Sam Altman es el CEO de OpenAI y una de sus caras más visibles. Recientemente, ha planteado uno de los cambios más importantes para el futuro de OpenAI. Y que afectará también a todo el ecosistema que se nutre de su modelo de IA. Altman se plantea abandonar las raíces de esta startup, basadas en la investigación en inteligencia artificial sin ánimo de lucro, y abrazar el modelo tradicional de Silicon Valley, una empresa al uso. Este cambio de estructura de OpenAI plantea muchas cosas.
Si ya de por sí, todo lo que envuelve a ChatGPT y su IA GPT está envuelto en polémicas y debates como el uso que hace de contenidos de terceros o sus aplicaciones en tareas sensibles como las tomas de decisiones, ahora se le une la gran pregunta. Si deja de ser una fundación, su lado empresarial primaría el beneficio económico frente a otros aspectos como la privacidad, la ética y otros temas que afectan a la evolución de la inteligencia artificial.
Una de las razones por las que Altman plantea este cambio de estructura de OpenAI tiene que ver con la viabilidad económica del proyecto. Este verano, como ocurrió el año pasado, se puso en duda el futuro de OpenAI. El motivo es que tiene muchos gastos para entrenar y ejecutar su modelo de IA, a pesar de las grandes inversiones de grandes como Microsoft, Google o Sequoia Capital. Y, precisamente, por buscar el beneficio económico, varios pesos pesados de OpenAI han decidido abandonar e ir por libre. Por un lado, han surgido alternativas a GPT como Anthropic y su IA Claude. Pero OpenAI ha perdido nombres importantes como Mira Murati o Ilya Sutskever. Entre otros.
El nacimiento de OpenAI como laboratorio de IA
Lo que conocemos como OpenAI son hoy dos entidades. Por un lado, la empresa OpenAI LP, que todos conocemos como OpenAI a secas. Pero, por otro lado, tiene una fundación, OpenAI Inc. El cambio de estructura de OpenAI quiere dar más peso a la primera. Fundada como organización sin ánimo de lucro enfocada a la investigación en inteligencia artificial, OpenAI se constituye a finales de 2015 en San Francisco. Entre sus fundadores encontramos a Sam Altman, actual CEO, Elon Musk, que se fue del consejo de administración en 2018. Y otros nombres como Ilya Sutskever, Greg Brockman, Wojciech Zaremba, Andrej Karpathy o John Schulman.
A Sutskever ya le hemos mencionado. Abandonó OpenAI a primeros de 2024 y este verano anunció una nueva startup que quiere crear inteligencia artificial segura. Brockman anunció en agosto que dejaba de ser presidente de OpenAI durante un tiempo sin determinar. Zaremba trabaja en OpenAI centrado en investigación robótica. Andrej Karpathy dejó OpenAI junto a Sutskever. Y, finalmente, John Schulman también se fue este verano de OpenAI con rumbo a Anthropic, startup que fue fundada en 2021 por, entre otros, Dario y Daniela Amodei, exempleados de OpenAI.
Salvo la marcha de Musk, que fue el principal financiador del proyecto en sus primeros años junto a YC Research, el resto de abandonos de OpenAI se basan, precisamente, en el enfoque empresarial que ha ido tomando esta startup desde su nacimiento. Sus primeros años están centrados en investigar en un modelo de inteligencia artificial. La idea era colaborar abiertamente con otras instituciones e investigadores. Y que sus patentes e investigaciones se liberaran al público. Esto atrajo a grandes fichajes, motivados por este espíritu de innovación. Pero crear, mantener y entrenar una IA tiene grandes costes, ya que requiere mucha potencia por parte de procesadores CPU y GPU. Según Wikipedia, en 2017, sus gastos ascendían a casi 8 millones de dólares.
Un cambio de estructura de OpenAI que parece inevitable
En 2019, cuatro años después de nacer como laboratorio de investigación en IA, OpenAI debe hacer frente a la dura realidad. Y decide crear una estructura paralela en forma de empresa que apoye financieramente la fundación. De esta manera, podía atraer legalmente a los inversores y, además, asegurarse de que los investigadores trabajaban exclusivamente para OpenAI. En esos primeros años, muchos de ellos colaboraban al mismo tiempo en proyectos similares como Google Brain, DeepMind o Facebook, ahora Meta. Lo que suponía un conflicto de intereses a medio y largo plazo.
Con el cambio de estructura de OpenAI surgiría su gran acuerdo con Microsoft, que desde entonces ha sido el responsable de dar a conocer el proyecto y de integrarlo en su ecosistema de productos y servicios. Pero también llegarían millones de empresas como Google o de compañías de inversión como Sequoia Capital, Tigers Global o a16z. Sin embargo, la clave es el trato con Microsoft, que facilita a OpenAI reducir sus gastos en cloud computing, ya que puede aprovechar la infraestructura de Microsoft Azure a un coste menor. Hasta entonces, empleaba principalmente AWS de Amazon.
Desde entonces, OpenAI no ha defraudado. Un año después de nacer, en 2016, lanza su primer producto, OpenAI Gym. Un kit de herramientas de código abierto para el aprendizaje de refuerzo de IA. Ese mismo año anuncia Universe, una plataforma para entrenamiento de IA. En 2018 ve la luz GPT-1. Su modelo de lenguaje grande. Y Dactyl, una herramienta que entrena brazos robóticos mediante machine learning. En 2019, conocemos GPT-2. En 2020, GPT-3. Y en 2021, DALL-E, un modelo de IA que puede generar imágenes a partir de una descripción de texto. En 2022, todo el mundo supo de OpenAI gracias a ChatGPT. Y en 2023, la startup publica GPT-4. Así como una versión comercial de ChatGPT, ChatGPT Plus. Lo más reciente de OpenAI han sido GPT-4o, el modelo de IA Sora para crear video, y OpenAI o1 “Strawberry”.
Qué cambios quieren hacer en OpenAI
Reuters anunció, en exclusiva, a finales de septiembre, un futuro cambio de estructura de OpenAI que quita poder a la fundación sin ánimo de lucro y su comité asesor. Por contra, refuerza la parte empresarial de OpenAI. Lo que supone, tal y como explicaba Associated Press, “convertirse en una corporación con fines de lucro responsable ante los accionistas”. Y es aquí donde surge el debate. Dejar el control de la inteligencia artificial a accionistas que buscan la rentabilidad y el beneficio económico frente a un comité asesor de expertos que anteponía otros valores como la privacidad o la ética.
El cambio de estructura responde al futuro de OpenAI y su viabilidad económica. Pero también afecta a la toma de decisiones y a posibles cambios en la estrategia de futuros lanzamientos y mejoras en GPT y demás modelos de IA. Aunque queda claro que, como el resto de startups, OpenAI se debe a las legislaciones y normas de los países donde opera, su origen fundacional le daba una pátina de respetabilidad que ahora quedará relegada. La consecuencia directa, las sucesivas dimisiones de miembros fundadores y otros miembros destacados. Así que mientras se apaga el fuego de la viabilidad económica, los miembros clave de OpenAI se marchan a la competencia o crean sus propios proyectos.
Otro gran motivo para cambiar la estructura de OpenAI tiene que ver con las constantes disputas internas entre el comité asesor de la fundación y los directivos de la empresa. Hasta tal punto que el propio Sam Altman dimitiera. Al menos, durante unos días. Lo que ha provocado que los medios hablen demasiado de luchas de poder y de las dimisiones. En vez de centrarse en los productos de la compañía. Hacer una transición a un modelo empresarial más puro debería fortalecer la estructura piramidal directiva.
El futuro de OpenAI parece estar asegurado
Varios medios han comparado el futuro de OpenAI con lo que sucede en Mozilla. Se trata de una fundación sin ánimo de lucro (Mozilla Foundation) que tiene objetivos como una Internet abierta y el respeto de la privacidad del usuario, entre otros. Pero también tiene un lado comercial (Mozilla Corporation) para organizar su desarrollo de productos como el navegador Firefox, el gestor de correo Thunderbird, su propia VPN o su organizador de contenidos y enlaces Pocket.
La futura reestructuración de OpenAI está ahora en manos de abogados y accionistas. No hay una fecha límite para el cambio. Todavía hay que concretar qué cambios e harán, además de lo que sabemos por ahora. Lo que está claro es que el organigrama sufrirá algún revés. Y que los cambios serán importantes. El propio Sam Altman lo ha llamado “la siguiente etapa” en la historia de la compañía.