Por años, las redes sociales han sido termómetros de la cultura popular, catalizadores de memes y campos fértiles para nuevas formas de expresión. Desde los vines de seis segundos hasta los hilos infinitos en Twitter, cada generación digital ha dejado su huella. Sin embargo, en los últimos meses, una palabra ha emergido para describir el estado mental que muchos jóvenes dicen estar experimentando: brainrot. Y aunque suena grave (literalmente «podredumbre cerebral»), lo cierto es que el término se ha convertido en una etiqueta casi orgullosa para describir una especie de estado mental absurdo, repetitivo, hiperconsumista y… sí, ridículamente divertido.
Un fenómeno reciente en TikTok permite abordar este tema. Se trata de una tendencia que consiste en crear monstruos imposibles, grotescos, con nombres que parecen el resultado de una tormenta de ideas entre un niño de seis años, unas imagenes de IA sin supervisión y un generador de nombres aleatorio. Ejemplos como «Bombardiro Crocodilo», «Ballerina Capuchina» o «Tralarero Tralala» no sólo nos hacen reír, sino que plantean preguntas sobre el estado actual del contenido digital, la creatividad y los límites (o la falta de ellos) en la cultura online.
¿Qué es el brainrot?
El término brainrot se ha convertido en parte del vocabulario cotidiano en comunidades jóvenes online, especialmente en TikTok, Tumblr, Discord y Twitter. No hay una definición oficial, pero podríamos decir que es un estado mental inducido por la sobreexposición a contenido irracional, repetitivo, hiperactivo, carente de sentido lógico pero altamente adictivo.

En otras palabras, tu cerebro está tan expuesto a estímulos digitales que empieza a encontrar belleza y humor en cosas que, objetivamente, no tienen sentido alguno. Puede tratarse de sonidos virales, memes que se repiten hasta lo inverosímil o personajes como Skibidi Toilet o el omnipresente Shrek en situaciones cada vez más irreales.
¿Qué pasa con los monstruos ridículos de TikTok?
La tendencia de los monstruos con nombres disparatados parece el ejemplo perfecto de esta mentalidad. ¿Por qué está explotando ahora? El patrón suele ser el siguiente: un creador diseña (o simplemente nombra) una criatura imposible, con un nombre rítmico y exagerado.
Este nuevo microcosmos dentro de TikTok consiste en personajes extravagantes con nombres que parecen sacados de una ópera de circo:
- Brr Brr Patapim: Un árbol antropomorfo con pies gigantescos y rostro de mono sabio, que parece haber salido de un bosque encantado inventado por un niño.
- Ballerina Capuchina: Una bailarina sonriente con cabeza de taza de café latte art. Su existencia parece un poema surrealista.
- Thung Thung Sahur: Un bate de béisbol… que sostiene otro bate de béisbol. Es como si el bate se hubiera vuelto autónomo y empezara a practicar artes marciales.
- Tralarero Tralala: Un tiburón con piernas humanas y zapatillas Nike azules, caminando por la playa como si fuera a entrenar para una maratón subacuática.
- Bombardiro Crocodilo: Un avión de guerra con cara de cocodrilo, literalmente lanzando bombas. Si no fuera tan ridículo, sería una imagen de pesadilla.
Estos personajes no tienen historia, no tienen trasfondo coherente y, sin embargo, se sienten completos. Son arte conceptual de la Generación Z: visualmente memorables, musicalmente pegajosos y narrativamente libres de cualquier tipo de sentido lógico.
De lo absurdo a lo sublime: la lógica de la sinrazón
En apariencia, esta tendencia podría ser vista como una simple muestra de decadencia cultural. ¿De verdad estamos tan aburridos que necesitamos inventar monstruos con nombres de payasos italianos para entretenernos? Pero quizá sea más interesante mirar esta moda como un síntoma —e incluso una respuesta ingeniosa— a un mundo hipercomplejo y saturado de información.
Cuando el mundo parece volverse serio, complejo y angustiante, el absurdo se vuelve una forma de resistencia. De hecho, muchos psicólogos y sociólogos ven en estas manifestaciones un reflejo del llamado humor post-irónico, donde ya no se sabe si algo es una parodia o si en realidad nos gusta en serio. ¿Nos parece gracioso «Tralarero Tralala» porque es ridículo o porque, en el fondo, es genuinamente no tan malo?
Brainrot vs creatividad: ¿enemigos o aliados?
Lejos de ser una señal de deterioro intelectual, el brainrot puede ser interpretado como una forma de hipercreatividad. En lugar de seguir las reglas establecidas de la narrativa, el diseño de personajes o la construcción de historias, quienes participan en estas tendencias rompen todos los esquemas y lo hacen desde la espontaneidad.
La clave del éxito de estos monstruos radica en una combinación perfecta de:
Fonética divertida y nombres rítmicos
Los nombres son puro ritmo. Frases como «Brr Brr Patapim» o «Tralarero Tralala» funcionan como pequeños poemas sonoros. Aunque no signifiquen nada, suenan tan bien que se te quedan pegados en la cabeza. Es la lógica de los jingles publicitarios, aplicada al absurdo.
Diseño surrealista
Las criaturas tienen una estética que mezcla lo infantil, lo onírico y lo grotesco. Nos remiten a cuentos de hadas deformados, ilustraciones infantiles absurdas o pesadillas generadas por inteligencia artificial. Y eso, curiosamente, conecta con nuestra necesidad de romper con lo real.
Formato ideal para TikTok
Cada monstruo aparece en vídeos de entre 10 y 30 segundos, donde se le presenta con música épica o narración disparatada («Bombardiro Crocodilo un fottuto alligatore volante che vola e bombarda…», «Tralarero Tralala Porco Dio E porco allá…»). Son cápsulas de humor visual inmediato que invitan al remix, la imitación y el meme.
El absurdo como espejo cultural
Aunque pueda parecer trivial, el fenómeno del brainrot refleja cambios profundos en la forma en que las generaciones jóvenes interactúan con el contenido digital. Según un artículo de The Wall Street Journal, el término fue seleccionado como «palabra del año» por Oxford University Press en 2024, destacando su relevancia en la cultura contemporánea.
Además, el brainrot puede interpretarse como una forma de resistencia cultural, donde el absurdo se utiliza para cuestionar y subvertir las normas establecidas. Como señala el lingüista Adam Aleksic, esta tendencia desafía las percepciones de realidad y autenticidad en el contenido digital.
“Cuando mezclamos algo auténtico como la cabeza de un camello con algo claramente imposible como el cuerpo de un refrigerador, la disonancia resultante resalta la coexistencia de aquello en lo que podemos confiar en línea con lo que no.”
En el fondo, estos monstruos de TikTok y el fenómeno del brainrot son espejos de una generación que ha crecido en un mundo cada vez más caótico. Si antes el surrealismo era exclusivo de artistas como Dalí, ahora vive en millones de creadores digitales que, sin pretensiones, están moldeando una nueva estética.
Y aunque puede parecer que todo esto es simplemente una broma, lo cierto es que TikTok está moldeando el futuro del entretenimiento visual, y estas microtendencias marcan los caminos por donde la creatividad colectiva avanza: sin sentido y sin vergüenza.
No todo lo roto está perdido
El brainrot y los monstruos tiktokeros como «Tralarero Tralala» no son el fin de la inteligencia humana. Son, quizás, una forma moderna de juego, de catarsis digital, de arte expresionista para una era de algoritmos. Si nos reímos de ellos, está bien. Si nos inspiran a crear nuestras propias criaturas ridículas, aún mejor.
Porque al final del día, en un mundo que a menudo parece desmoronarse bajo el peso de sus propias contradicciones, cualquier motivo para reír tiene un valor.