La ciencia avanza inexorablemente hacia la singularidad tecnológica, es decir la inteligencia artificial y la conciencia de las máquinas sobre su propia existencia
Hasta ahora había varias leyes inviolables en cuanto a la robótica y la ingeniería: Un robot jamás podría revelarse contra los humanos y no podría tener sentimientos. Además, la posibilidad de que llegara a realizar un proceso de raciocinio puramente humano parecía más que improbable. Sin embargo, parece que el rápido desarrollo de la inteligencia artificial quiere borrar estas reglas del mapa.
Así, en los últimos años hemos asistido a la época de mayores avances en el desarrollo de tecnologías inteligentes, sistemas capaces de pensar por sí mismos y de actuar o predecir acciones mejor que los propios sujetos que los diseñaron. Y no estamos hablando de robots que suban escaleras o saluden con sus peculiares manos. Estamos hablando de una vertiginosa carrera hacia la concepción de la primera inteligencia artificial.
Del ajedrez al cáncer: la inteligencia artificial supera al hombre
Aunque son muchas las empresas y organismos que están impulsando la inteligencia artificial e investigando en varias líneas de actuación (entre ellas Telefónica I+D), ha sido una histórica del sector, IBM, la que más notoriedad ha conseguido gracias a sus proyectos ‘Deep Blue’ y ‘Watson’.
El primero, Deep Blue, consiguió en 1997 vencer por primera vez al hombre en una partida de ajedrez. Y no a cualquier hombre, sino al campeón del mundo Gari Kaspárov. Aunque no se puede considerar esta máquina estrictamente como inteligencia artificial (al fin y al cabo no hacía más que procesar datos y generar estadísticas y predicciones en tiempo real en base a unas reglas matemáticas predefinidas), sí que sirvió para demostrar lo limitada de la mente humana en comparación con nuestros amigos de metal.
Su hermano mayor, Watson (llamado así en honor al primer presidente de la compañía), sí que es pura inteligencia artificial. Desvelado en 2006, fue ideado para ser capaz de procesar el lenguaje natural de los hombres, pensar como nosotros y resolver problemas lógicos con los mismos mecanismos mentales que usamos habitualmente. Y lo demostró: IBM puso a su máquina Watson a competir contra los mejores concursantes de la historia de ‘Jeopardy’, un exitoso concurso televisivo en EEUU que plantea preguntas y juegos lingüísticos a los participantes. Contra todo pronóstico, en el campo de los humanos, Watson venció y se ganó el reconocimiento social y científico del mundo entero.
Sin embargo, el potencial de esta y otras máquinas similares va mucho más allá de un concurso de televisión o una partida de ajedrez. Actualmente, Watson ya se está utilizando para predecir comportamientos y pautas de consumo en el ámbito comercial, así como para colaborar en el análisis rápido de situaciones humanas de muy diversa índole. Quizás la pata más sobresaliente de Watson sea la que ayuda a curar el cáncer. En ese sentido, y a diferencia de un médico humano, Watson es capaz de analizar en segundos los síntomas del paciente, compararlos con muchos otros casos similares, buscar en la base de datos de tratamientos posibles y predecir con un alto porcentaje de acierto cuál será el mejor tratamiento a aplicar a cada paciente concreto.
Chatbots: a punto de superar el Test de Turing
Pero aunque sólo las grandes máquinas están llamadas a consolidarse como las inteligencias artificiales del mañana, al menos desde el punto de vista estrictamente académica, hay más ideas para dotar de inteligencia a nuestros ordenadores. Así, por todo el mundo están proliferando proyectos de investigación y trabajos individuales que buscan crear el primer software capaz de conversar con un humano de forma natural.
El nombre que reciben estos programas es ‘chatbot’ y existen desde hace ya varios años, siendo usados por sistemas de atención al cliente, páginas web e incluso en redes sociales para automatizar las respuestas a ciertas preguntas. Sin embargo, aquí el reto está en superar un examen, el Test de Turing, que establece que el software debe convencer a más de un 30% de un jurado profesional de que es un humano y no una máquina.
Son muchos los chatbots que han asegurado haber superado este test en los últimos años, el más reciente el mes pasado, cuando Eugene Goostman afirmó haber diseñado un software que convenció al 33% del jurado de su humanidad. Sin embargo, ninguno de estos programas (incluyendo el de Goostman o el software Cleverbot, que convenció al 59% del jurado) puede considerarse aún como inteligencia artificial, ya que suelen valerse de trucos y artimañas para superar ese porcentaje. Por ejemplo, en el caso que hemos mencionado, el chatbot se hacía pasar por un niño, extranjero y con problemas para comprender el idioma de la otra persona, para disimular de este modo sus carencias y fallos de comprensión.