Julio Verne se ha ganado un hueco en la historia de la literatura como uno de los escritores de novelas de aventuras más importante de los últimos tiempos. Pero lo que relata en sus libros es algo más que simple entretenimiento. Entre sus páginas, se esconden datos científicos, descripciones de inventos y, sobre todo, un gran amor por las innovaciones tecnológicas y el progreso de la humanidad.
Desde su posición de hombre del siglo XIX, Verne sorprendió al mundo con historias de artilugios y vehículos que, años más tarde, acabaron tomando forma fuera de la ficción, igual que años más tarde haría Isaac Asimov. Su influencia ha sido tal que ha llegado a servir como inspiración de todo un movimiento cultural y estético.
Steampunk: la estética de Verne en el siglo XXI
Un repaso rápido a las novedades que aparecían en los libros del autor deja ver una de las principales características de sus inventos: todos tienen como base tecnológica la realidad de la época en la que vivió el autor. Aunque Verne era capaz de imaginar artilugios avanzados a su tiempo, siempre se servía de elementos ya conocidos para construirlos. Los materiales y combustibles de sus submarinos y helicópteros eran herederos de la revolución industrial.
A finales de los años 80 del siglo XX, una nueva corriente literaria, cultural y estética tomaba forma. Sus seguidores imaginan un futuro lleno de innovaciones… pero con un punto diferente: no estaban basados en los avances del momento, sino que tomaban como punto de partida la tecnología del siglo XIX, la misma que aparece en las novelas de Julio Verne.
El steampunk, que así es como se llama, reúne a aficionados a la literatura y la ciencia ficción que tienen como interés común explorar una historia que no ha existido. ¿Qué hubiese pasado si en lugar de petróleo siguiésemos empleando carbón? ¿Y si los ordenadores, teléfonos y otros dispositivos fuesen mecánicos en vez de electrónicos? ¿Tendrían chimenea los smartphones?
En la parte que toca a los aficionados, este es, en gran medida, un movimiento estético. No importa tanto que una tablet funcione realmente con ruedas dentadas y tenga tubo de escape, sino el aspecto que tendría de haberse construido así.
Estos son sus herederos pero, ¿qué innovaciones reflejó en sus textos el autor?
El submarino
Una de las obras más conocidas del escritor francés es 20.000 leguas de viaje submarino. En esta novela, un grupo de pasajeros son arrojados al mar desde el barco en el que viajan y acaban siendo rescatados, para su gran sorpresa, por un submarino tripulado por el famoso capitán Nemo.
Nemo es el personaje más representativo de la historia, un hombre oscuro y misterioso, como su nave, de una inteligencia soberbia que le permite construir el Nautilus, un sumergible de características jamás vistas antes por los protagonistas de la novela… ni por los lectores de la época.
El concepto de submarino ya estaba presente en la mente de muchos científicos e inventores y, antes de la publicación del libro de Verne, ya se había empezado a experimentar con prototipos de cabinas sumergibles tripuladas. Sin embargo, las características del Nautilus superaban las expectativas de todas ellas. El submarino de Verne tenía ventajas y comodidades inimaginables en las precarias naves del momento. El escritor francés marcó las pautas y espoleó a los inventores del momento.
El helicóptero
Volar ha sido una de las metas que el hombre ha intentado alcanzar a lo largo de su historia, a la que solo se ha llegado en los últimos tiempos. Los estudios para crear máquinas voladoras nos pueden llevar hasta los bocetos de Leonardo da Vinci, pero fue a finales del siglo XIX cuando el helicóptero, tal y como lo conocemos, empezó a tomar forma.
En esa misma época, Julio Verne publicó Robur el Conquistador, una novela con un protagonista capaz de construir una nave a base de papel prensado (para que tuviese una gran resistencia y, al mismo tiempo, fuese ligera) que se alzaba mediante hélices, tal y como lo hacen los helicópteros modernos. Unas hélices adicionales, en la proa y la popa, servían para propulsar el invento hacia los cielos. Verne tomó los prototipos de helicóptero ya existentes e imaginó hacia dónde deberían seguir su desarrollo.
Además, dejaba de lado el carbón como combustible para impulsar el artilugio y proponía unas pilas eléctricas como batería. Estas pilas tienen una composición química desconocida, pero convierten a Verne en, también, un precursor de los combustibles alternativos.
La llegada a la Luna
La premisa es extravagante. En su novela De la Tierra a la Luna, propone un viaje al satélite de nuestro planeta a bordo de una bala, disparada por un cañón gigante. En su época, la idea fue rebatida por muchos científicos pero, al fin y al cabo, nos encontramos ante una novela de aventuras y ciencia ficción. Sin embargo, Verne se convirtió en un referente, y su aportación caló en la cultura popular. En el año 1902, el director de cine Georges Méliès se inspiró en la aventura para filmar una de las primeras películas de la historia.
Algo más tarde, se publicó Alrededor de la Luna, que va más allá del viaje y relata las aventuras de los protagonistas en el satélite. Aunque sus métodos distaban de ser científicamente acertados, la imaginación de Verne se adelantó más de cien años a una de las hazañas más importantes de la historia: la llegada del primer ser humano a la Luna.
Julio Verne estaba lejos de ser un científico, pero su pasión por la tecnología y los avances del momento sirvieron para dar a conocer muchos de los inventos que estaban por venir y que, con el paso del tiempo, han acabado convirtiéndose en elementos comunes de nuestro día a día.
Imágenes | Wikipedia, Colongavalois, Madrinalea, Cynic, Project rho.