Insectos, algas, pastillas de concentrados… La realidad y la ficción nos han brindado toda suerte de ideas para alimentarnos en el futuro. ¿Qué y cómo comeremos el día de mañana? ¿Seguirás disfrutando de los guisos de tu madre o de tu abuela? ¿Tendrás que conformarte con lo primero que encuentres en la nevera? Esas preguntas son muy personales, pero a nivel mundial, podemos aventurarnos a ver algunas tendencias que nos darán alguna pista sobre cómo será la comida del futuro.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la manera de alimentarnos no es igual en todo el mundo. Ni tan siquiera en dos países que compartan fronteras. Puede que la globalización haya influido mucho para que todos comamos quinoa o tostadas de aguacate. O para que bebamos la última bebida de moda, como la kombucha o los batidos detox. Pero sigue influyendo mucho la cultura gastronómica de cada país. Con algunas variaciones pero con algunas tradiciones que siguen marcando qué se come en los hogares de determinadas zonas geográficas.
Modas, marketing e industrias alimentarias aparte, hay millones de personas que sobreviven de lo poco que pueden obtener de la tierra. Otros pueden elegir entre comer algo que se cultiva a unos pocos kilómetros o en la otra punta del planeta. Y hay quien debe adaptar su alimentación no ya a la disponibilidad del supermercado sino de su bolsillo. Así que no es fácil adivinar cómo será la comida del futuro para todas estas personas. Sin embargo, veamos algunos ejemplos de lo que está por venir.
Alimentación, entre la necesidad y el negocio
Empecemos por lo malo. El ser humano es tecnológicamente capaz de generar suficiente alimento para todos los habitantes del planeta. Pero es un sector más de la economía. Lo que implica empresas, mercados, intereses comerciales, etc. O en cifras. Según la ONU, en su informe sobre nutrición y seguridad alimentaria de 2021, entre 720 y 811 millones de personas pasaron hambre en 2020. Y es que la producción y distribución de comida no es igual en todas partes.
La demanda de comida ha aumentado con el cambio de siglo. En este siglo XXI, somos cada vez más. Y en determinados países, se demanda más cantidad de alimentos. Por otro lado, en ciertas partes del planeta se pide más variedad de alimentación debido a la diversificación de las dietas. La buena noticia del informe de la ONU es que este cambio hacia dietas más saludables puede ayudar a frenar el hambre en el mundo.
Pero para que todo el mundo pueda comer se hacen necesarias políticas de inversión, gasto público, políticas de comercio y, básicamente, asegurar una cadena de suministro de alimentos ininterrumpida. A lo que hay que añadir otras políticas imprescindibles como evitar el malgasto y desperdicio de comida y respaldar la producción local y/o a pequeña escala.
¿Cómo será la comida del futuro?
Lejos de modas o noticias anecdóticas que aparecen en medios de vez en cuando intentando vender un producto extraño para determinados mercados, investigadores de todo el mundo trabajan para mejorar los alimentos que ya tenemos para que la comida del futuro nos brinde más beneficios. Mejores métodos de conservación, alimentos con más propiedades que las que tienen por defecto… En definitiva, se trata de reducir el impacto ambiental y optimizar el consumo de alimentos.
Si miramos atrás, disfrutamos de innovaciones que han cambiado para bien nuestra relación con los alimentos. La congelación, la deshidratación, los empaquetados y embalajes asépticos, la esterilización… ¿Y cuáles están por venir? Para empezar, hacer que los alimentos sean más nutritivos. Proteínas, calcio, fósforo, hierro, vitaminas… Los alimentos actuales tienen más cantidad de éstos que en los pasados siglos gracias a que el ser humano ha “domesticado” frutos como tomates, patatas, zanahorias, arroz, maíz, plátanos o sandías. En origen, algunos eran incomestibles o de tamaños diminutos. Hoy, contamos con variedades de mayor tamaño, mayor resistencia a plagas de insectos o enriquecidos en origen.
Y si hablamos de añadir mejoras a los alimentos, también deberíamos tratar de quitar o reducir grasa, azúcar o sal. En realidad, este problema está asociado a los productos procesados, no a las primeras materias. Pero una manera de combatir diabetes, obesidad y/o problemas coronarios puede ser combatir el exceso de determinados elementos directamente en los alimentos desde su cultivo.
Otra tendencia interesante es la búsqueda de alternativas a la manera en que cultivamos en la actualidad. Con el objetivo de usar menos tierra, abono y agua, se ha avanzado mucho en ámbitos como los cultivos verticales. Menos espacio necesario y todo está medido al detalle para optimizar recursos. Es más, la agricultura vertical puede combinarse con hidroponía, que consiste en suministrar soluciones acuosas que contienen todo lo necesario para que la planta crezca. Y si hablamos de comida de futuro, ya se empieza a investigar en aprovechar las profundidades marinas para cultivar algas en vez de recolectarlas. En vez de agricultura, hablaríamos de acuicultura, aunque en castellano, esta palabra se refiere a la cría de peces. En cualquier caso, el consumo de algas es una alternativa nutritiva y en alza en muchos países.
Un futuro creativo y excéntrico
En las habituales listas de nuevas tendencias sobre comida del futuro, en ocasiones se combinan soluciones realistas y otras más bien excéntricas o que intentan introducir nuevos productos que en ciertas culturas gastronómicas son habituales pero no en otras. La introducción de proteínas de insectos es la más popular. Sin embargo, cultivar esas especies en concreto a gran escala implica un consumo de recursos poco sostenible a nivel medio ambiental.
La tendencia más prometedora es la de la impresora 3D de comida. Muchos ansiamos poder sacar del televisor los suculentos platos que vemos en pantalla. Algo imposible por ahora que, tal vez, consigamos en parte gracias a la impresión de alimentos. La idea es combinar materias primas de distintas texturas, nutrientes y sabores para lograr un plato mínimamente comestible. En la actualidad, la impresión 3D se emplea en cocina experimental y, más en serio, en repostería o pastelería.
Otra tendencia que nos acerca a la ciencia ficción es la comida del futuro personalizada. Es decir, a partir de la secuenciación de nuestro genoma y de analizar nuestro metabolismo es posible diseñar alimentos que sean ideales para nosotros. Bien para reducir ciertos excesos o para cubrir ciertas ausencias. O simplemente para llevar una dieta sana. Obviamente, hablamos de un futuro muy lejano. Y, al parecer, nada barato.