La unión entre tecnología y ciencia ha dado muy buenos resultados históricamente al desarrollo humano. En este caso, las dos vertientes propuestas han hecho que el estudio del espacio sea más sencillo para el ser hombre.
La exploración espacial moderna nació con el lanzamiento del satélite artificial soviético Sputnik 1, el 4 de octubre de 1957 en el Cosmódromo de Baikonur en Kazajistán.
Encuadrado en plena carrera espacial, este hecho supuso lo que a posteriori supondría el inicio de una nueva era científica y tecnológica basada en la profundización del conocimiento sobre el cosmos.
Todo avance humano genera, a su vez, nuevas mejoras adyacentes que producen una estructura de saber común muy positiva para el desarrollo en general. En este caso, el anhelo del hombre por conquistar el espacio exterior a través de la exploración ha supuesto también grandes mejoras dentro del panorama científico.
Uno de estos avances ha sido la IA o inteligencia artificial, que se ha servido de la retroalimentación tecnológica para poder erigirse en la actualidad como una actividad puntera.
La unión de estos estandartes de la ciencia, la exploración espacial y la inteligencia artificial, ha creado una simbiosis muy productiva para el estudio del universo, y más en concreto del Sistema Solar.
Del Earth Observer al PIXL
Son muchos los ejemplos en los que la asociación entre informática y aeronáutica ha dado muy buenos resultados para el desarrollo humano. El satélite Earth Observer (EO-1) fue lanzado a principios de este siglo, y sus sistemas de inteligencia artificial ayudaron a optimizar el análisis y la respuesta a sucesos naturales, como inundaciones y erupciones volcánicas. En algunos casos, la IA pudo decirle al EO-1 que comenzara a capturar imágenes antes de que el personal de tierra fuera consciente de lo que había ocurrido.
La inteligencia artificial llamada AEGIS se está utilizando para la optimización de la trayectoria y la carga útil. Pasos preliminares importantes para la próxima misión del Mars 2020 Rover. Por su parte, y dentro de esta misma misión, el instrumento científico autónomo PIXL hace un uso extensivo de la IA situando el brazo del vehículo a 14 milímetros exactos de lo que se quiere estudiar, ya que es la única manera de poder analizar el suelo marciano.
Estas fusiones son solo algunos ejemplos de lo que la unión de tecnologías ha dado a la evolución humana. Se espera que en un futuro esta unión traiga consigo nuevas mejoras científicas.