Quienes vivimos en grandes ciudades disfrutamos de la banda ancha gracias al despliegue de fibra óptica y a la buena cobertura de la red móvil. Pero, por motivos geográficos, el acceso a la banda ancha no está al alcance de todo el mundo. Esto es un problema para acceder a Internet y disponer de servicios como la administración electrónica, la banca online, el comercio eléctrico, jugar online, ver contenido por streaming, trabajar desde casa o montar una empresa que esté bien comunicada. En esos lugares remotos, la solución pasa por acceder al Internet por satélite o Internet satelital, un término que, en los últimos años, ha cobrado especial relevancia.
Como su nombre indica, Internet por satélite implica conectar con un satélite para enviar y recibir datos, a diferencia de la fibra óptica o de la red móvil –si bien guarda algunas semejanzas–. Esto permite acercar la banda ancha a las zonas rurales, poco pobladas o aisladas. Lugares en los que no se ha podido desplegar fibra óptica o donde la conectividad móvil no llega por motivos técnicos. Basta con tener contacto directo con el cielo.
Hoy en día, las conexiones a Internet satelital son más rápidas que hace unos años, más económicas y la instalación es prácticamente tan sencilla como la instalación de un router. Y de la parte complicada se encarga un técnico, como ocurre con la fibra óptica. Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí y cómo funciona exactamente este sistema?
El Internet satelital llega a todas partes
Desde que el primer satélite Sputnik surcara el espacio en 1957, la humanidad ha llenado la órbita terrestre con estos dispositivos. De diferentes tamaños y a distintas distancias de la Tierra, los satélites artificiales nos ayudan a comunicarnos entre nosotros, vigilar el planeta y detectar cambios, prevenir qué tiempo hará en los próximos días, situar en el mapa nuestros barcos y aviones, llegar a nuestro destino si vamos en automóvil, ver la televisión y otras muchas actividades científicas, de observación, astronómicas, etc.
Al principio, los satélites eran militares o, a lo sumo, de uso científico. Poco a poco, su coste se fue abaratando y permitió el acceso de las empresas para llamadas por satélite, envío de datos y comunicaciones, televisión y, en las últimas décadas, también ha permitido que poblaciones o zonas aisladas del planeta pudieran conectarse a Internet. Y en este siglo XXI estamos viendo cómo el uso de nanosatélites, más pequeños y económicos, está facilitando la implementación de enjambres de satélites como Starlink o Hispasat.
Un factor clave es que su coste no resulta tan prohibitivo como hace décadas. Y, además, logran velocidades que van desde los 10 Mbps a los 250 Mbps en las mejores condiciones. Cifras sin duda suficientes para disfrutar de una buena conexión a internet con la que ver películas en streaming, realizar videollamadas o hacer gestiones a través de la banca o administración online.
Así funciona el Internet por satélite
En un artículo anterior hablé de cómo funciona Internet. Nosotros solo vemos el resultado y la parte atractiva de una infraestructura compleja y eficiente que hace posible ver televisión por Internet, escuchar música, jugar online, comprar o consultar tus cuentas bancarias. Desde cualquier aparato conectado como teléfonos, tabletas, ordenadores, televisores inteligentes, relojes, pulseras, consolas de videojuegos o electrodomésticos inteligentes.
El Internet por satélite tiene cosas en común con el Internet al que accedemos vía fibra óptica o datos móviles, pero tiene sus particularidades. Las que hacen posible llegar donde no llegan otras tecnologías. Por ejemplo: en ambos casos necesitas un router. Es decir, un aparato que centraliza las peticiones de tus dispositivos hacia la red. Dispositivos que puedes conectar a dicho router por cable o de manera inalámbrica a través de la conectividad WiFi.
Y para hacer llevar esas peticiones al resto de la red, entra en escena la antena que necesitas instalar en tu domicilio y que estará encarada a la constelación de satélites, que orbita alrededor de la Tierra. Estos satélites recibirán las peticiones que le envía tu antena y las devolverán a la antena de tu proveedor de Internet. A partir de ahí, esos datos se enviarán a donde deban ir a través de fibra óptica ya en la infraestructura habitual.
Con todo, el Internet satelital tiene algunos inconvenientes. Por su naturaleza, resulta inevitable que la latencia sea mayor en el Internet satelital que en conexiones móviles o de fibra. En cuanto a la velocidad disponible, no siempre se obtiene el 100% de la velocidad contratada. Depende de la posición de los satélites en ese momento, de lo bien encarada que esté nuestra antena, de la demanda que haya en ese momento y de las condiciones climatológicas que haya en nuestra zona.
De tu casa al espacio y de vuelta a la Tierra
Aunque técnicamente se trata de un módem satelital en vez de un router, hoy en día se ofrecen dispositivos que cumplen ambas funciones, de manera que el usuario tan solo tiene un aparato en casa en vez de dos o tres conectados por cables y conectados cada uno a una entrada de corriente eléctrica. Es decir, que la mayoría de proveedores de Internet satelital ofrecen soluciones que hacen de módem satelital y router WiFi dos en uno.
El módem por satélite se conecta por cable a una antena parabólica, instalada en el exterior del domicilio y con alimentación eléctrica. A ser posible, a la mayor altura posible. Esta antena se coloca en dirección al satélite o satélites para facilitar las comunicaciones durante la mayor parte del día. Así, la conexión de Internet satelital es inalámbrica. Y, como dije antes, la instalación la realiza hoy en día un técnico del proveedor de Internet. Nosotros solo tenemos que conectar los dispositivos al router vía Ethernet o WiFi como hacemos en cualquier instalación de fibra o móvil.
Yendo al detalle, los módems satelitales actuales son bidireccionales. Esto significa que envían y reciben señal. Por otro lado, las frecuencias del satélite y de la antena parabólica que tenemos instalada son distintas. Así se evitan las interferencias. Es más: la frecuencia de la antena es mayor porque desde Tierra se puede transmitir con más potencia. La frecuencia del satélite es menor porque su acceso a electricidad es más limitado.
Terminando con el recorrido de la red de Internet por satélite, el satélite se comunica con la antena o antenas de nuestro proveedor de Internet. Así, esos datos transmitidos se pueden enviar al resto de la red a través de la red de fibra óptica ya desplegada. Y de vuelta al principio a toda velocidad.