El plan de David Keith para detener el calentamiento global. Parte II

En la primera parte del post sobre el plan de David Keith para deterner el calentamiento global, explicamos el planteamiento teórico formulado por este profesor en física aplicada y experto en tecnología energética para detener el incremento irreversible e imparable de la temperatura terrestre mediante la geoingeniería.

Como ya vimos, una de las conclusiones de la investigación de Keith y su colaborador James Anderson, era que con tan sólo unos gramos de azufre en forma de aerosol de sulfato es posible compensar el calentamiento producido por una tonelada de dióxido de carbono. ¿Cuál es el problema? Tal y como apuntan ambos expertos, la incertidumbre sobre las posibles consecuencias de inyectar azufre en la atmósfera, hacen necesario elaborar un plan de investigación paralelo para determinar y evaluar posibles cambios de comportamiento en la capa de ozono o modificaciones peligrosas del patrón de precipitaciones en la tierra.

¿Qué motivó el planteamiento de David Keith?

A pesar de su formación y de su interés inicial por la física atómica, su proyecto para la creación del primer interferómetro de átomos durante su época de estudiante en el laboratorio de David Pritchard en el Instituto de Tecnología de Massachussets, le llevó a alejarse de la física atómica para centrar sus intereses en la geoingeniería, publicando en 1992 uno de los primeros artículos rigurosos sobre la tecnología de geoingeniería solar.

A pesar de que el tema de la geoingeniería no tuvo un especial interés por parte de la comunidad científica hasta la primera década de este siglo, algunos científicos continuaron sus investigaciones sobre este campo hasta que el Nobel en química Paul Crutzen, uno de los climatólogos más importantes del mundo y experto en la problemática de la capa de ozono, escribió un artículo llamado «Potenciación del albedo mediante inyecciones de azufre en la estratosfera: ¿una contribución para resolver un dilema político?».

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Este artículo tuvo un gran impacto mediático ya que su autor, Nobel en química en 1995 por su trabajo sobre la destrucción de la capa de ozono en la atmósfera, reconocía de forma abierta y clara la relación causal entre el calentamiento global y las emisiones de gases de efecto invernadero. Además el texto hacía hincapié en la necesidad de reducir la emisión de CO2 para abordar de forma urgente el cambio climático. Y es aquí donde la geoingeniería entra a escena, al sugerir el uso de aerosoles de sulfatos como una posible vía a investigar, basándose en la experiencia ocurrida con la erupción del volcán Pinatubo de 1991 en Filipinas. En investigaciones posteriores a la erupción de dicho volcán se demostró que las 10 millones de toneladas métricas de azufre expulsadas a la atmósfera contribuyeron a reducir la temperatura media mundial en 0,5ºC durante unos años.

Es partir de este texto fundamental para geoingeniería donde Keith y Anderson trazaron las líneas maestras de sus investigaciones en torno a las posibilidades de aplicar la experiencia del volcán Pinatubo a la estrategia de un plan controlado de inyección de azufre en la estratosfera para conseguir frenar la escalada imparable de la temperatura global a largo plazo.

El experimento

Evidentemente, el plan de Keith y Anderson va mucho más allá de la simple pulverización de ácido sulfúrico de forma controlada sobre la baja estratosfera. Sus objetivos se centran en optimizar el tamaño de las partículas de ácido sulfúrico para medir la duración de las partículas micrométricas del aerosol de sulfato resultante, y a su vez, determinar el comportamiento del ozono por la presencia del aerosol de sulfato en la altitud y bajo las condiciones asociadas a las técnicas de gestión de la radicación solar o SRM.

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La labor de Alderson en los experimentos para evaluar las consecuencias de las técnicas de SRM es vital ya que fue uno de los investigadores que ayudó a explicar los procesos químicos responsables de los agujeros de la capa de ozono en la década de los 80 del pasado siglo. Aunque está convencido de la viabilidad del plan no esconde cierta preocupación por el impacto potencial sobre el ozono; según él “cabría la posibilidad de catalizar las reacciones de la destrucción del ozono en la atmósfera”. En cambio, Keith afirma que “las incertidumbres son sustanciales” y que hasta la fecha todo el trabajo desarrollado en SRM se basa en simulaciones informáticas y es necesario empezar de inmediato con los experimentos de campo. Por tanto, en su opinión sería una irresponsabilidad para la comunidad científica no llevar a cabo estos experimentos de geoingeniería solar para intentar demostrarlo.

Las reacciones

Las reacciones de la comunidad científica no se han hecho esperar, y los detractores de las técnicas de gestión de la radicación solar ponen sobre la mesa las grandes incertidumbres del plan. Raymond Pierrehumbert, geofísico de la Universidad de Chicago, dice al respecto que el problema fundamental de la ingeniería del albedo es que una vez iniciado el plan deberá prolongarse indefinidamente en el tiempo ya que solo se contrarresta el calentamiento, y si se interrumpe el proceso los cambios de temperatura se manifestarán de forma repentina y sin margen de maniobra. Por tanto, la puesta en marcha de este plan conlleva el uso de la SRM de por vida y que evidentemente, es algo completamente inviable.

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Por otro lado, el experto en vulcanología y profesor de ciencias medioambientales en la Universidad Rutgers, Alan Robock, afirma que el efecto enfriador de los sulfatos en aerosol del volcán Pinatubo se produjo por la inyección de cantidades ingentes de dióxido de azufre en la estratosfera en tan sólo unos días. Mientras que en el plan de Keith y Anderson se plantea un proceso prolongado en el tiempo y en este caso las consecuencias podrían ser distintas.

En cambio, el científico jefe de climatología en el Laboratorio del Pacífico Noroeste en Richland en Washington, Phil Rasch, publicó un artículo junto con Crutzen sobre el uso de aerosoles de sulfatos en geoingeniería donde demostraban una mínima reducción de los niveles de ozono como una de las consecuencias directas de la SRM, pero por otro lado, afirmaban que la pérdida de ozono se compensaría en cierta medida por la habilidad de las partículas de sulfato para bloquear la radiación ultravioleta.

El futuro de la SRM y la geoingeniería

Quedan claras las evidentes posiciones en cuanto a la posibilidad de modificar la atmósfera terrestre de forma controlada y permanente mediante técnicas de gestión de la radicación solar, para compensar la subida de la temperatura y detener el calentamiento global. Las incertidumbres científicas ponen en entredicho la viabilidad de poner en marcha y controlar de forma adecuada la SRM. Muchos de los defensores del plan de Keith y Anderson también afirman que el uso de la tecnología debería ser el último recurso en una emergencia climatológica, y precisamente, por esta razón se debería asegurar la eficacia de esta tecnología en caso de que la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero no sea suficiente para detener el calentamiento global del planeta.

Imágenes | vía Pixabay y Wikipedia

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