El transporte de mercancías es una de las bases de nuestro sistema económico. La parálisis que sufrió la cadena de suministro durante la pandemia de la COVID-19 hizo visible la manera en que los países están conectados entre sí comercialmente. De hecho, el cierre de fronteras en China paralizó varios sectores de la economía europea y otras regiones. Y, dada su importancia y magnitud, resulta vital que, más pronto que tarde, el transporte de mercancías sea también sostenible.
Por aire, tierra o mar, el transporte internacional de mercancías se basa principalmente en derivados del petróleo para funcionar. Falta mucho que hacer para que barcos, aviones y camiones puedan moverse con alternativas sostenibles como la electricidad, biocombustibles o hidrógeno líquido, entre otras propuestas que se vienen barajando desde hace años. Solamente el tren ha logrado electrificarse y, en la actualidad, supone el método de transporte más sostenible.
Según datos de la IEA, la Agencia Internacional de la Energía, el 2% de las emisiones de CO2 correspondieron a transporte de mercancías. Una cifra que puede parecer pequeña pero que, en valores absolutos, resulta enorme. Por ello, el objetivo es reducir las emisiones en un 15% entre 2022 y 2030. Algo que no será fácil dada la complejidad de la cadena de suministro y la cantidad de empresas y países involucrados, con rivalidades e intereses a menudo contrapuestos.
Cambios en la cadena logística local
Bicicletas y motocicletas con batería, furgonetas y automóviles eléctricos… Puede que la parte del transporte de mercancías que se haya vuelto más sostenible sea el que se refiere a la última milla. Es decir, en la entrega final de la mercancía al consumidor. En este aspecto, muchas ciudades han empezado a fomentar el uso de vehículos eléctricos o menos contaminantes para esta labor.
Combinando los vehículos a motor con los de tracción humana, en el último tramo, la cadena de transporte se ha vuelto más sostenible sin sacrificar su eficiencia. Algo que en logística resulta imprescindible considerando la alta competencia. Por desgracia, esta parte de la cadena de suministro es la que menos peso tiene en el conjunto del transporte de mercancías, por lo que, aunque cualquier avances resulta bienvenido, no supone un punto de inflexión en lo que a emisiones se refiere.
Transporte por tierra: trenes o camiones
Precisamente, uno de los principales problema que tiene el transporte de mercancías para ser sostenible es reconvertir la flota de camiones de la que se nutre en vehículos menos contaminantes. Países como España dependen en gran medida de este medio de transporte para llevar mercancías entre diferentes puntos. Sin ir más lejos, el 96% de las mercancías en España se mueven por carretera. Hacerlo en tren, de ser factible, supondría una reducción del 82% de gases de efecto invernadero.
Sin embargo, el apoyo a la industria del automóvil privado, con numerosas subvenciones y un despliegue de carreteras que ya quisiera el ferrocarril, ha decantado la balanza en favor del camión frente al tren. Así que, dada esta base, hay dos soluciones. En primer lugar, que el transporte de mercancías se vuelva más sostenible potenciando el transporte por ferrocarril. Y, en segundo, que se busquen alternativas para que el transporte por carretera sea más sostenible.
Por un lado, la flota de camiones española está viendo reducida la oferta de conductores. Por otro, habría que hacer una gran inversión pública para actualizar la red de vías ferroviarias y adecuarla al transporte de mercancías sin afectar al transporte de personas. También habría que adoptar el ancho de vía europeo, claro está. Por el camino, hay quien apuesta por el hidrógeno líquido para mover los camiones, una solución verde sin duda, pero que no podría implementarse hasta dentro de una década, dada la infraestructura que requiere y el estado de la tecnología actual.
El transporte marítimo: buscando alternativas sostenibles
Hemos hablado de la logística de última milla, la que vemos todos. También del transporte de media y larga distancia, que también vemos si circulamos por las carreteras españolas. Pero, a escala mundial, el gran peso del transporte de mercancías recae en el transporte marítimo. En cifras, el 80% del comercio internacional se mueve por mar. Por lo tanto, dicho sector tiene un papel importantísimo en la transición hacia un transporte de mercancías sostenible.
En la actualidad, el sector emplea fueloil como combustible. Basado en el petróleo, contiene azufre en grandes cantidades, que tras su combustión, es liberado a la atmósfera. En enero de 2020 se puso en marcha un convenio internacional para reducir la cantidad de azufre presente en el combustible de los megabarcos que transportan mercancías y pasajeros, lo cual es un paso hacia delante. Pero, claro está, esto no es suficiente.
Desde hace años, las grandes navieras están buscando alternativas para mover sus grandes barcos, reduciendo la contaminación de CO2 y otros gases contaminantes. Sin ir más lejos, el año pasado, Maersk hizo una compra de metanol verde para mover una docena de buques portacontenedores, pero no se materializará hasta finales de 2025. Aún es necesario implementar una infraestructura que permita generar metanol verde en grandes cantidades.
Otra alternativa que contempla el sector del transporte marítimo de mercancías que aspira a ser sostenible para 2050 es el uso de gas natural licuado. En principio es más sostenible y económico, ya que no emite óxido de azufre, apenas emite óxido de nitrógeno y emite un 23% menos de dióxido de carbono. Por lo demás, solo es necesario adaptar la flota de barcos para usar este tipo de combustible. Su generación y transporte ya están asegurados, ya que desde hace años se transporta gas natural en este estado por mar a países que no tienen una infraestructura de tuberías conectada con la fuente de gas natural.
Por último, el hidrógeno también aparece como alternativa. Pero, como dije antes, es necesario implementar una red de generación de hidrógeno y de transporte y almacenaje. La generación corre a cargo de fuentes sostenibles, como las instalaciones solares y eólicas. Pero el transporte y almacenamiento son algo aparte, ya que el hidrógeno es inflamable y ocupa mucho espacio.