La liposucción es una de las cirugías estéticas más realizadas en el mundo y, a priori, no parece tener nada que ver con el cáncer, pero una nueva técnica que convierte la grasa blanca en grasa parda podría acabar relacionándolos, para bien.
Grasa beige, grasa blanca y grasa parda
La grasa tiene muy mala fama, la asociamos a obesidad, a malos hábitos alimenticios y a problemas cardiovasculares, pero en realidad, nuestro cuerpo crea distintos tipos de grasa y su existencia no sólo es necesaria, sino que podría ser la clave para combatir el cáncer.
La grasa blanca es básicamente nuestro almacén natural de energía. Guarda las calorías que no quemamos en forma de lípidos a los que recurrir más adelante, es un aislante térmico, protege nuestros órganos internos y actúa como un órgano endocrino. Aun así, es la que comúnmente se considera “grasa mala” cuando la acumulamos en exceso, porque da pie a la obesidad y a la diabetes.
La grasa parda es, por el contrario, la “grasa buena”, ya que su función no es acumular calorías, sino por el contrario, quemarlas para producir calor. Es una grasa muy escasa en adultos y se activa generalmente mediante el frío, de ahí que muchos métodos modernos de vida activa y adelgazamiento introduzcan el frío gradualmente (duchas frías, baños de hielo, paseos en invierno…) para activarla y enseñar al cuerpo a producir grasa beige, en un proceso que se conoce como “browning”.
La grasa beige es el híbrido entre las dos anteriores, siendo grasa blanca que ha “aprendido” a comportarse como grasa parda cuando es necesario, y es la responsable de que nuestro metabolismo basal se incremente cuando hacemos ejercicio, ya que es uno de los procesos por el cual la grasa blanca se transforma en beige y nuestro cuerpo empieza a consumir más calorías de manera natural.
Convertir grasa blanca en grasa beige gracias a la técnica CRISPR
En 2024, un grupo de investigadores de la UCSF, liderado por el doctor Nadav Ahituv, probó con éxito una técnica para convertir la grasa blanca en grasa beige modificándola con la conocida técnica CRISPR (edición genética mediante secuencias específicas de ADN), un proceso que se pensaba imposible y que sólo se entendía como viable generando esa grasa desde la base de células madre.

Cúmulos de células grasas beige, ávidas de energía, creadas a partir de células grasas blancas extraídas mediante liposucción
Fuente: Desai Lab
Matar de hambre al cáncer
Como explicábamos antes, la grasa parda y la grasa beige son grandes consumidoras de energía, que usan para generar calor. Eso llevó a los científicos de la UCSF a probar una técnica aplicada en cirugía estética que viene de la liposucción, en la cual se extrae grasa de algunas zonas para rellenar otras. En este caso lo hicieron implantando esa grasa beige cerca de células cancerígenas en ratones ¿El resultado? Las células de grasa beige agotaban todos los nutrientes de la zona para generar la energía para la que están diseñadas, dejando a las células cancerígenas sin “alimento” y frenando su crecimiento hasta acabar con ellas. Y lo que es más importante, la técnica funcionó incluso cuando las células de grasa beige se implantaban en zonas alejadas del tumor.
El frío como tratamiento
El doctor Nadav Ahituv ya había demostrado que una exposición al frío podía retrasar e incluso suprimir el cáncer en ratones, llegando a la conclusión de que era la creación de nuevas células de grasa beige la que frenaba la reproducción del cáncer, al dejarlo sin recursos.
Como el tratamiento con frío no era adecuado para pacientes con un estado de salud delicado, la opción pasaba por conseguir células de grasa beige que consumiesen los recursos de las células cancerígenas incluso sin frío.
Aquí interviene el estudiante de posdoctorado Hai Nguyen, que trabajaba con Ahituv y que usó la técnica CRISPR para activar los genes que están durmientes en la grasa blanca, pero activos en la grasa beige y con ello lograr encontrar el gen que convirtiese a las células de grasa blanca en las células de grasa beige más hambrientas posibles. De esa búsqueda, el gen UCP1 acaba convirtiéndose en el elegido, ya que en las pruebas realizadas en el laboratorio era tan efectivo consumiendo los recursos y matando de hambre a las células de diferentes tipos de cáncer que, tras la primera prueba, pensaron que estaban equivocados.
Habiendo probado ya la técnica en placas de Petri, lo siguiente era probar primero en ratones, donde esta grasa beige modificada se demostró contra los cánceres de páncreas, próstata y mama. No solo suprimieron el cáncer en aquellos ratones donde las células de grasa se implantaban cerca del tumor, sino que se mostraban efectivas incluso cuando se implantaban a distancia de este.
Grasa beige contra células de cáncer de mama en humanos
Tras el éxito en ratones, tocaba dar el salto a muestras de cáncer en humanos, para ello los científicos de la UCSF recopilaron muestras de tejido de cáncer de mama provenientes de mastectomías que contenían tanto células de grasa blanca sanas como células cancerígenas, lo que les permitía modificar directamente las células de cada paciente. ¡Esta prueba funcionó tanto en laboratorio como con ratones, lo cual abre un universo de posibilidades en el tratamiento del cáncer gracias a la siempre odiada grasa!

Sin células de grasa beige: las células cancerosas se multiplican activamente (en rosa).

Cuando se añaden células grasas modificadas: se multiplicaron muchas menos células cancerosas.
Siguiente paso: robarle el combustible al cáncer
En el mundo de la investigación contra el cáncer es bien sabido que los diferentes tipos de cáncer tienen “dietas” distintas dependiendo de donde se desarrollan. Así pues, los científicos de la UCSF piensan que, si por ejemplo, un cáncer de páncreas se alimenta, en ausencia de glucosa, de la uridina, uno de los cinco nucleósidos estándar que constituyen los ácidos nucleicos. La técnica CRISPR podría modificar el tejido adiposo beige para que funcionase consumiendo glucosa y uridina, apuntando así directamente a los recursos energéticos específicos de los que las células cancerígenas se alimentan para expandirse, y ser aún más efectivos a la hora de suprimirlas.
La pelota está en el tejado de los investigadores, pero sin duda parece que han logrado abrir una nueva vía de investigación contra el cáncer que además sería infinitamente menos agresiva que las terapias convencionales.









