La tecnología blockchain ha dado lugar a todo un nuevo sector. Bitcoin, que fue la primera criptomoneda, se basa en esta cadena de bloques. Sus características permiten que un producto —en el caso de Bitcoin es dinero o medio de pago, pues ese es su propósito— esté descentralizado. Esto se sostiene gracias a una potencia de cálculo distribuida en una red de ordenadores. Nadie está al mando pero todos los nodos contribuyen. Sobre esta base nacieron el resto de criptomonedas y también se han creado los NFTs.
Este tipo de criptoactivo es diferente a las criptomonedas. NFT quiere decir non fungible token, es decir, token no fungible, es decir, tokens que no se pueden intercambiar unos por otros. Se trata de elementos únicos que tienen diferentes características y diferente valor. Se podría decir que son archivos digitales únicos, aunque no es del todo correcto.
Un NFT es un token registrado en la blockchain. Y ahora sí, es un token que representa de forma única un archivo digital. La tecnología hace posible que estos criptoactivos funcionen como una certificación de autenticidad y una garantía de quién es el propietario de cierto archivo digital.
Alberto Muñoz Cabanes, profesor del Departamento de Economía Aplicada y Estadística de la UNED y conocedor del mundo cripto, lo resume así: “Un Non-Fungible Token o Token No Fungible es un activo criptográfico representado en una blockchain que posee códigos de identificación y metadatos únicos, lo que nos permite distinguirlos entre sí”.
Esta posibilidad de distinción, unida a la inviabilidad de falsificar la blockchain, permite al poseedor de un NFT garantizar que él es su propietario y que el token es auténtico.
El origen de los NFT
A lo largo del pasado año estos tokens se popularizaron hasta saltar a la palestra mediática. Tanto es así que el prestigioso diccionario Collins escogió ‘NFT’ como la palabra del año 2021. Eran momentos en que se daban ventas exorbitadas por estas piezas digitales. Pero sus inicios se remontan a unos años atrás.
La primera vez que los NFTs adquirieron auténtica relevancia, al menos en la comunidad cripto, fue con el videojuego CryptoKitties. Este software, basado en blockchain y desarrollado por la compañía canadiense Dapper, permitía comprar, coleccionar, alimentar y también vender gatos virtuales. Era una especie de tamagotchi moderno, pero con una capa económica y de interacción social.
Se estrenó con una versión de prueba en un hackthon de Ethereum, la red en la que se apoya para su funcionamiento, en octubre de 2017. Poco después llegó el lanzamiento oficial y el éxito fue mayúsculo. El 2 de diciembre se vendió uno de estos gatos virtuales por casi 247 ethereums, que en su momento equivalían a 117.712 dólares. Aquel mismo mes, la red Ethereum se congestionó por la actividad que producía CryptoKitties.
Este videojuego es un buen ejemplo para entender estos criptoactivos. Cada gato virtual está representado por un NFT y tiene características diferentes. Los gatos se distinguen por la edad, el color y otros factores que los hacen más o menos raros. Cuanta más rareza tengan, teóricamente más valiosos son, como ocurre con todo coleccionismo.
En marzo de 2021 se produjo un hito en la historia de los NFTs. En plena escalada de los precios de las criptomonedas, la casa de subastas Christie’s vendió una pieza de arte digital en forma de NFT por 69 millones de dólares. Era un collage realizado por el artista Beeple, que hecho fotos, dibujos, ediciones fotográficas, uno diario durante 5.000 días.
Diferencia con las criptomonedas
La obra de arte de Beeple, titulada ‘Everydays: The First 5000 Days’ no era más que un collage digital. Cierto es que fruto de un trabajo nada desdeñable y constante. También se puede decir que algunas de las imágenes que componían la multitudinaria cacofonía visual eran ingeniosas y tenían valor artístico en sí mismas. Pero nada impide a nadie copiar la obra, que circula por Internet, y copiarla para examinarla a su antojo.
Sin embargo, lo que consiguió el comprador del NFT fue la propiedad exclusiva de aquella obra digital. Esto no se podría hacer con una criptomoneda porque todas las bitcoins o las ethereums son iguales entre sí. “A diferencia de las criptomonedas, los NFTs no pueden ser intercambiados por otros NFTs”, comenta Muñoz Cabanes. “Podemos intercambiar un euro por otro, o un bitcoin por otro bitcoin, independientemente de su época y lugar de emisión, sin que se observe una diferencia del valor y de sus propiedades. Pero esto no es posible con los NFTs”.
A partir de aquí las posibilidades son múltiples. Se pueden crear NFTs que representan creaciones digitales, pero también los hay que representan objetos físicos. Incluso los hay que tokenizan (convierten en NFTs) recursos que hasta ahora no se había encontrado forma de comercializar o de coleccionar. Un ejemplo de ello es el código fuente original de la World Wide Web. Desarrollado por Sir Tim Berners-Lee y convertido en NFT, fue subastado por su propio creador y alcanzó el precio de 5,4 millones de dólares. El propio Berners-Lee dijo: “La idea es que alguien podría querer una versión firmada digitalmente de este código, algo parecido a que mucha gente me pida copias físicamente firmadas del libro”.
La relación de los NFTs con el mundo del arte
Desde que se hicieron populares, estos tokens se han asociado con el mundo del arte. Quizá porque han surgido como una forma de coleccionismo, sobre todo impulsada por la esperanza de que los NFTs adquiridos se conviertan en una inversión a futuro. Esto, por otra parte, es algo que también sucede en el mundo del arte.
“Las características que poseen los NFTs facilitan enormemente la representación en formato digital de la propiedad de activos digitales y también físicos. De este modo, cualquier creación de un artista digital puede convertirse en un NFT y ser vendido como cualquier obra de arte”, apunta Muñoz Cabanes.
Sin embargo, no hay que hacer una equivalencia entre los NFTs y los derechos de autor. “Es importante aclarar que la venta de un NFT no elimina la propiedad intelectual de la obra del artista. Del mismo modo que si compramos un cuadro de Dalí, el creador sigue siendo el pintor de Cadaqués aunque lo tengamos colgado en el salón, la compra de un NFT nos confiere su propiedad pero no su autoría”, expone el profesor de la UNED.
Como en otros ámbitos en el mundo cripto, uno de los valores que tienen los NFTs es que eliminan intermediarios. Se automatiza la certificación de que una obra es auténtica y de que quien dice ser su propietario, lo es. “La emisión de NFTs supone una revolución en el mundo del arte y en otros muchos sectores. Permiten eliminar a los intermediarios, conectando a los artistas con el público sin necesidad de que exista un comisionista que cobre una cantidad de la venta de una obra”, señala Muñoz Cabanes.
Casos de uso NFTs
Estos tokens se basa en un tipo de tecnología que les proporciona unas ciertas características. Aunque no todos están basados en la red Ethereum, que es la mayoritaria. “En líneas generales podríamos decir que solo existe un tipo de NFT. Es aquel utilizado para representar una obra digital, un cuadro o una vivienda. Pero desde un punto de vista tecnológico podríamos diferenciar NFTs en función de la red blockchain donde hayan sido emitidos, siendo Ethereum, Solana, Polygon o Tezos algunas de las principales redes donde se están emitiendo este tipo de criptoactivos”, puntualiza el profesor de la UNED.
Una mejor forma de distinguir unos NFTs de otros es atender a la función que tienen. Uno de los casos de uso más reconocidos es el arte, como hemos indicado. Actualmente hay piezas de coleccionismo digital, con ediciones limitadas, que se basan en esta tecnología. Algunos artistas han probado a tokenizar sus obras de arte, en busca de nuevos ingresos. No solo se puede hacer con un cuadro, también con obras más intangibles, como una canción o una película.
En el sector de los videojuegos también han entrado con fuerza, quizá donde más, los NFTs. No hay que olvidar que CryptoKitties, aun con el coleccionismo de los gatos virtuales, seguía siendo un videojuego. El gaming ha encontrado una fórmula nueva, como son los play-to-earn, títulos donde los jugadores ganan dinero por jugar. El más conocido es el Axie Infinity, donde también hay que comprar ‘axies’ (monstruitos) con los que pelear. Quien gana no acumula solo puntos sino también criptomonedas. Y cada uno de estos ‘axies’ es un NFT, que a su vez es comercializable.
Pero los casos de uso pueden ir mucho más allá. Ya se investiga cómo estos criptoactivos podrían servir para crear una identidad digital única, auténtica e infalsificable.