La privacidad se ha convertido en uno de los valores más importantes de cualquier sociedad democrática. O lo que es lo mismo, los ciudadanos se han dado cuenta de la importancia de preservar su intimidad y proteger sus datos personales. Sólo hay que seguir a diario la actualidad informativa para darse cuenta de que la privacidad se ha convertido ya en uno de los centros del debate público más recurrente y que nos encontramos ante un derecho fundamental al que hoy ya nadie está dispuesto a renunciar.
Precisamente cuando en España se cumplen 20 años de la publicación de la primera ley orgánica que reguló este derecho fundamental, los ciudadanos ya hemos dejado claro que nos importa nuestra privacidad y que con la misma no se juega…ni se negocia.
Pero ¿cómo hemos llegado a esta situación? ¿Por qué de repente la llamada “cultura de la protección de datos” ha calado tanto en los ciudadanos?
La respuesta a estas preguntas sin duda la podemos encontrar en términos como big data, cookies, do not track, geolocalización, medios sociales, cloudcomputing, ‘derecho al olvido’ o smartphones, entre otros.
Son palabras que empiezan a sonar cada vez más familiares, a pesar de ser en su mayoría anglosajonas, y es que en el escenario global socioeconómico actual dominado por la tecnología, la privacidad se ha visto amenazada por dos cuestiones fundamentalmente: la innovación de la comunicación social (hacia el móvil y la nube) y la reinvención de los nuevos modelos de negocio digitales, que han cambiado en parte la realidad de las relaciones entre las empresas y los ciudadanos.
La revolución del «Internet social»
En efecto, vivimos ya la revolución de lo que se ha bautizado como “Internet social”, es decir, espacios y comunidades virtuales que permiten lograr la máxima interacción entre los usuarios y les ofrecen posibilidades de colaboración, expresión, participación e intercambio de información y contenidos en tiempo real y además con la ubicuidad que permiten las tecnologías móviles y los smartphones de última generación.
En este contexto, la privacidad se ha convertido en uno de sus principales protagonistas, pues no en vano, como ha dicho Neelie Kroes, Vicepresidenta de la Comisión Europea y Responsable de la Agenda Digital Europea, los datos son “el oro de la economía digital”.
El usuario se ha convertido en el protagonista de este Internet social. Los usuarios son los que aportan sus contenidos, suministran información y la comparten con otros. En definitiva, la creación y explotación de la información y los contenidos en Internet está ahora en manos de todos y cada uno de los ciudadanos, ya sea como autores y/o como usuarios de esa información y contenidos.
Y es cierto, los usuarios cada vez son más conscientes que sus datos son la materia prima capital de la sociedad de la información y del conocimiento y a cambio exigen que su información personal esté segura y su privacidad esté garantizada por los proveedores de estos servicios.
A nadie le sorprende ya las reacciones negativas que se han producido como consecuencia de los recientes cambios de las políticas de privacidad de aplicaciones móviles que permiten compartir información y datos personales tales como fotografías, con millones de usuarios. Muchos usuarios han mostrado su descontento con la comercialización de sus datos personales dándose de baja de forma inmediata de estos servicios por sentir amenazada su privacidad.
La privacidad, elemento clave en los negocios digitales
Por lo tanto, es evidente que la privacidad se ha convertido ya en un soporte fundamental en cualquier modelo de negocio digital. Se podría decir que, sin privacidad, un servicio no llegará a tener la confianza del usuario y, por tanto, su modelo de negocio será inviable.
Y es que construir y, sobre todo, mantener esa confianza de los usuarios es la misión primordial de cualquier empresa digital. Si los usuarios no confían en cómo un servicio de Internet trata sus datos personales, simplemente no lo van a utilizar ni mucho menos compartir con otros usuarios, ya que les generará inseguridad sobre el tratamiento que se hará respecto de su información personal.
El futuro de la privacidad no puede ser garantizado sólo con cumplir con un marco regulatorio. La privacidad debe convertirse en el modo de operación predeterminado de cualquier servicio de Internet. Un modelo “win-win”, no un modelo de “si alguien gana, otro pierde” dado que, normalmente, los que suelen perder la batalla son los usuarios.
La verdadera revolución de la privacidad está aún por llegar, y en los próximos años es muy probable que veamos a las empresas empezando a competir en privacidad, transparencia y seguridad. Por ello, aquellos servicios digitales que hayan hecho los deberes y que desde su fundación y en su ADN sitúen la privacidad en el centro de su estrategia de negocio, como un elemento básico en el diseño y desarrollo de sus servicios, partirán con ventaja en esta carrera y gozarán de un elemento de competitividad y diferenciación que otros no podrán tener. En definitiva, la privacidad no es el problema sino la solución.