ganar la partida –y esto lo replicará siempre-, mientras que un científico no puede publicar el mismo artículo una y otra vez.
La creatividad se aleja del expertise
A pesar de que la creatividad se pueda trabajar, es muy difícil que una persona que trabaja en el campo de la investigación o de la creación pueda saber qué funciona y qué no. Así, la creatividad se convierte en algo mucho más complejo que practicar y practicar.
Algo fundamental que diferencia a las tareas creativas de otro tipo de actividades más sistemáticas o procedimentales es el llamado “prueba y error”. Es decir, la creatividad se caracteriza por probar y fallar hasta que el resultado sea adecuado para el artista o para su público.
Por ello, se determina que la relación entre conocimiento y creatividad es una curva invertida.
Las habilidades son buenas, pero hay que dejar paso a la flexibilidad que provoca el “no conocer” o “no saber”. La experiencia es útil, pero hay que permitirse ciertas licencias para dar rienda suelta a la creatividad.