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Sin tabúes ni sermones, diálogos y cuidados en entornos digitales

Ser madre, padre o cuidador siempre fue un enorme desafío. Al orgullo, emoción y felicidad de criar y amar a una persona, se le suma una enorme incertidumbre y responsabilidad. ¿Estaré haciendo las cosas bien? Muchas veces se habla de que “los niños no vienen con un manual de instrucciones”, lo cual es una gran verdad que se cristaliza a la hora de tomar decisiones: ¿Le permito comer dulces? ¿A qué escuela irá? ¿Puede ya volver solo de la escuela? Las dudas eran muchas, ¡y llegó Internet! Y con su uso masivo, la multiplicación de interrogantes y responsabilidades.

¿A qué edad puede comenzar a ver dibujos animados?¿Le presto mi móvil? ¿Le regalamos la tablet para su cumpleaños? ¿Le permito abrirse una cuenta en Tik Tok? Si no se lo permito, ¿lo hará a escondidas? ¿Será seguro ese juego online que tanto le gusta? ¿Me creo una cuenta falsa para ver lo que publica? ¿Le reviso el historial?

Si bien los entornos digitales multiplican y generan nuevas decisiones que tomar, tienen una gran particularidad: la incertidumbre. Observamos que, muchas veces, las decisiones clásicas de crianza y educación tienen como gran modelador el sentido común de las personas adultas a cargo. ¿A qué edad puede quedarse solo en casa? Seguramente no necesitemos googlearlo, lo iremos observando y en base a nuestro sentido común lo decidiremos. La misma lógica aplica para las primeras salidas nocturnas y tantas otras decisiones.

Cómo acompañar a nuestros hijos en los entornos digitales

¿Qué nos sucede entonces con las decisiones de crianza vinculadas a los entornos digitales? El sentido común se nubla. ¿Por qué? Podemos bucear en las razones y es posible que la respuesta se vincule a la baja autoestima de las personas adultas en torno a sus habilidades digitales.

Hay diversos mitos vinculados a los adultos como inmigrantes digitales (quienes no comprenden el lenguaje digital y por ende, no pueden acompañar ni cuidar como corresponde) y a las tareas de cuidado en Internet relacionadas a los conocimientos técnicos o informáticos (quienes no saben sobre informática no pueden aconsejar sobre usos digitales de niños y niñas). Se produce así una idea generalizada que propone que las personas adultas no serían capaces de acompañar, cuidar y criar a los niños y niñas en entornos digitales porque no tienen las habilidades necesarias.

Entorno digital

Estos preconceptos dañaron y mucho no solo a los adultos, si no principalmente a los niños y niñas, quienes suelen utilizar las plataformas digitales en soledad, aún cuando pueden vivir situaciones de tensión o conflicto que requieren de compañía adulta.

¿Qué necesitan los niños y las niñas de las personas adultas en Internet?

  • Hablar sobre Internet: conversar diariamente sobre los usos digitales de toda la familia, sin tabúes ni sermones. Generar un interés genuino y empático sobre la cultura digital de todos y todas.
  • Conocer las plataformas que utilizan: investigar las configuraciones de privacidad y seguridad de los sitios que frecuentan y ayudar en su correcto uso. ¡No hace falta abrir cuentas en estas plataformas, solo conocerlas!
  • Brindar consejos que se actualicen con el tiempo: los niños y las niñas crecen, cambian sus usos y los consejos deben acompañar los cambios.
  • Ser referentes de cuidado: hacerles saber que ante cualquier problema, duda o incomodidad nosotros también los cuidamos en Internet. Tomar las riendas y buscar ayuda de especialistas si hace falta pero no dejarlos gestionar ningún tipo de problema en soledad.
  • No pensar en edades sino en trayectos: no existen edades universales para permisos universales. Existen trayectos personales para decisiones individuales.

¿Cómo tomar decisiones respecto de los entornos digitales? ¡Sentido común! Cada niño y niña es único y nadie los conoce tanto como sus familiares más cercanos. Según su temperamento, contexto, vínculos y momento de su desarrollo, decidir para qué está preparado, qué situaciones puede afrontar y cuáles no y sobre todo, comprender que Internet es un espacio público real donde suceden cosas que afectan para bien y para mal a todas las personas que lo utilizan.

Así como no los dejaríamos solos en un parque a los 5 años, así como no dejaríamos que decidan sobre si ir solos a una discoteca a los 10 años o así como no los dejaríamos conversar con desconocidos a los 8 años, no deleguemos en ellos y ellas responsabilidades que no pueden afrontar. Es clave no confundir sus habilidades instrumentales (dar “play”) con las reflexivas (reconocer riesgos y gestionar sus retos). Ellos nos necesitan y debemos cuidarlos y protegerlos.

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