La enseñanza tradicional en las universidades y en cursos de formación profesional tiene componentes que limitan la flexibilidad del aprendizaje. Son los horarios fijos, los planes de estudios cerrados, las fechas… Algunos de estos elementos se transforman en los nuevos modelos de educación en tecnología.
En 42 Madrid, donde no hay profesores ni fechas de entrega fijas, se ensaya con una metodología en la que el estudiante marca la pauta. Y las facilidades que esto conlleva favorecen de una forma especial a las mujeres. Una parte de las personas que acuden a esta escuela de programación lo hacen para reciclarse profesionalmente o para buscar nuevas oportunidades. De forma que no siempre disponen de mucho tiempo.
Teresa Bulungu Lufuluabo, de 26 años, es saxofonista clásica y también directora de orquesta. Aterrizó en 42 porque un amigo suyo estudiaba allí y le contó el funcionamiento del centro. «Con la Covid vi la oportunidad, porque como ha habido parón de cultura pensé que todo este tiempo en que no estoy dando conciertos lo puedo aprovechar en otra cosa. Y por eso me lancé. Es algo que siempre he querido aprender y que tiene muchísimas salidas», relata.
Un aprendizaje para todos los niveles
Teresa era la típica persona a la que se le dan bien los ordenadores desde pequeña. Si se estropeaba uno le pedían a ella que lo arreglara. Siempre le atrajo la programación así que al oír sobre 42 Madrid le dio por probar. «Tenía miedo porque todo el que entraba era gente que eran ingenieros, físicos o gente que tenía 18 años pero que había programado antes. Y pensé, ya verás, en cuanto se den cuenta de que no tengo ni idea de matemáticas me van a echar de aquí. Pero no, para nada. Aprendí de cero con ellos», cuenta Teresa.
En su caso llevaba desde los 16 años sin hacer una operación matemática, según sus propias palabras. No tan alejada de las ciencias puras estaba Cristiana Nicoleta Marcu, una arquitecta de 27 años que sentía interés por la programación y la tecnología. Esta afición se unía a la dificultad de encontrar un puesto fijo en su profesión. Tras unos años trabajando en estudios, desde la carrera, se sintió con autonomía para formarse por su cuenta en otra materia. Picoteó cursos y documentación en Internet para aprender desarrollo web hasta que conoció 42 Madrid. Ahí fue cuando le dio un empujón a su reciclaje profesional.
Para entrar no hace falta saber mucho de matemáticas, de informática ni de programación. Se evalúan otras aptitudes y actitudes, con lo que la barrera de entrada no está en los conocimientos técnicos. De forma que nadie que no haya cursado una carrera de ciencias o ingeniería se verá discriminado. Ni mucho menos por el género. «La forma que tienen de meter a la gente es un poco a ciegas”, comenta Teresa. “Los criterios para pasar, aunque no los tenemos claros, no tienen nada que ver con el género. Creo que miran hasta qué nivel has llegado o cuánto has ayudado a tus compañeros. No interfiere para nada el género».
Aunque la mayoría de sus compañeros son chicos, la filosofía de la escuela tiende a ser igualitaria. «Están bastante concienciados en demostrar que la mujer en la ciencia es algo totalmente natural y normal y que si no se ha visto hasta ahora es por prejuicios sociales», indica Teresa.
Autogestión del tiempo frente a la tradición
A la hora de reinventarse, que es uno de los motivos para ingresar en 42 Madrid, Cristiana valora la libertad que ofrece la escuela. «Al final alguien que se reinventa es alguien que lleva ya una historia, que viene con una mochila cargada de cosas. Si te reinventas no te vas a reinventar con 18. Y necesitas de esa libertad que te da el poder ir cuando te venga bien, gestionar mi tiempo como quiero. Y, si me viene bien estudiar de cuatro de la mañana a cinco y media, lo hago ahí».
La arquitecta valora el hecho de no tener exámenes ni las entregas de los trabajos con una fecha marcada de antemano. «El calendario lo haces como tú quieras y eres tú el que adquiere el compromiso de llegar hasta donde tú te plantees llegar. Y si no llegas es responsabilidad tuya. Creo que casi todos los que nos reciclamos venimos con esto en mente», destaca Cristiana.
La gestión propia del tiempo es una enorme facilidad para cualquiera que se esté reinventando profesionalmente. “En los años de universidad todo tiene un tono paternalista«, apunta. «En 42 te saltas todo eso. No hay nadie que te diga cómo tienes que hacer las cosas, cómo te tienes que organizar y de qué manera quieren que entregues algo. Hay completa libertad para hacer lo que quieras. Tú decides cómo lo quieres hacer y lo defiendes delante de tus compañeros. Y, si a ellos los convences, que son los únicos que te ponen las notas o que juzgan, entre comillas, tu trabajo, pues lo has hecho bien».
Este esquema es interesante para aquellas mujeres que tienen que conciliar vida familiar con estudios. Paloma Costa Jiménez opina que la autogestión del tiempo es decisiva para que sea posible organizarse bien. Ella llevaba en torno a siete años sin trabajar. Esta vallisoletana estudió Matemáticas y después se marchó a Madrid a trabajar en consultoría informática. En 2015, tras iniciar un negocio propio que no cuajó, se dedicó a sus hijos. Pero llevaba tiempo queriendo volver al mundo laboral. Su marido se enteró por la radio del modelo de enseñanza de 42 Madrid y se lo contó. “Surgió esta oportunidad y la cogimos al vuelo”, recuerda.
La flexibilidad como valor clave para las mujeres
La autogestión del tiempo es importante para cualquier persona que busque reinventarse. Pues a este tipo de perfil se le presupone que tiene ocupada ya una parte de su tiempo. Esto se puede acentuar más aún en el caso de algunas mujeres, para quienes la flexibilidad es todavía más relevante. «En la mujer es donde más veo que esto tiene mucha lógica y mucho sentido”, apunta Cristiana. “Te permite compaginar y hacer vida familiar o vida personal o la vida que tengas con seguir formándote y seguir creciendo como profesional. Todavía estamos en un momento en que el valor de la libertad para las mujeres vale un poco más en ciertas circunstancias«.
Para Cristiana el valor de la flexibilidad en los estudios está claro: «Cuanta más libertad tenga una mujer en un modelo educativo, mejor, porque más éxito va a tener». Al mismo tiempo, recalca, peor le irá cuantas más restricciones tenga «porque no nos podemos comprometer a tanto». Paloma conoce de primera mano el reto de la conciliación familiar. «Es verdad que las mujeres lo tenemos un poco más difícil, porque si tienes familia y tienes niños es complicado poder compaginarlo. Al final te encargas de tu casa, de tus hijos, por mucha ayuda que tengas de tu familia o tu pareja. A las mujeres, quizá por el rol que tenemos, nos resulta más complicado poder acceder a esto [los estudios]».
Con sus hijos aún pequeños, Paloma admite las ventajas del modelo de 42 Madrid: «A mí me ha dado muchas más oportunidades que una enseñanza reglada, porque de esa forma no habría podido compaginar los estudios. Y esto sí lo puedo compaginar».
Mayores oportunidades de conciliación
La vallisoletana tiene sus preferencias bien delimitadas. «Para ser sinceros, busco un trabajo de lunes a viernes que me permita, llegar a casa y estar con mi familia y poder dedicar los fines de semana a mi familia», expone. Es algo que ya ha buscado con los estudios, pues quería un sistema que le permitiera esta conciliación.
«Llegó un momento en que me planteé reincorporarme al mundo laboral y la opción era hacer un módulo o algo similar, pero con los horarios de los módulos no podía, porque tengo los niños pequeños y me era imposible compatibilizarlo”, explica Paloma. “Y con el método de 42 me puedo coordinar con mi marido. A lo mejor incluso le dedico más horas que a un módulo pero en el horario que yo puedo, como los fines de semana o tardes o noches». Una fórmula para avanzar sin sacrificar las rutinas familiares y personales.