Conciencia en la inteligencia artificial

Conciencia e inteligencia artificial, un debate abierto

La inteligencia artificial se ha ido instalando en la vida de las personas y ha ido ganando cada vez más peso. Sustituyen a los humanos en diversas actividades y pensar sobre las posibilidades que podría alcanzar casi asusta. Pero, de momento, hay algo que sigue diferenciando a los hombres de las máquinas: la conciencia.

La capacidad de las máquinas se supera a diario. La inteligencia artificial ha llegado para quedarse, y la conciencia es su gran reto por conseguir. Pero la comunidad científica está dividida respecto a las posibilidades que tendrán para lograrlo.

Procesar grandes cantidades de datos en tiempo real es una tarea superada para las máquinas, a quienes todavía se les resiste la capacidad de darse cuenta de sí mismas así como de su entorno. Una parte clave en el desarrollo de la conciencia y, sin la cual, no podrán llegar a sustituir a los seres humanos en todos y cada uno de los trabajos que ejecutan. Carecer de conciencia hace imposible su implicación en problemas de tipo legal y éticos que garanticen su comportamiento dentro de los estándares humano. Así pues, asegurar su rebelión contra las personas sería algo imposible de prever. Un miedo que, por el momento, se ve lejano, y sobre el que no existe consenso alguno.

Las opiniones de los investigadores respecto a este tipo de máquinas denominadas hiperaware, así como la concepción del término consciente y su equiparación con la conciencia humana, siguen siendo un punto de conflicto dialéctico.

¿Puede decirse que una máquina es “consciente” de la misma forma que lo es una persona? Es más, ¿realmente podría llegar a serlo? Algunos físicos y filósofos defienden y creen en la conciencia como capacidad exclusiva del comportamiento humano que no puede ser copiado por las máquinas. La misma creatividad o la sensación de la libertad son algunas características humanas sobre las que ni la lógica ni los cálculos reinan.

La conciencia en la inteligencia artificial

Pero esta opinión no es compartida por todos. La exclusividad de la conciencia no es compartida por todo el mundo científico que entiende que, conforme al desarrollo de la propia tecnología, las máquinas serán capaces de contar con ella. Según este argumento, la conciencia supondría el cúmulo de información así como la recuperación del conocimiento previo y el procesamiento cognitivo de todo ello en apreciaciones y acciones. Una tesis que deja mal parada a la humanidad, sobre la que la capacidad de almacenamiento informativo de las máquinas se impondría de forma rotunda alcanzando una conciencia superior a la de las mismas personas.

Unas visiones distintas de la conciencia que también disciernen en su origen. Desde este punto se puede observar dos enfoques distintos tomando la conciencia como algo dado o como algo intrínseco a la condición humana.

Una perspectiva sobre la que la teoría cuántica también aporta su granito de arena desde la interpretación ortodoxa de Copenhague. Su posición, denominada “grande-C”, contempla una sola realidad donde la conciencia y el mundo físico son aspectos complementarios. Entiende que la conciencia es algo dado y que no proviene de la física. Existe por sí misma, a pesar de que necesite un cerebro para convertirse en real.

Una perspectiva contraria a la “pequeña-C” que defiende la conciencia como algo propio de la biología. Emerge de ella y, por tanto, a su vez lo hace de la química y de la misma física. Es algo intrínseco a la persona y no una muestra que se va adhiriendo a ella con el tiempo.

La biología marca la estructura de la mente humana donde su sistema de autoorganización sigue siendo difícil de copiar para las máquinas actuales. Conocer si la conciencia sigue este mismo sistema de funcionamiento supondría todo un reto futuro para la tecnología. Diseñar sistemas adaptables que alcancen el nivel de sofisticación con el que cuenta el cerebro humano es tarea difícil. La ausencia de una teoría matemática de la computación que resuelva sistemas de este tipo hace pensar si quizás sea imposible reproducirlo. Quizás la exclusividad de la creatividad o la flexibilidad quede solo en manos de las máquinas biológicas. Pero, ¿convendrá a la humanidad desarrollar este tipo de máquinas? ¿Hasta qué punto es beneficioso la implementación de la conciencia en las máquinas? ¿Se volverá en su contra?

Una serie de incógnitas donde solo el futuro y el desarrollo de la tecnología, de forma consciente o inconsciente, tendrán la última palabra.

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