En 2020, cerca de 50.000 dispositivos estarán conectados al Internet de las cosas. ¿Cómo influirá esta revolución tecnológica al sector energético?
El término Internet de las cosas nació en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, y promete una auténtica revolución entre las personas y los objetos. La idea es tan sencilla como compleja, puesto que se trata de que todo lo que nos rodea esté conectado a la red. Integrando pequeños chips en dispositivos tan cotidianos como una nevera o un inodoro, podremos conocer información al instante sobre estos aparatos y su utilización en nuestra vida doméstica.
La importancia del Internet de las cosas es tal que algunas estimaciones predicen que en 2020, una cifra cercana a los 50.000 dispositivos estará conectada a la red, de forma que puedan transmitir información a tiempo real, ofreciendo servicios y aplicaciones inimaginables hasta el momento.
El auge de la tecnología en red es realmente espectacular, y ha empezado con sistemas tan cotidianos como el GPS de nuestro coche, que se conecta a Internet para descargar y actualizar los mapas de las rutas. Hace sólo unas semanas, en Think Big apostábamos porque el Internet de las cosas revolucionaría productos relacionados con el mundo empresarial durante 2014, ya que la tecnología aún era demasiado inmadura como para alcanzar a servicios y sistemas de consumo.
¿Y para qué servirá este avance tecnológico? Un sector tan importante en nuestra vida como el de la energía jugará, sin duda, un papel fundamental en el desarrollo del Internet de las cosas. El constante aumento del precio de la electricidad podrá compensarse con tecnología, ya que gracias a la conectividad, disponodríamos de sistemas que se autorregularían y que intercambiarían información para tomar de manera «inteligente» la decisión más correcta.
Como apuntan en Xakata Home, disponer de estaciones metereológicas que faciliten y compartan datos sobre el tiempo ayudaría, por ejemplo, a poner en funcionamiento cuando fueran necesarias las persianas eléctricas. Pero aún hay más razones para creer en el Internet de las cosas.
Edoardo Calia, del Instituto Superiore Mario Boella, cree que esta revolución tecnológica podría ir incluso más allá: si todos nuestros electrodomésticos estuvieran interconectados, conociendo su demanda energética y el estado de la red, podrían «decidir» de manera inteligente cómo irse activando para ahorrar en el consumo final del usuario.
Un ejemplo de dispositivos que podrían ser utilizados en la relación entre energía e Internet de las cosas llega por último desde Chile. Camilo Saldías propone, por ejemplo, crear sensores inteligentes a partir de una Raspberry Pi, con los que saber en todo momento el consumo de electricidad que realizamos en nuestros hogares. Su idea es una buena muestra de cómo esta promesa tecnológica abandona poco a poco el terreno de la ciencia ficción para convertirse en realidad.