Da igual cuántos años lleves con un wearable encima o qué marcas hayas probado: el resultado sigue estando lejos de aquella promesa tan tecnológica y futurista dibujada por las primeras compañías que se adentraron en el sector. Llevamos años viendo avances y dispositivos cada vez más potentes, pero con una premisa que no para de repetirse: estamos ante gadgets que miden muchas cosas de forma muy precisa, pero que se olvidan de ir un paso más allá y traducir esas cifras en un resultado amigable. Lo bueno es que el futuro de los relojes inteligentes no es incierto.
Todo el mundo sabe interpretar el número de pasos que refleja la pantalla, pero este es uno de los pocos datos fáciles de entender por la mayoría. En el mercado hay cientos de wearables capaces de medir cosas como la saturación de oxígeno en sangre de forma relativamente precisa, pero no de contarnos si nuestra cadencia de pedaleo está decreciendo por algún motivo.
Millones de datos y cifras muy precisas, pero un contexto pobre para la mayoría.

Mucha tecnología y cada vez más relojes inteligentes de calidad, pero cifras que casi nadie sabe cómo interpretar
El futuro de los relojes inteligentes no estaba marcado por cifras cada vez más precisas. En el mercado hay cientos de opciones: pulseras de actividad, smartwatches, relojes tradicionales con sensores de medición, bandas de pecho para hacer deporte, gadgets que se colocan en las zapatillas e incluso anillos inteligentes. Todo para acabar teniendo lo mismo de siempre: una app que gestiona el dispositivo y que está llena de información difícil de interpretar.
Hay que partir de una base importante: gran parte de los usuarios no son expertos en deporte y salud. Un corredor profesional sabe interpretar qué es la ‘zona 2’ y si su frecuencia cardiaca está por encima o por debajo de lo que debería, pero esto se le escapa a un amateur que tiene un reloj en su muñeca para saber cómo ha ido su sesión semanal de running. Para este último individuo, casi todo lo que le cuente su wearable después de entrenar son cifras inconexas.
La mayoría de los datos que se recopilan se muestran con simples cifras. Y, si bien esto es perfecto para cosas como la distancia recorrida o la frecuencia cardiaca media, hay muchos otros detalles que necesitan un contexto y que gran parte de los actuales y futuros relojes inteligentes se van a dejar por el camino. ¿Para qué quiero saber la altura de mi zancada si no sé cómo interpretarla, mejorarla o corregirla?
La cosa va más allá del deporte: el futuro de los relojes inteligentes pasa también por una salud más contextual
¿Te imaginas un doctor que te diga que tienes 170 de colesterol y seas tú quien deba contrastar si la cifra es buena o mala? Algo así está ocurriendo con los wearables desde hace años. La cosa va más allá de las cifras a la hora de hacer deporte: estamos ante aparatos muy avanzados que se están dejando por el camino cambiar la forma de entender cómo debe ser el futuro de los relojes inteligentes, las pulseras o los anillos.
Si no vas mucho al médico, es probable que tu reloj tenga más datos sobre tu salud que tu propio doctor. Y, a pesar de manejar toda esta información, se limita a contarte cuál es tu frecuencia cardiaca o la medición que le pidas en cierto momento. No va más allá: no es capaz de conectar todos esos datos para encontrar patrones, posibles mejoras o corregir fallos de tu día a día.

Un ejemplo sencillo: los wearables más avanzados tienen sensores de temperatura corporal para indicar este dato cuando se lo pides. En cambio, no son capaces de conexionar las medidas diarias para avisarte de posibles variaciones que podrían ser una alerta temprana sobre una posible gripe común, por ejemplo.
Ni siquiera cosas básicas, como el hecho de que una carrera de 5 kilómetros a 7 m/km es una hazaña para una persona de 120 kg, mientras que se trata de un entrenamiento más bien moderado para alguien en forma. Situaciones muy fáciles de interpretar por la tecnología actual, y que deberían formar parte del futuro de los relojes inteligentes.
Los wearables todavía pueden cumplir: la IA es el cerebro que necesitan
Los wearables han tenido excusa durante muchos años para no llegar a ese punto que se prometió. Son dispositivos pequeños, no demasiado potentes y con una autonomía muy condicionada, por lo que convertirlos en gadgets capaces de ir un paso más allá con los datos recopilados era algo complicado. Sin embargo, las apps que corren en los smartphones sí han tenido la capacidad, aunque la inmensa cantidad de información y su traducción a un contexto más simple seguía sin llevarnos a ese futuro de los relojes inteligentes ideal.
A día de hoy, en cambio, la IA sí permite que la tecnología de los wearables actuales se traduzca en un centro de recomendaciones totalmente personalizado para cada usuario, por no hablar de la posibilidad de contextualizar cada métrica recogida por el reloj, la pulsera o el anillo.
La inteligencia artificial puede ser la encargada de recoger los datos de una sesión de running, contrastarlos con tu información de salud y ofrecerte informes completos sobre logros, mejoras y correcciones. Y, volviendo a la altura de la zancada, la IA puede cohesionar todos tus datos para contarte si está bien, mal, si necesitas mejorar en algo y cómo hacerlo de forma específica.

No es cosa del futuro, la IA ya está tomando el control de tus datos
Todavía queda un largo camino para ver cómo esos futuros relojes inteligentes se convierten en un centro neurálgico de datos útiles y contextualizados, pero poco a poco se van dejando ver ejemplos muy buenos. Apple y Google han dejado clara su apuesta por la IA, utilizando esta para realizar mediciones a medio plazo y encontrar patrones de enfermedades o síntomas que tener en cuenta.
Por el momento, el deporte se está dejando bastante de lado, pero en la salud sí vemos avances importantes. Los últimos Apple Watch, por ejemplo, realizan medidas en varios sensores durante semanas para avisarte si tienes riesgo de sufrir hipertensión. Los Pixel Watch también miden varios parámetros y los contrastan para indicarte si tu salud diaria mejora o empeora.
Otro claro ejemplo sobre la IA y el futuro de los relojes inteligentes lo protagoniza Apple: todo apunta a que está desarrollando Health+, un servicio de salud basado en inteligencia artificial para poder contextualizar esos datos «médicos» y contarte más sobre ellos. Pasando por caja, eso sí.
En definitiva, funciones que ya van más allá de una simple lista de datos que el usuario medio difícilmente puede interpretar como positivo o negativo. Este es el futuro de los relojes inteligentes: un dispositivo que te cuente qué tal has corrido hoy y deje las cifras concretas para los que saben cómo utilizarlas.
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