El hombre es el único ser vivo que, en lugar de adaptarse al medioambiente, adapta el medioambiente a sus necesidades. La arquitectura no existiría si la naturaleza fuese cómoda. Tampoco la ropa si no hubiésemos sentido jamás la necesidad de taparnos. Progreso es transformación. Hasta el propio hombre se dio cuenta de que su ambición podría acabar con su sustento y el de su civilización. Ya en el siglo XIX, los británicos comenzaron a darse cuenta de que el ritmo de transformación acabaría con la belleza de la naturaleza. Teníamos que proteger los bosques, las flores y las aves. Teníamos que lograr la ansiada sostenibilidad.
Pero el hombre no se detuvo y la prosperidad económica e industrial tras la segunda guerra mundial comenzó a hacer patente que ya no solo era necesario proteger los linces y las ballenas, sino que teníamos que protegernos a nosotros mismos. En los sesenta y setenta comienzan a aparecer las primeras organizaciones ecologistas y, gracias a los descubrimientos científicos, se comenzó a predecir que de seguir todo así, el mundo colapsaría. Nace el concepto de desarrollo sostenible, que aboga porque las empresas no solo busquen retorno económico, sino que lo hagan de forma responsable.
Por un futuro más verde
El desarrollo sostenible reconcilia la producción económica, los recursos naturales y el bienestar de la sociedad. Ahora bien, ¿cuál es el plan? Seguir el Acuerdo de París de las Naciones Unidas que establece medidas y objetivos a cumplir para «reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático». En él se exponen tres estrategias a seguir:
- Mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de los 2 °C con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 °C para reducir considerablemente los riesgos y efectos del cambio climático.
- Aumentar la capacidad de adaptación de la infraestructura clave a los posibles adversos efectos del cambio climático sin aumentar las emisiones y sin comprometer la producción de alimentos.
- Crear o impulsar nuevas vías de negocio que sean compatibles con un desarrollo más sostenible y de baja emisiones.
Dentro del mundo empresarial, se siguen los criterios ESG (medioambientales, sociales y de gobernanza) que agrupan los factores no financieros más relevantes de una compañía. Cada vez es un indicador más relevante no sólo por consideraciones éticas, sino competitivas.
Reducción de emisiones
El objetivo prioritario es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para no sobrepasar el aumento de temperatura mundial a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales. Gracias al Pacto Mundial de la ONU (UN Global Compact), We Mean Business Coalition y la iniciativa Science Based Targets (SBTi) se estableció la meta pública de llegar a cero emisiones netas para el año 2050. Muchas grandes empresas ya están adoptando medidas para cumplir este objetivo.
Telefónica pretende adelantarse y lograrlo antes del 2040 mejorando la eficiencia de sus redes y apostando por la compra de energías renovables y el autoconsumo mediante paneles solares, por ejemplo.
Reciclaje
Pero no solo se trata de emisiones directas. Minimizando la extracción y procesamiento de materias primas ayuda a limitar la pérdida de biodiversidad y reduce las emisiones de efecto invernadero. Por ello, la Unión Europea acordó destinar recursos y esfuerzos para lograr que en 2030 se recicle un 80 % del papel y el cartón, un 70 % de los envases, un 80 % de los metales ferrosos, un 75 % del vidrio, un 60 % del aluminio, un 55 % del plástico y un 30% de la madera.
Empresas como Apple ya comercializan productos de alta gama hechos de aluminio 100 % reciclado sin sacrificar calidad, durabilidad o belleza en sus acabados. El consumidor deja de percibir lo reciclado como peor, si no como algo puntero y respetuoso con el medioambiente. En este sentido, Telefónica lleva, desde 2021, adherida a Eco Rating, un compromiso de las empresas de telecomunicaciones para mejorar el comportamiento medioambiental de sus dispositivos móviles. Los consumidores podrán ser conscientes del impacto que tienen sus compras y hacerse así más responsables y sostenibles.
Economía circular
Mejor aún es cuando se extiende el reciclaje a toda la forma de operar en la empresa. Entiéndase como economía circular al cambio de un negocio tradicional basado extraer, producir, usar y desechar a uno que reutiliza, repara y recicla.
Varias líneas de moda “fast fashion” ya ofrecen la posibilidad de recoger ropa usada, vieja o rota para transformarla en una prenda actual y que se sienta como nueva mediante una refabricación. Desde el punto del consumidor, cada vez se fomenta más la compra de segunda mano ya no solo como una forma de ahorrar dinero, sino por el valor estético o la calidad del tejido de estas prendas “vintage”.
Por supuesto, también en el sector de la tecnología, donde la economía circular ha cobrado especial importancia durante los últimos años. El objetivo de dar una segunda vida a nuestros productos ha pasado de anécdota a necesidad. Telefónica, dentro de su contexto tecnológico, se ha propuesto incentivar la recirculación y de productos entre sus clientes, así como reciclar el 90 % de los equipos fijos de clientes.
Un futuro más próspero de la mano de la sostenibilidad
Ser sostenible no es sólo minimizar el impacto de nuestras actividades sobre la Tierra, sino también sobre las otras personas. Los criterios sociales ESG se centran en la gestión de las empresas que realizan sobre sus relaciones con los empleados, inversores, comunidades sobre las que opera y el entorno geopolítico más amplio. ¿Hasta qué punto es capaz la empresa de reconocer y adaptarse con éxito a las tendencias sociales, los movimientos laborales o los acontecimientos políticos? ¿Aporta algún beneficio la actividad empresarial o degrada la calidad de vida de los ciudadanos?
Progreso económico y social
Una empresa ofrece beneficios a la sociedad directamente al producir bienes o servicios y dar trabajo a sus ciudadanos. Sin embargo, cada vez se tienen más en cuenta otros factores, como minimizar los posibles impactos perjudiciales que pueda tener la actividad sobre la comunidad. También se trata de maximizar el bien social producido, que no tiene por qué impactar negativamente al rendimiento económico de la empresa. Una actividad económica puede ser beneficiosa en todos los aspectos, y ese es el objetivo de las empresas punteras de cara a las próximas décadas; y son vigiladas por Gobiernos y consumidores para que así sea.
Inclusividad y diversidad para lograr la sostenibilidad
La creencia de que cuanto más amplio sea el segmento de población disponible para realizar una tarea, mayor será la probabilidad de encontrar a la persona óptima para el puesto está asentándose en la cultura de las grandes corporaciones.
Por eso, no solo se cultiva la creación de equipos más diversos en cuanto a sexo o etnia, sino que también se apuesta por las personas que sufren riesgo de exclusión social o se apoya la formación y bienestar de la comunidad donde opera la empresa. Para Telefónica, el compromiso con la comunidad se plantea con su plan de empoderamiento a la comunidad femenina siguiendo los principios de la ONU y duplicar el número de empleados con discapacidad en los próximos dos años.
Principios éticos
Estos criterios se extienden a cada vez más ámbitos como el bienestar animal, la protección del consumidor y el respeto y lucha activa por la protección de los Derechos Humanos. La salud física y mental de los empleados no solo es una cuestión económica en tanto que una persona feliz y sana será más productiva, sino una responsabilidad social.
Aunque este punto suele estar politizado por diferentes ideologías y formas de operar, ofrecer un trato excelente y ético a empleados y consumidores es cada vez un factor más importante a la hora de diferenciar y dar valor a tu negocio.
Liderar la sostenibilidad con el ejemplo
Todos estos criterios no son de obligada adopción, y están basados en compromisos globales. Cuando una compañía decide adoptarlos es porque apuesta por un futuro sostenible y más competitivo. Sin embargo, se necesitan estándares y objetivos concretos para que las buenas intenciones se plasmen en logros cuantificables. Por eso, las compañías deciden examinar sus prácticas en el ranking ESG.
Se hace hincapié en la paridad de los puestos de mando, cero tolerancia a la corrupción y la evaluación de que los derechos de empleados, proveedores y clientes son respetados mediante una evaluación constante en los procesos. No puedes mejorar el mundo si todavía no te has arreglado a ti mismo.
Compromisos claros con la sostenibilidad
El primer paso es concordar con los pilares de la estrategia ESG, escuchar a los inversores internos y externos para llegar a un acuerdo en la visión de futuro de la empresa y certificar que la visión global de la empresa está alineada con los objetivos decretados por las Naciones Unidas. Desde ahí, se crean una serie de objetivos asumibles a corto y largo plazo y diferentes estrategias para cumplirlos.
Supervisión
Las estrategias se revisan constantemente acorde a lo planeado y los objetivos a largo plazo se adaptan. Las recomendaciones de la CNMV para sociedades cotizadas, la Ley de sociedades de capital, y la Ley 11/2018 de información no financiera y diversidad van en la misma dirección: los consejos de administración de cada empresa deben orientar, supervisar y controlar el enfoque de las compañías en materia de sostenibilidad.
El código señala que entre las responsabilidades del consejo debe estar la supervisión de las cuestiones ESG. Estas funciones pueden ser atribuidas a una o varias de las comisiones del consejo, pero esta comisión ha de estar compuesta exclusivamente por consejeros no ejecutivos, con mayoría de independientes y presidente independiente para que la supervisión sea imparcial.
Regulación
Dentro de la Unión Europea, las grandes compañías deberán adaptar sus informes a nuevos requerimientos para ofrecer más información sobre materia ESG a los organismos gubernamentales. Destacan la Directiva sobre información corporativa en materia de sostenibilidad (CSDR) o el Reglamento de Divulgación de las Finanzas Sostenibles (SFDR) promulgados con el objetivo de que no sólo las cuentas de las empresas participantes en los mercados financieros sean un factor comparable y comprobable, sino también sus prácticas no financieras para que los inversores puedan tomar mejores decisiones.
El objetivo es reorientar los flujos de capital hacia inversiones sostenibles. Una parte fundamental es establecer una terminología común en esta materia, para que todos los participantes compartan los mismos criterios al definir, medir e informar sobre los datos de sostenibilidad de cada actividad económica.