El 3 de abril de 2022, Pedri marcó en el Camp Nou un golazo histórico. Dos recortes en la frontal y un disparo cruzado a la red que arrebataban la segunda posición en La Liga a su rival de esa noche, el Sevilla.
Pero el gol de Pedri fue notorio por mucho más que por estos detalles. Saltó del campo de fútbol y la prensa deportiva y se coló incluso en programas de radio dedicados a la divulgación científica, como es el caso de Raíz de 5 en Radio Nacional. Y despertó el interés de los apasionados de las ecuaciones y teoremas porque los modelos matemáticos habían calculado que la probabilidad de marcar ese gol era de tan solo un 4 por ciento.
El deporte está plagado de estas gestas aparentemente imposibles, como la acumulación de remontadas en circunstancias absolutamente adversas del Real Madrid en Champions, algo que incluso los expertos no saben explicar y que se ha calificado en muchos titulares de prensa como “milagros”. O los récords que pulveriza una y otra vez el Rafa Nadal, el tenista que más Grand Slam acumula en su palmarés.
El utópicoposibilismo es posible
Más allá de lo deportivo, y volviendo al ejemplo del gol de Pedri, ese 4 por ciento de opciones de lograr algo nos parecería tan ridículo que tiraríamos la toalla sin tan siquiera intentarlo. No lanzaríamos a puerta. Nos pararíamos en el campo. No trataríamos de forzar la prórroga hasta el último segundo, como hizo el Real Madrid contra el Manchester City.
Nos aventuraríamos a intentarlo, si acaso, si tuviéramos un 70, 80 o 90 por ciento de opciones. Para asegurarnos de que el esfuerzo va a obtener una recompensa. Pero con tan solo cuatro posibilidades entre cien, a la mayoría nos pesaría mucho más el 96 por ciento de papeletas de fracasar. Y lo improbable no es imposible, aunque lo asumamos como tal. Y ahí es donde entra el utópicoposibilismo.
¿Qué es el utópicoposibilismo?
Escuché hablar del utópicoposibilismo por primera vez al exitoso autor de literatura infantil y juvenil Jordi Sierra i Fabra, quien -por cierto-tiene un Club de Fans Utópicoposibilistas.
“Las utopías posibles son las que, a pesar de ser complicadas en un 95%, nos dejan un margen para intentarlo, el resquicio por el que luchar e ir a por ellas, poniéndonos a prueba. Lo sueños siempre han estado ahí para ser alcanzados, no para frustrarnos y deprimirnos. Ser utópicoposibilista, en el fondo, no es más que creer en ti”, escribe en su libro ‘La utopía posible’.
Marie Curie, Jane Austin, Teresa de Calcuta, Albert Einstein o músicos como Joaquín Rodrigo -ciego desde los tres años- o Beethoven -sordo al final de su vida- fueron utópicoposibilistas, porque tuvieron que enfrentarse a sus limitaciones físicas, la rigidez de la escuela, los imperativos sociales, el aislamiento, la incomprensión o la falta de recursos económicos para alcanzar objetivos que cambiaron tanto sus vidas como el mundo en el que vivían.
La actitud utópicoposibilista
Pocas personas saben que, desde que era bien pequeño, Jordi Serra i Fabra quiso ser escritor, pero era disléxico. Su profesora de lengua le dijo que nunca llegaría a nada y su padre le prohibió escribir. No le importó. Entre los diez y los doce años ya había completado varias novelas de 100 páginas y entre los 13 y los 15 se embarcó en una de 500. “Para no hacer nada o enmascarar la realidad hay mil excusas. Para hacer algo, sobre todo si hablamos de un sueño, sólo hay una posibilidad: ganas de hacerlo”, escribe Serra i Fabra.
Pero entonces, ¿qué se necesita para ser utópicoposibilista?
Invierte en tus sueños
Durante su etapa como crítico musical, Serra i Fabra se encontró en varias ocasiones con chicos jóvenes que le preguntaban qué tenían que hacer para grabar un disco. Él siempre respondía con una pregunta: ¿Cuánto habéis actuado en vivo? Su recomendación: toca todo lo que puedas, incluso gratis. Si no inviertes en tu sueño, ¿cómo esperas conseguir algo o que alguien lo haga?
Cree en ti mismo, la clave del utópicoposibilismo
Somos bloques de mármol. Fuertes y sólidos. Casi indestructibles. Trata de cincelar este material y verás lo duro que es. Pero basta con que un bloque tenga una sola grieta para que pase el agua, se hiele y reviente por completo. Esa minúscula fisura son los complejos, que literalmente nos matan. La aceptación y el amor a uno mismo son el único antídoto. Disciplínate en potenciar lo que eres y puedes llegar a ser en lugar de enfocarte en lo que ni puedes ni podrás ser. La inseguridad siempre trae consigo infelicidad. En palabras de Serra i Fabra, “las grandes oportunidades surgen cuando la mayoría baja la cabeza y se rinde”.
Sé optimista
Como hemos visto antes, muchas de las personas que han logrado algo en su vida han partido de entornos hostiles y han tenido que superar la soledad y el miedo. No lo tuvieron fácil. Tuvieron que superar toda clase de obstáculos y trabas, pero no cejaron en su empeño. “Muchas singularidades se han muerto por falta de entusiasmo o porque alguien cortó las alas al primer vuelo del genio”, apunta Serra i Fabra. Que el que te hunda en el pozo no seas tú. Y, si no logras tus objetivos, al menos habrás sido más feliz.
Sigue tu instinto
Si en la infancia o la adolescencia aparece una vocación fuerte, hay que seguirla. Alguien que hace lo que le gusta y opta por una dedicación de esas que se consideran con poca salida, se espabila, crece, se enfrenta a obstáculos y madura. “Protegerlos es cortarles las alas”, apostilla el escritor, en referencia a niños y jóvenes. “Es mejor ganar un euro a gusto que dos a disgusto, odiando lo que haces”.
Asume riesgos
La valentía es el motor de los utópicoposibilistas. “El miedo es contagioso, te colapsa, te hace uniforme, te quita energía, te convierte en un esclavo sumiso, te deja impotente para reaccionar”, apunta el escritor. “La libertad es una grieta en la puerta del miedo”.
Rétate
“Aspirar a ser el mejor te garantiza, al menos, ser bueno”. No te conformes, da lo mejor de ti, llévate más lejos sin dejar de disfrutar en el camino y de aceptar tus propios límites.
Sé único
Como decía Carl Gustav Jung, nacemos siendo únicos y morimos siendo copias. El deseo de encajar, de no llamar la atención, en definitiva, de pertenecer, puede hacer que se entierren los mayores talentos, dones y singularidades. Pero, para Serra i Fabra, ser único es un derecho y un deber. La originalidad es necesaria para el progreso. Y está siempre presente en las personas extraordinarias.
Nunca dejes de aprender
Ser esponjas y sentir curiosidad por todo es un mandato que va más allá de la infancia o de un entorno laboral competitivo y exigente que requiere del aprendizaje constante. Es la ilusión que nos mantiene vivos, también en la tercera edad, y el aliento vital que catapulta nuestra felicidad. Porque se puede, y se debe, ser utópicoposibilista a los 5, a los 23, a los 51 y a los 86. ¿Por qué no seguir persiguiendo las utopías posibles siempre?