Un experimento del MIT ha sondeado la opinión de millones de personas para arrojar luz sobre cómo formar la ética de los coches autónomos.
Las disyuntivas no son banales. Si el accidente es inevitable, ¿cómo debe actuar un coche autónomo? ¿Qué opción elegiría para causar el mal menor? ¿Hasta qué límite está obligado a proteger a las personas que viajan dentro de él?
Son preguntas que los expertos se han hecho, ahora que los coches autónomos parecen una realidad cada vez más cercana. La adopción no solo comportará cambios legislativos y sociales, además de suponer un revulsivo en la movilidad. También será probablemente la primera vez que la capacidad de cálculo de las máquinas se use como capacidad de decisión.
Pero las decisiones que tomarán los vehículos por sí mismos tendrán que fundarse en una ética aprendida. Mejor dicho: en una ética enseñada, que se trasladará de personas a máquinas. El problema es que la ética no es uniforme en todas las personas. Las diferencias culturales, vitales, económicas y sencillamente de valores esenciales marcan distintas pautas que desembocan en disparidad de opiniones ante una misma disyuntivas.
Conscientes de ello, un equipo de investigadores del MIT ha creado un experimento que sirva para sondear la opinión de millones de personas. Se trata de pequeño un juego, cuyo objetivo es obtener datos para fundar la ética de los coches autónomos.
Moral Machine: un laboratorio crudo para destilar una ética
El experimento lanzado por el MIT se puso en marcha en 2014. El juego permite a cualquier persona entrar a través del portal web y dar respuesta a 13 disyuntivas. No escamita en crudeza. Plantea, por ejemplo, si el coche sigue recto, matará a cuatro ancianos que cruzan correctamente el paso de cebra, mientras que si gira para evitarlos morirán los ocupantes del coche, un padre y tres niños.
Los usuarios tienen que seleccionar cómo actuarían ellos en este caso o cómo les gustaría que actuara el coche. A partir de ahí, el juego obtiene datos sobre lo que la gente considera la ética ideal para un coche autónomo. En los cuatro años que el experimento lleva en marcha se han recabado más de 40 millones de respuestas.
Poco a poco las decisiones se van complicando. Entran en juego otros factores. Hay animales de por medio, pero también se identifica a las personas con ciertos rasgos. Un empresario de éxito o un criminal reconocido son algunos de los atributos que se vuelcan en posibles víctimas de un accidente de tráfico.
En los 40 millones de respuestas, en general se ha comprobado que la gente prefiere salvar a las personas que a los animales, ahorrar cuantas más vidas mejor y preservar a los más jóvenes frente a los ancianos. También se han visto otras tendencias más ligeras, que incluyen la preferencia por salvar mujeres frente a hombres, gente de una clase social superior frente a personas más pobres y peatones frente a pasajeros.
Evidentemente se trata de unos resultados reunidos en masa, sin seleccionar una muestra. De los 40 millones de respuestas s olo 490.000 personas han completado una encuesta demográfica , que recogía su edad, género e ideas religiosas. Estos son aspectos indispensables a la hora de moldear la ética de los coches autónomos.
Imagen de portada: The Brian Solis