Un nuevo implante cerebral magnético promete una nueva vida funcional a largo plazo

Las pruebas con animales que van a realizar los investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard tendrán como objetivo estimular la región visual de los monos recreando la actividad que harían sus ojos.

La ciencia avanza y genera nuevas expectativas, sobre todo en el campo de la salud. Ya no son solo aparatos externos los que intentan facilitar nuestro día a día, si no que diminutos aparatos prometen cambiar la vida de las personas afectadas con algún desarrollo neurológico disfuncional. En el blog Think Big adelantábamos nuevos descubrimientos que provocarían una revolución en las personas y en su forma de vida en este entorno. Por ejemplo, destaca un nuevo dispositivo de estimulación cerebral profunda, creado con la esperanza de frenar los efectos del Alzheimer. Este implante cerebral intenta poner fin a un trastorno que ya afecta en la actualidad a 24 millones de personas en todo el mundo.

Otro caso reciente del que también nos hicimos eco cuenta cómo la tecnología ha sido capaz de devolverle el sentido del tacto en su mano a un chico de 28 años gracias a la instalación de implantes cerebrales en su corteza sensorial. Desde que surgieron los primeros sistemas de estimulación sensorial, su conexión con el sistema nervioso era una materia pendiente que ahora finalmente tiene resolución.

El gran problema al que se enfrentan estos implantes es que, a largo plazo, desde su ubicación en el cerebro se van erosionando y respondemos antes ellos como si fueran un cuerpo extraño. Las cicatrices que se generan en los aparatos hacen que se impida el flujo eléctrico, perdiendo su eficacia de manera progresiva. El funcionamiento es similar al de unas pilas que van perdiendo energía conforme se van gastando.

La señal magnética sin cicatrices

Un nuevo descubrimiento podría poner fin a este importante defecto a largo plazo. El uso de unas micro bobinas magnéticas en vez de eléctricas dentro de un implante cerebral podría eliminar el “efecto cicatriz” que se genera tras su uso en el tiempo. De hecho podrá funcionar en zonas cicatrizadas afectadas ya por este fenómeno.

Según investigadores del Hospital General de Massachusetts (MGH), “estas bobinas microscópicas con forma de pelo generan potentes campos magnéticos altamente dirigidos para inducir actividad eléctrica en ubicaciones específicas del tejido cerebral subyacente”.

Otras de las ventajas que se descubrió en el estudio que usaba estos campos magnéticos es que su flujo activa neuronas pero de manera selectiva. Los implantes que usaron en ratones durante el experimento demostraron un proceso de selección neuronal, ya que según la dirección donde eran colocados dentro de la corteza motora provocaron un movimiento determinado en el bigote de los animalitos.

En este escenario surge otro nuevo avance. Se trata de un paso más en la experimentación que ahora se va a hacer también con monos. Las pruebas con animales que van a realizar los investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard (EEUU) tendrán como objetivo estimular la región visual de los monos recreando la actividad que harían sus ojos. Por tanto, la señal de visión no se obtendría de sus ojos, si no de los implantes PARC para finalmente ser reinterpretada a través de una cámara. El verdadero reto reside justo en el paso siguiente, transformar esa información digital en actividad cerebral.

Los sistemas de estimulación neuronal pretenden restaurar los campos de la visión, el oído o el de la movilidad en aquellas personas cuyas funciones neuronales están deterioradas ya desde su nacimiento o con el paso del tiempo.

A diferencia de los electrodos convencionales, la eficacia de las bobinas magnéticas no debería degradarse con el paso del tiempo. Gracias a los campos magnéticos se elimina el deterioro en los nuevos implantes que formados por micro bobinas de este material no hacen necesario el contacto entre el tejido natural y la bovina.

Desde el cerebro hacia otras partes

Aun así, otros investigadores afirman que todavía existen ciertas incógnitas para patentar su uso en humanos. Sin embargo, el avance promete, llegando incluso a usarse en otras partes del cuerpo ajenas al cerebro como el aparato de digestivo. De hecho, el profesor adjunto de la Universidad de California en San Diego (EEUU) Todd Coleman sugiere que podrían utilizarse como un nuevo sistema de monitorización para la salud gastrointestinal. Además, podría añadirse junto a posibles usos psicológicos destinados a controlar los síntomas del trastorno de estrés postraumático que provienen del nervio vago del pecho.

Al final, parece que la medicina que busca soluciones frente a la disfunción neuronal en cualquier parte de nuestro cuerpo parece estar más cerca de ganar la batalla.

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