La vida eterna no solo está al alcance de megalómanos, o de personas que bauticen una especie con su nombre; también está a la mano de quien tenga el software adecuado. La presencia digital y la vida después de la muerte es posible en un mundo en el que puedes almacenar mucho más que una foto. ¿Tuiteo, luego existo?
Flashforward es un libro de ciencia-ficción editado en 1999, eventualmente adaptado a la televisión. En él, Robert J. Sawyer nos muestra una sociedad que cambia profundamente cuando todos -billones de personas a la vez- sufrimos una suerte de ‘desmayos’ de poco más de 2 minutos, que nos permiten atisbar nuestro lejano futuro.
Hay dos desvanecimientos masivos en el libro. En el 2do, el protagonista puede verse a sí mismo, más allá del año tres mil, explorando el espacio estelar, casi saltando de planeta en planeta, con un cuerpo robótico. Es tecnología que no comprende, capaz de almacenar su identidad, su ser.
Por otro lado, Black Mirror es una miniserie original para televisión, creada por Charlie Brooker. En el 1er capítulo de la segunda temporada, vemos a una joven chica que sobrelleva el dolor de la perdida de su novio, suscribiéndose a un servicio que recopila tweets, posts, comments y videos, para crear un ‘androide conversacional’.
Se trata de un novio simulado, que la acompaña durante largas conversaciones telefónicas. Ella está al tanto de la farsa, pero no por ello la abandona.
El libro y la serie tocan dos dimensiones importantísimas alrededor de la ‘vida eterna’, entendida como una posibilidad técnica, no como una promesa divina; la eternidad para ti (la perpetuación de tu identidad), y la eternidad del concepto de tu identidad, desde el punto de vista de quien te quiso, y te sobrevive.
En Flashforward, el protagonista se observa y se sabe inmortal. Habita un robot, una computadora, pero sigue siendo él. También sabe que fue ‘descargado’ a ese gadget, aunque le es incomprensible. En Black Mirror, la joven acepta como real una recreación, una mentira estética, con tal de evitar la separación definitiva.
¿Hasta donde seríamos capaces de llegar, para extender nuestra estancia en este plano? ¿o la de nuestros familiares y amigos? ¿Será posible que dentro de unos años hagamos un download de nosotros mismos, a un aparato producido por Apple, Google, o Huawei? ¿O que mantengamos conversaciones con un software que mimetiza a nuestra abuela?
No hablamos solo de rocambolescas posibilidades a disposición de guionistas de cine o tv que quieren rentabilizar el mito de Walt Disney criogenizado. Hablamos también de un mercado creciente y presente, que podemos ver en vivo y directo, como arqueólogos digitales que viajan en el tiempo.
Perpetu, por ejemplo, es un servicio que te permite anticiparte a los acontecimientos, y ayuda a manejar perfiles, redes sociales, y correos. Además de clausurar y proteger la privacidad, también permite que programes contenido que seguirá subiendo a la red, aún mucho tiempo después de ti. DeadSocial se mueve en el mismo territorio, pero con una mayor cuota de humor negro.
En una época en la que ya gran parte de nuestro círculo social está detrás de un monitor… ¿cuánta distancia hay entre una buena simulación y la realidad? Desde la nube, quizás todos podemos alcanzar la inmortalidad.
Aquí comparto una conferencia de Adam Ostrow, Chief Strategy Officer de Mashable, donde aborda la pregunta: ¿Qué pasa con la personalidad virtual cuando uno muere?