Garantizan el origen renovable de la energía demandada por sus socios, un precio justo por kilowatio y la gestión de la factura eléctrica por parte del propio consumidor
A lo largo de los últimos tres años cerca de 13.500 usuarios han dejado de ser clientes de las comercializadoras de las cinco eléctricas que operan en España, fruto del descontento de muchos ciudadanos por el actual sistema tarifario y las imparables subidas del precio de la luz. Por el contrario, se está produciendo un trasvase importante de usuarios hacia otros modelos, como las denominadas cooperativas eléctricas de energía renovable, que día tras día van consolidándose como una alternativa interesante frente a las eléctricas.
Partimos de una situación actual, donde prácticamente el 90 % de la generación y comercialización de electricidad se encuentra en manos de las cinco grandes eléctricas que operan en nuestro país. Pero la creciente popularidad de las cooperativas energéticas como la vasca GoiEner, la catalana Som Energía o la andaluza Zencer, ha captado la atención de muchos usuarios descontentos por el actual modelo energético, e interesados por modelos de energía limpia de origen renovable y sin oligopolios. Tal es el auge de estas cooperativas en nuestro país que para los próximos meses se espera la puesta en marcha de dos nuevas cooperativas eléctricas, una en Cantabria y otra en Galicia.
Pero veamos detenidamente en qué consisten estas cooperativas y qué beneficios aporta al ciudadano. El objetivo principal de estas cooperativas es generar toda la energía que los socios demanden, garantizando al propio consumidor el control absoluto de la energía demandada. Por eso las cooperativas energéticas centran sus esfuerzos en la comercialización de electricidad 100% verde entre los socios cooperativistas, garantizando al propio consumidor un precio justo por kilowatio, la gestión de su factura eléctrica y el origen renovable de la energía suministrada.
Sin embargo, estas cooperativas no lo han tenido fácil estos últimos años. Las energías renovables se han encontrado con un escollo importante, el déficit de tarifa. A pesar de que el precio por kilowatio en España es uno de lo más caros de Europa, la factura ha seguido encareciéndose de forma exponencial a costa del consumidor, incrementando los ingresos del sistema eléctrico para cubrir sus costes atribuidos, supuestamente, a las primas que se concedían a las energías renovables.
Esta situación ha generado cierta animadversión hacia las eléctricas, que ha contribuido al trasvase de usuarios hacia estas cooperativas sin ánimo de lucro, que han visto en los últimos meses incrementar de forma exponencial su número de socios. Som Energía, por ejemplo, ha duplicado su número de socios desde septiembre de 2012, pasando de 4.000 a 8.000 socios con una estructura de hasta 15 grupos de trabajo repartidos por toda la geografía española. Del mismo modo, GoiEner ha superado los 1.000 socios en apenas un año, mientras Zencer, la última de las tres cooperativas que han empezado a operar en España, ronda los 400 socios.
Según un estudio reciente de la consultora Grayling, los usuarios muestran su rechazo frontal a la opacidad en la fijación de precios por parte de las eléctricas y la injusta posición de las energías renovables como chivo expiatorio del principal problema del sistema eléctrico español, el déficit tarifario.
Los impedimentos actuales para emprender proyectos renovables es España no ha sido un obstáculo para estas tres cooperativas. Mientras estudian planes alternativos de restauración de pequeñas centrales hidráulicas abandonadas o la compra de plantas fotovoltaicas en quiebra, acuden de forma periódica al mercado eléctrico para abastecer a sus socios con la compra de energía renovable a pequeños productores. De esta forma se garantiza que el dinero pagado por el volumen consumido por sus socios sólo va a parar a pequeños productores renovables.
No obstante, las cooperativas energéticas no son algo nuevo, en Europa existen más de 2.000, la gran mayoría de ellas repartidas entre Alemania y Dinamarca. De hecho, su origen se remonta a principios del siglo pasado, siendo la cooperativa de Crevillent, en Alicante, una de las más antiguas que aún funcionan en España.
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