Hablamos de la curiosa historia del Zeiss Planar 50 mm f0.7, el que aún hoy el objetivo más luminoso de la historia. Llegó a usarlo Stanley Kubrick.
En fotografía, la apertura máxima del diafragma es la perforación a través de la cual la lente deja pasar la luz. Junto a la velocidad de obturación, determina la exposición lumínica a la cual será expuesta la fotografía al dispararse. Regular la apertura no sólo permite obtener una mayor luminosidad, sino también conseguir otros efectos, como por ejemplo el buscado desenfoque del fondo de la fotografía, manteniendo el sujeto principal enfocado.
Este efecto es posible gracias a aperturas altas del diafragma. Esto lo indica el número f, el cual se suele considerar de una gran apertura a partir de f4 aproximadamente. En aperturas f2.8, f2 o incluso f1.4 o f1.2 se consigue una muy alta luminosidad y un fondo muy desenfocado, muy separado del objeto principal de la imagen. El enfoque selectivo que se obtiene al conseguir muy bajas profundidades de campo.
Pero normalmente, estos objetivos de alta apertura máxima son bastante costosos y reservados al ámbito profesional o al menos a quien está dispuesto a desembolsar una alta cantidad de dinero por sus objetivos, con algunas excepciones como los 50 mm f1.8, bastante aceptables y sobre todo con una excelente relación calidad-precio. Incluso para los fabricantes es complicado crear objetivos a este nivel: lentes de gran diámetro y fórmulas ópticas complejas que puedan resolver bien las deformaciones y defectos que aparezcan en imágenes tomadas con tanta luminosidad.
Aquí es donde aparece un histórico de la fotografía que estableció el récord de objetivo más luminoso de la historia: Zeiss Planar 50 mm f0.7. Los antecedentes de esta lente se encuentran en la época de la Segunda Guerra Mundial, cuando se creó el objetivo UR-Objektive 70mm f1 pensando más en la visión nocturna mediante rayos infrarrojos que en el uso fotográfico en sí mismo. Más tarde, y en manos soviéticas, se continúa dando forma a este objetivo superluminoso, que acaba llegando a la Alemania Occidental y de ahí hasta la carrera por la conquista lunar en la década de los 60. La NASA puso sus ojos en este campo. Así, se encarga a Zeiss la creación de un objetivo lo más luminoso posible como parte del proyecto Apolo. Con lo heredado de todo lo anterior, se da forma definitiva a un icono de la industria, el Planar 50mm f0.7.
No fue el único hito del Planar. El nombre de este objetivo va ligado de forma inseparable al de Stanley Kubrick, ya que fue el que empleó en la película Barry Lyndon en 1975. Como la historia estaba ambientada en los castillos del siglo XVII, Kubrick se obsesionó con captar de la forma más fidedigna posible la iluminación de estos palacios de la época barroca. A su juicio, la iluminación habitual de estos escenarios en la historia del cine resultaba demasiado falseada y ajena a la realidad de las salas llenas de velas que se pretendían reflejar. Y eso mismo es lo que intentó: grabar escenas únicamente con la luz de las velas. Y con esta intención, o mejor dicho sana obsesión, llegó a la lente que nos ocupa.
El Planar 50mm f0.7 nunca había sido utilizado para grabar una película, así que Kubrick tuvo que instalar una cámara específica para usarlo. Además, hubo que realizar varias adaptaciones para poder usarlo de forma plenamente funcional. Por ejemplo, una distancia focal de 50 milímetros puede ser demasiado para el cine, así que se colocó un adaptador pensado para pantallas de cine que permitía reducir la distancia focal hasta los 36,5 milímetros, consiguiendo hacer más angular el objetivo.
Por si los retos fueran pocos con este objetivo, sumado a que el foco es muy suave, a Kubrick se le planteó otro extra. Al tener una profundidad de campo milimétrica, había que enfocar al detalle y dejar a los personajes fijos, inmóviles en su posición, para evitar que apareciesen desenfocados. Un pequeño paso hacia adelante o hacia atrás, o un mínimo movimiento que deje la cabeza unos pocos centímetros movida respecto a la posición inicial, y el enfoque se iría al traste. Como era de esperar, Barry Lyndon ganó varios premios, entre ellos el Oscar de 1975 por la mejor fotografía como se puede comprobar en FilmAffinity. Así se acrecentó la leyenda del objetivo que hoy, en 2014, todavía tiene el récord de luminosidad.
Imágenes: Chasing Lights.