Con la evolución tecnológica de los nuevos soportes digitales y las nuevas formas de interactuar con los dispositivos, quizá sea el momento de repensar el teclado QWERTY tal y como lo conocemos
QWERTY es la distribución de teclado más común desde que Christopher Sholes lo diseñara y patentara en 1868 con el propósito de conseguir que las personas escribieran más rápido utilizando ambas manos. Ya sea en forma de teclado mecánico o digital, el teclado QWERTY nos ha acompañado durante gran parte de nuestra vida desde las primeras máquinas de escribir hasta los modernos teclados digitales actuales.
Pasados 142 años desde que Sholes vendiera su patente a Remington, estas seis letras siguen cumpliendo con las expectativas del diseño original establecido en el artículo de 1965 sobre el control de visualización asistida por ordenador, que acuñó el término QWERTY. Sin embargo, a pesar del éxito de este sistema de escritura convenido y aceptado por la colectividad, hay quien aventura que tras haber satisfecho nuestras primeras necesidades es hora de cambiarlo y mejorarlo para adaptarlo a las necesidades actuales.
Evidentemente no es una tarea fácil, de hecho existen pocas alternativas a QWERTY como el Teclado Dvorak, patentado en 1936 y considerado como la única opción con seguimiento global. Hay que tener en cuenta que los 27 huesos de la mano, junto con los tres nervios principales y más de 60 músculos y tendones, son muy sensibles a las variaciones de presión, velocidad, posición, temperatura y textura durante el proceso de escritura en un teclado.
Pero, con la evolución de la tecnología hacia las pantallas táctiles y los teclados digitales se ha modificado sustancialmente la posición de las manos, así como la sensibilidad de los dedos al contacto de una superficie dura, sin textura ni profundidad. Estos cambios influyen de forma notable en la comodidad y velocidad de escritura, y por tanto, cabría preguntarse si el teclado QWERTY sigue siendo eficiente en el contexto tecnológico en el que nos encontramos, o si por el contrario, se debería repensar el teclado de Sholes para adaptarlo a la tecnología actual.
Teclados digitales
Mientras los asistentes de voz como Siri o Google Now transforman la forma de interactuar con los dispositivos electrónicos, muy poco ha cambiado con respecto a los teclados de escritura. Todos conocemos la actual generación de pantallas y teclados táctiles bidimensionales que aportan una nueva experiencia de escritura mucho más natural y sensible, pero sigue funcionando bajo los parámetros distributivos y funcionales del teclado tradicional.
Los teclados interactivos o gestuales capaces de activar funciones según el grado de presión de los dedos podría ser el primer paso hacia el rediseño de los teclados del futuro. De hecho, en el campo de la música ya existen precedentes de interfaces de goma tridimensionales como SEA –Sensory, Elastic and Adaptative– capaces de adaptarse a la sensibilidad táctil del usuario, cambiando el carácter de la nota en función de la presión, flexión o vibración de los dedos.
Hay expertos que afirman que la textura, vibración, profundidad y nivel de presión que aporta la tecnología de este material esponjoso podría tener múltiples aplicaciones en el diseño del teclado del futuro, pero hace falta algo más. Evidentemente no podemos prescindir de QWERTY de un solo plumazo, pero si utilizar los últimos avances tecnológicos para evaluar alternativas mucho más ergonómicas y eficientes de mejorar distribución de letras del teclado tradicional.
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