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Personalización tecnológica: un puente hacia la inclusión en el autismo

Mi introducción a la tecnología se centró en la exploración y adopción de la personalización tecnológica. Cuando era pequeño aprendí programación con boli y papel. El primer ordenador en casa fue una gran apuesta, por el coste y porque no era nada que tuviese ni siquiera un ratón o una interfaz visual. No existía entonces el recurso de un dispositivo más visual y económico, como los móviles o tabletas actuales.

El ordenador me permitía evadirme. Cognitivamente fue la primera vez que pude comenzar a usar mis capacidades. En el colegio sólo podía usar las capacidades que me dejaban usar. Lo que no podía usar, eran limitaciones y malas notas. En cambio, con el ordenador podía volar mentalmente. Sin embargo, no duró mucho. En aquel momento no podía hacer mucho más que programar y con el tiempo abandoné la programación, no porque me aburriese ni porque no pudiera comprender sus complejidades, sino porque precisamente las complejidades emocionales del bullying que sufrí durante años hacían imposible el poder concentrarme mínimamente.

La llegada de Internet: redescubriendo socializar y colaborar.

Descubrí Internet a principios de los 90. Pero económicamente sólo fue accesible para mí hacia finales de dicha década, cuando viví el ascenso y caída de los ciberlocutorios: locales públicos donde accedías para usar Internet. Reservabas un equipo que ibas a usar y pagabas al terminar. Para ahorrar dinero, pero sobre todo para concentrarme más, llevaba los emails para enviarlos ya escritos en un disquete. El usarlo me ayudaba a minimizar el tiempo en un local público lleno de gente, con unos niveles de ruido que me saturaban.

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Ese fue mi inicio en personalizar el uso de una tecnología para funcionar mejor con ella, lo que yo hoy llamaría personalización tecnológica.

«Me entendía mejor con las máquinas que con las personas, pero la tecnología me ayudaba a contactar más con las personas.»

Mariano Grueiro

Gracias a Internet, colaboré y socialicé, desde crear un blog hasta participar en trabajos opensource. De todo esto, puse mi grano de arena en la creación de Internet en una era pre-redes sociales, ayudando a la participación de artistas y asociaciones.

A pesar de mis limitaciones autistas, podía contribuir con mis capacidades, algo que no experimentaba en la sociedad antes de internet. Aunque Internet se volvió esencial, pasarían casi dos décadas hasta que conseguí trabajo en este ámbito, con la empresa con la que trabajo actualmente (Specialisterne). Por primera vez, todo lo que hacía «gratis» se convirtió en algo que podía usar en el contexto de un trabajo y mis capacidades comenzaron a ser valoradas laboralmente.

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Personalización tecnológica y desafíos cotidianos

La tecnología, mi aliada y a veces mi obstáculo, es una herramienta de doble filo. En el día a día, la falta de consideración a la neurodiversidad crea obstáculos, como la imposibilidad de usar un simple portero automático debido a la incapacidad para regular el volumen de su timbre. La posibilidad de que el usuario pueda personalizar un dispositivo tecnológico, sea un móvil o un portero automático, se convierte en mi salvavidas, permitiéndome adaptar un dispositivo a mis necesidades específicas.

Tecnología que me facilita el día a día como persona autista

Hace años que uso una «botonera física». Un dispositivo que teóricamente estaba diseñado para jugar o retransmitir juegos. Desde antes de aparecer en el mercado, soñaba con algo así. La memoria de trabajo, o memoria a corto plazo, es limitada para las personas del espectro autista, y me llevó a imaginar la posibilidad de conectar acciones a botones físicos, pudiendo seguir trabajando de modo eficiente aún en momentos en que mi cerebro con autismo pueda bajar en su rendimiento verbal, lo que resumiría con «tener bajo nivel de traductor verbal”. 

Ojalá pudiese hacer lo mismo con mis cascos de protección acústica. Desearía poder personalizar su algoritmo de aislamiento de ruido, porque tengo hipersensibilidad sensorial. Pero aquí el fabricante no da acceso a estas funciones. Normalmente sólo tengo acceso a funciones cuando compro dispositivos «premium» o «de lujo», representando para mí la diferencia entre vivir una vida normal o con sufrimiento, entre comunicarme o no, y, sobre todo, entre tener y mantener un trabajo o no.

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Psicomotricidad y uso de dispositivos alternativos para el trabajo diario

Ante un 90% de desempleo en personas con autismo, el trabajo sí es un verdadero lujo. Si hoy en día, para cualquier persona es difícil tener un empleo, prueba a ser autista. De modo que cualquier tecnología que nos sirva de ayuda para mejorar nuestro día a día es bienvenida.

Aparentemente puedo mover sin problemas un ratón, sin embargo, su uso me cuesta mucho más esfuerzo que si uso un trackball. También uso un dispositivo giratorio totalmente personalizado, tanto en movimientos como en botones. En lugar de depender de un ratón con una sola mano, uso dos dispositivos con la mano izquierda y otro con la derecha, incrementando mi productividad en el trabajo. De no haberlos podido personalizar, estos dispositivos casi no me servirían de nada.

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Hacia un futuro que lucha por la inclusión

Aunque la tecnología puede ser una fuente de lucha y desafíos, la clave radica en la posibilidad de su personalización. Ojalá toda la gama de cualquier dispositivo, tenga mejores o más limitadas características, tuviese la posibilidad de personalizarse, porque para personas como yo esa personalización tecnológica no es un lujo, sino que es imprescindible para el uso del dispositivo.

En resumen, la tecnología, cuando puede ser personalizada, no sólo ha sido mi aliada en la superación de obstáculos, sino que representa un puente hacia una sociedad más inclusiva y consciente de la neurodiversidad (TDAH, Autismo, Dislexia, etc.).

Ojalá vayamos hacia un futuro en el que avancemos hacia una tecnología cada vez más accesible, adaptable y personalizada, allanando el camino hacia una vida plena para todas las personas.

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