Qué tienen en común el autismo, la IA y los robots

El autismo recibe, desde hace unos años, un nombre más completo: trastornos del espectro autista o TEA. Bajo esta denominación se incluye un grupo diverso de afecciones en las que predomina la dificultad para comunicarse e interaccionar con los otros.

Se calcula que 100 de cada 10.000 niños en el mundo tienen TEA. Este es mucho más frecuente en los hombres que en las mujeres. Además, según las proyecciones, el diagnóstico aumentará en los próximos años.

Por lo general, el autismo se manifiesta a través de síntomas que pueden ser detectados antes de los 3 años de nacido. Pero algunos niños pueden presentar señales claras antes de cumplir 12 meses y otros son diagnosticados mucho más tarde.

Debido a que las personas con TEA tienen obstáculos para relacionarse, se han buscado diferentes herramientas para ayudarlos. Una de estas son la inteligencia artificial – IA y la robótica. ¿Cómo? Veamos algunos de sus avances y utilidades.

IA para el autismo, al alcance de todos

Muchas familias de niños con TEA se preocupan por el costo de las terapias para sus hijos. En este punto, la IA podría ser una ayuda accesible y económica.

Por ejemplo, existen juegos de realidad virtual diseñados para que los niños y adolescentes con el trastorno mejoren sus habilidades emocionales. Estos juegos se basan en una red neuronal artificial entrenada previamente y que sigue aprendiendo del usuario. Por lo tanto, el sistema es capaz de asistir “a medida”, mostrando emociones que el jugador debe conocer para identificar.

Igualmente, se busca que las herramientas sean útiles también en la cotidianidad de los niños. Por esto, se están explorando los wearables para el autismo. Así, por ejemplo, algunos investigadores configuraron los Google Glass para que ayuden a las personas con TEA a identificar las emociones de los otros. Entonces, cuando un niño mira un rostro con el dispositivo, este puede contribuir a descifrar si su madre está enojada o si su hermano está contento. Para ello, los lentes de realidad aumentada muestran colores o emojis acordes.

La IA también ayuda a los terapeutas

La inteligencia artificial contribuye a la calidad de vida de los niños con TEA, pero también asiste a quienes llevan adelante las terapias. En especial, resultan muy útiles los wearables.

Las pulseras inteligentes, por ejemplo, son capaces de recoger información en tiempo real y enviarla a otro dispositivo. Así, un terapeuta podría tener un registro de los cambios en la frecuencia cardíaca y la temperatura corporal de un niño que está realizando determinada actividad. Con estos datos, un algoritmo le indicaría al profesional si su paciente está tranquilo o estresado. De este modo, podrá adaptar la terapia a la situación.

Autismo
Imagen de Unsplash.

Robots para el autismo, fomentando la interacción

Los niños con TEA demuestran interés por los robots. ¿Por qué? No está claro, pero parece que la apariencia es clave para llamar su atención. Al no haber un rostro completamente humano, encuentran menos obstáculos para relacionarse.

El proyecto AuRoRa usó a Robota, un robot con movimiento, para que los niños con autismo lo imitaran. A su vez, Tito y Keepon son robots con apariencia de caricatura que muestran emociones con sus rostros para ser imitados.

Kaspar, por su parte, es un robot que lleva casi 20 años de desarrollo. Las actualizaciones que ha recibido para ayudar a los niños con TEA son:

  • La primera versión y la segunda se manejaban con control remoto.
  • En la tercera versión se añadieron funciones autónomas para la interacción. Además, se le colocaron sensores táctiles.
  • La cuarta versión del robot actualizó los sensores táctiles para hacerlos más precisos.
  • Finalmente, la quinta versión añadió conectividad wifi y una interfaz que permite la interacción autónoma del robot con el niño.

¿Dónde están los límites?

El empleo de IA y de robots para ayudar en las terapias de los niños con autismo no está exento de controversia. Hay investigadores que denotan preocupación por los límites éticos.

¿Está permitido inducir el comportamiento de otros con robots? ¿Qué lugar ocupa la autodeterminación de estos niños? ¿Pueden negarse a usar un wearable? ¿Cómo se protegen los datos obtenidos de su interacción? (McBride, 2020). Son preguntas que necesitan una respuesta. Mientras tanto, parece innegable el hecho de que los avances tecnológicos mejoran aspectos cotidianos de los niños con TEA.

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