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6 mitos sobre el accidente de Chernóbil

El accidente de Chernóbil conmocionó al mundo durante el verano de 1986. La preocupación por los efectos que el accidente nuclear haya podido causar a largo plazo sigue presente en la actualidad. Aunque es innegable que Chernóbil provocó un gran desastre, se han creado ciertos mitos sobre el suceso.

Vladímir Ilich Lenin es el desconocido nombre de la famosa central nuclear de Chernóbil. El lanzamiento, por parte de HBO, de la serie Chernobyl ha hecho que el accidente nuclear vuelva a estar en boca de muchos. ¿Qué crees saber sobre Chernóbil? Te traemos 6 mitos sobre el accidente que conmovió al mundo en 1986, según ABC.

Mito 1: Chernóbil fue una explosión nuclear

La sabiduría popular tienda a clasificar el accidente de Chernóbil como una explosión nuclear causada porque un reactor quedó fuera de control.

Sin embargo, esto es fisicamente imposible. Las centrales nucleares y las bombas atómicas utilizan uranio. El isótopo mas común es el uranio-238 que se enriquece con uranio-235. El uranio-235 (entiéndase como “el uranio malo”) representa solo una pequeña parte que supone la parte fisionable, la que produce energía al fragmentarse. Las centrales nucleares solo enriquecen su uranio con 2-5% de “uranio malo”, mientras que las bombas nucleares necesitan un enriquecimiento del 90%. Por ello, es imposible que una central nuclear experimente una explosión atómica.

La explosión de Chernóbil se produjo debido a varios fallos de diseño graves y a errores humanos, mientras se hacía una prueba de seguridad. Con el test se pretendía comprobar si se podía enfriar el núcleo en caso de pérdida del suministro eléctrico. Las pruebas provocaron un sobrecalentamiento tanto del núcleo como del agua de refrigeración. Esto provocó una explosión de vapor que rompió los muros de contención. Después se produjo una explosión mucho más violenta, porque el aire del exterior entró en la vasija y reaccionó con 2.500 toneladas de grafito, que provocaron un incendio y una gran explosión que hizo saltar la tapa del reactor dejándolo expuesto.

Mito 2: murieron miles de personas

Como consecuencia directa del accidente murieron 31 personas: dos operarios y 29 bomberos. La causa de su muerte fue Síndrome Agudo por Radiación.

Después del accidente no está clara la cifra de víctimas que causó Chernóbil a largo plazo. Aunque se han elaborado predicciones en función de los supervivientes de Hiroshima y Nagasaki, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que la cifra ascendería a 4.000 víctimas, aunque después incluyó las víctimas que provocaría la exposición a niveles de radiación más bajos, y elevó la cifra hasta las 9.000 víctimas mortales.

Un estudio del International Journal of Cancer presentó unas cifras de hasta 16.000 las muertes que producirá Chernóbil en toda Europa, mientras que Fairlie y Summer presenta unas estimaciones de 30.000 a 60.000.

Mito 3: hubo cientos de miles de casos de cáncer

Los estudios científicos no han podido relacionar de forma fiable los casos de cáncer con el accidente nuclear. Hay una excepción en cuanto al cáncer de tiroides entre los niños, que fue causado por la ingesta de leche contaminada. Entre 1992 y 2002 se diagnosticaron más de 4.000 casos de este tipo de cáncer entre niños y jóvenes que vivieron el accidente.

Se considera que de cada 100.000 casos de cáncer, el accidente incrementaría esa cifra en 4.000 casos más. De 61.000 personas que participaron en tareas de limpieza en el momento se calcula que solo el 5% de sus muertes fue causado por la radiación; y que de los 5 millones de personas que viven en zonas contaminadas, el aumento de la tasa de mortalidad a causa del cáncer será inferior al 1%.

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Mito 4: la radiación fue altísima

Todo el mundo tiene la imagen de que Chernóbil produjo unos niveles de radiación extremadamente altos. La valoración de los niveles de radiación debe tener en cuenta sus efectos acumulados y puntuales, y, además, dónde estaban los afectados, tanto en el momento del accidente como en meses y años posteriores.

Sin tener en cuenta a los operarios y trabajadores de emergencias que ayudaron durante el accidente, la mayor parte de la población solo recibió dosis de radiación relativamente bajas. Para entenderlo mejor es importante conocer qué es un sievert (Sv). Es una unidad de medida que expresa la dosis efectiva que marca el riesgo para la salud de cualquier combinación de radiaciones. La exposición media a radiación anual en el mundo es de 2,4 mSv, aunque puede oscilar hasta 10 mSv. Por tanto, en toda la vida, se acumulan de 100 a 700 mSv.

En Chernóbil hubo trabajadores que llegaron a estar expuestos a radiaciones de más de 500 mSv, pero la media fue de 100 mSv. Las personas evacuadas ese mismo verano recibieron unas dosis medias de 33 mSv, mientras que los 5 millones de personas que viven en zonas contaminadas estarían expuestas solo a un mSv adicional.

Mito 5: no se podrá habitar

Es común pensar en Chernóbil como la zona cero. A pesar de ello, la región fue visitada por 60.000 personas el año pasado.

Bien es cierto que, ese verano de 1986, la naturaleza sufrió la radiación y pocos animales sobrevivieron a las dosis. El mejor ejemplo es el bosque rojo, donde los árboles murieron prácticamente al instante. Después de 30 décadas, la zona vuelve a ser saludable y está plagada de animales. Se estima que viven en la “zona cero” al menos 400 especies de vertebrados, 50 de ellas dentro de la lista roja europea de especies amenazadas, como osos, bisontes y linces.

Mito 6: la radiación es muy peligrosa

Es importante diferenciar entre radiación y radioactividad. La radiación es cuando una partícula o una onda viaja por el espacio, siendo consecuencia de varios procesos, entre ellos, la radioactividad. Esta puede ser no-ionizante como la luz o las ondas de radio o ionizante, que tiene la capacidad de arrebatarle electrones a los átomos. Es decir, la peligrosidad de la radiación depende de su naturaleza y el tiempo de exposición.

La radioactividad es el proceso por el cual los núcleos atómicos inestables decaen y se reorganizan. Esta reorganización puede ocurrir de varias formas, como fisión, decaimiento alfa, decaimiento beta o decaimiento gamma. La radiación gamma tiene un alto poder de penetración y solo puede ser frenada por materiales muy densos, como el plomo. La radiación alfa, sin embargo, puede frenarse con una hoja de papel. Los alrededores de la central fueron arrasados por radiación gamma.

Todos estos procesos ocurren de forma natural en la naturaleza y hacen que todos estemos expuestos a cantidades de radiación. Un ejemplo natural de estos procesos son las explosiones de supernovas, del Sol o de las rocas, entre otras muchas cosas.

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